El acuerdo transpacífico, Brasil y la geopolítica

Con el acuerdo Transpacífico (TPP) en los titulares, la derecha neoliberal y personalidades como el Ministro Armando Monteiro, vuelven a defender la firma por parte de Brasil, de acuerdos comerciales, con la tesis discutible de que si no hacemos esto, quedaremos aislados del mundo y del desarrollo.

Aún cuando, aparentemente, sus intenciones sean buenas, el Ministro Armando Monteiro y la banda habitual de los alegres defensores del neoliberalismo, deberían preguntarse por qué países como China – que no van a formar parte del TPP – están, a pesar de esto, cada vez menos aislados, y cada vez más desarrollados.

Los grandes países imponen acuerdos comerciales. Los pequeños, los firman

Por qué los europeos no presentaron hasta ahora su lista de propuestas al Mercosur, ni consiguieron obtener un mínimo de apoyo o consenso de sus agricultores para la firma del acuerdo con esta organización sudamericana.

Por qué Brasil está enfrentando problemas y a punto de ser procesado en la OMC – Organización Mundial de Comercio – debido al uso de incentivos fiscales en áreas como la automotriz, telecomunicaciones y tecnología, cuando los países desarrollados siempre apoyaron a estos sectores y los protegieron y continúan blindándolos contra la competencia extranjera, como es el caso de los Estados Unidos.

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Y por qué miles de ciudadanos de todo el mundo, entre ellos, por ejemplo, más de 250.000 alemanes – ciudadanos de un país que consideran “modelo” y desarrollado – salieron a las calles, el otro día, en una gigantesca manifestación en el centro de Berlín, para protestar contra negociaciones que apuntan a la entrada de la Unión Europea en el mismo acuerdo Transpacífico, que, aquí en Brasil, están queriendo vendérnoslo como una panacea.

Esto, tal vez, podría llevarlos a reflexionar sobre una simple verdad:

Así como la Guerra – como decía Clausewitz – es una extensión de la política, los acuerdos comerciales son un reflejo y una proyección del poder nacional, aplicado a la geopolítica.

En el ámbito comercial y la historia de la expansión del poder “occidental”, no es más que esto, grandes naciones imponen acuerdos comerciales – casi siempre leoninos – y las pequeñas naciones los suscriben.

En la década de los 60, en el auge de la Guerra Fría, John Kennedy visitó Alemania, y, para demostrar su solidaridad a los alemanes “capitalistas” en la crisis de Berlín, inmediatamente después de que finalizara la construcción del muro por parte de los soviéticos, dijo:

“Ich bin ein berliner” – “soy un berlinés”.

Frente a las declaraciones del Ministro Armando Monteiro – aunque puedan haber sido bien intencionadas – y de los “analistas” de siempre, que, en los medios de comunicación, no pierden la oportunidad de repetir sus mantras entreguistas sin percibir que están lejos de ser una unanimidad hoy en día y sin preguntarse por qué tanta gente insiste en disentir con ellos y se dispone a enfrentarlos en las calles, en muchos lugares del mundo; y, principalmente, en consonancia con las decenas de miles de alemanes que desfilaron por las calles de la capital de la mayor economía de Europa, protestando contra la perspectiva de la entrada de su país en el acuerdo Transpacífico, dan ganas de decir con respecto al intento de “globalización”, o mejor dicho, de “norteamericanización” forzada del comercio “occidental”: yo soy un berlinés, “ich bin auch ein berliner!”

¿Por qué deberíamos pensar diferente?

Brasil tiene, en su región, la misma importancia que Alemania tiene en la suya.

No hay porqué creer que tengamos la menor vocación para dejar de ser – con todos nuestros eventuales problemas – la octava economía del mundo y el país más importante de América Latina, para entregarnos definitivamente a la condición de una provincia más o un mercado más, totalmente abierto y sometido a los productos y a los dictámenes norteamericanos, en su esfuerzo para mantener su cada vez más amenazada hegemonía, más en un siglo, en una época, en la que deberíamos estar preocupándonos por defender el lugar que nos corresponde en el mundo y nuestros intereses, y no los de los EE.UU.

Por Mauro Santayana
Periodista brasileño

Traducido para La ONDA digital por Cristina Iriarte

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