La guerra en Ucrania favorece nuevas tecnologías bélicas

El despliegue de armamento nuevo y en evolución por parte de Rusia y Ucrania proporciona lecciones críticas para académicos y legisladores sobre la importancia de la innovación militar y los peligros de quedarse atrás. Apenas comenzada esta etapa de la guerra, en abril 2022 y como si hubiese estado esperando la oportunidad, la Otan anunció la creación de un instituto llamado Diana, siglas de Acelerador de Innovación en Defensa en el Atlántico Norte.

En rigor, la definición de estrategia que Otan hace cada década fue actualizada en junio 2022 en la reunión de Madrid, y por primera vez se resaltó, como primer punto del nuevo concepto de estrategia, el fortalecimiento de la resiliencia tanto de los países miembros como de la alianza en su conjunto, y auspiciar la capacidad tecnológica de punta de la Otan, recalcando que estos esfuerzos son críticos para que la Otan cumpla con sus cometidos centrales. Esto se inscribe en una clara competencia por nuevas tecnologías bélicas en las que están EEUU, Rusia y China, afirma Otan.

El proyecto Diana fue anunciado públicamente el miércoles 22 de marzo por el secretario general adjunto de Otan, Mircea Geoană, quien enfatizó el uso responsable de las tecnologías militares emergentes durante el lanzamiento del Informe de tendencias 2023-2043 de la Organización de Ciencia y Tecnología de la OTAN en Bruselas el miércoles.

Diana tiene como función apoyar el desarrollo de una variedad de tecnologías emergentes, incluida la inteligencia artificial (IA), la computación cuántica, la biotecnología y los sistemas de armas hipersónicas, en un esfuerzo por fortalecer la ventaja tecnológica de la Alianza. Queda por ver si Diana puede cumplir estas promesas, dado el alto costo de la innovación. Lo que es más preocupante, afirma Otan, es que el esfuerzo en sí mismo, si no se lleva a cabo de manera responsable, puede tener un impacto negativo en la estabilidad internacional y la seguridad humana.

El diseño de Diana favorece que la Otan trabaje más de cerca con la industria y la academia. Esta iniciativa transatlántica planea apoyar a las empresas emergentes a través de redes aceleradoras hermanadas, ofrecer el uso de centros de prueba de «tecnología profunda» para evaluar soluciones tecnológicas a problemas militares, desarrollar un mercado virtual para conectar empresas emergentes con inversores confiables. y favorecer la rápida traducción de la innovación lograda a capacidades militares. Su oficina regional europea será alojada conjuntamente por el Reino Unido y Estonia, y Canadá se postula para albergar las oficinas regionales de América del Norte.

EEUU tiene una agencia, Darpa (siglas de Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa), localizada en el Departamento de Defensa de EEUU y responsable del desarrollo de tecnologías emergentes para uso del ejército estadounidense. Lo que distingue a Diana de Darpa es la escala. Diana será financiada por todos los aliados a través de fondos comunes de la Otan. No es pública la parte de esa financiación que se asignará a Diana. Una referencia a tener en cuenta, sin embargo, es que siendo el presupuesto anual de Otan en 2022 de 2.700 millones de dólares, el presupuesto de Darpa fue de 3.800 millones de dólares. En tanto Diana tendrá parte de ese presupuesto de Darpa, la priorización de recursos relativamente limitados es crítica.

Este desarrollo tecnológico, dice Otan, plantea el dilema moral de si el desarrollo y el uso de estas tecnologías emergentes en definitiva salvaguardarán o socavarán la estabilidad internacional y la seguridad humana. Otan da cuenta del impacto futuro de 12 tecologías emergentes (que no se especifican) estudiadas en el marco de la estabilidad internacional y la seguridad humana desde ahora hasta 2040. Los expertos encuestados anticiparon que los efectos de estas tecnologías serían abrumadoramente negativos.

Las capacidades antisatélite (ASAT), incluidos los ataques cibernéticos y la interferencia/suplantación de satélites, y la inteligencia artificial (IA) para operaciones de información –es decir, medios sintéticos de próxima generación y contramedidas– se identificaron como particularmente negativas, con pocos beneficios previstos para la estabilidad y la seguridad. .

Con respecto a las capacidades ASAT, los efectos desestabilizadores incluyen la negación o interrupción de satélites que desempeñan funciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento; mando, control y comunicaciones nucleares; y sistemas de alerta temprana orbitales. Interferir con los satélites en cualquiera de estos ámbitos tiene el potencial de crear o empeorar la inestabilidad de una crisis internacional. Los expertos también señalaron la posibilidad de que las operaciones de información mejoradas por IA, por ejemplo, videos «falsos» que retratan a líderes nacionales haciendo declaraciones falsas, se utilicen para degradar la calidad de la toma de decisiones humanas, también en detrimento de la estabilidad de la crisis.

Es importante para Otan enfatizar que no se prevé que todas las tecnologías tengan efectos exclusivamente negativos en la estabilidad y la seguridad internacionales. Los avances en IA y computación cuántica podrían, al menos, mejorar potencialmente el comando, el control, las comunicaciones, las computadoras, la inteligencia, la vigilancia y el reconocimiento, así como aumentar la confianza en el control de armas mediante el fortalecimiento de las medidas de verificación. También se mencionaron posibles mejoras en el panorama de la información, aunque los expertos advirtieron contra una dependencia excesiva de la información producida y clasificada por IA, dada la posibilidad de errores, sesgos y fallas de seguridad en los propios sistemas.

Desde Otan se afirma que ya está en marcha una carrera armamentista tecnológica entre los Estados Unidos, China y Rusia. Según expertos, los tres estados están en camino de lograr la madurez de las 12 tecnologías para 2040; que, se repite, no se especifican y no se explica por qué los tres países tienen las mismas tecnologías como objetivo. Los expertos advirtieron además que una alineación ruso-china podría crear nuevos desafíos de disuasión para los Estados Unidos y la Otan. Un entorno tan competitivo no es un buen augurio para el control internacional de armas que se proponga mitigar los riesgos de las tecnologías emergentes, ni es probable que fortalezca los esfuerzos para salvar los regímenes de no proliferación y control de armas nucleares como el Nuevo START o el Tratado de No Proliferación, estima Otan.

Los hallazgos hechos influencian el cómo navegar el valor y los riesgos de iniciativas como Diana. La búsqueda del dominio tecnológico por parte de la Otan no debe limitarse a cuestiones de viabilidad, sino que también debe tener en cuenta las implicaciones morales y estratégicas. Si bien las tecnologías emergentes podrían reforzar la misión de disuasión de la Otan, estas capacidades tendrán efectos variables y, a menudo, negativos en la estabilidad internacional y la seguridad humana. Si no se mitigan adecuadamente, estos efectos podrían socavar los objetivos estratégicos de la Otan y su posición política como actor internacional responsable.

Iniciativas como Diana reflejan la creciente comprensión entre los miembros de la Otan de que se necesita hacer más para competir en el panorama rápidamente cambiante de las tecnologías emergentes. Se avecinan decisiones difíciles con respecto a la priorización, estima Otan. Estas opciones se hacen más difíciles por el costo creciente de la innovación militar y las presiones presupuestarias a nivel nacional. Pero en medio de estos debates financieros, no podemos perder de vista las dimensiones morales y estratégicas de este tema, dice Otan. Algunas de estas tecnologías tienen el potencial de socavar significativamente la paz y la seguridad internacionales, particularmente si se persiguen y se implementan sin críticas. En el futuro, el tiempo y los recursos deben dedicarse no solo a las innovaciones en armamento, sino también a las medidas, incluido el control de armas, destinadas a mitigar su potencial destructivo.

 

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