CINE / “Sin novedad en el frente”; Inmolados por la patología belicista

“Sangre, sudor y lagrimas”, es una célebre expresión utilizada en su discurso ante la Cámara de los Comunes por el primer ministro británico Winston Churchill en el parlamento del Reino Unido. Esta reflexión, pronunciada el 13 de mayo de 1940, en los albores de la Segunda Guerrea Mundial, representa, como pocas, el dolor, la barbarie y lo más irracional de la guerra, donde casi nunca hay ganadores y sí muchos perdedores.

La alusión a estas palabras, que tiene un valor susperlativo, nos inspira en la reseña de “Sin novedad en el frente” (2022), la tercera y magistral adaptación cinematográfica del clásico de Erich Maria Remarque, que ostenta nada menos que nueve nominaciones al Oscar 2023.

Se trata de una producción de Nexflix que sólo puede ser vista en esta plataforma audiovisual, aunque igualmente impacta por su violencia, descarnada visceralidad, dramatismo y hondo contenido reflexivo.

La particularidad de esta nueva versión de un clásico de la cinematografía universal que condensa el drama de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), es que la dirección está a cargo del cineasta y guionista germano Edward Berger y la escenografía donde se desarrollan los acontecimientos son las trincheras alemanas, defendidas estoicamente del permanente cañoneo de los aliados occidentales, lo cual avizora un desenlace doloroso. En efecto, es una guerra perdida, que sólo se prolonga por el fanatismo ortodoxo y la obstinación de los germanos.

Desde ese punto de vista, el propio título de la película es una suerte de amarga ironía, ya que abundan las novedades en los diversos frentes de batalla, todas ellas naturalmente negativas y desesperanzadoras. La única certeza, es que, en ese infierno de violencia, los teutones están perdiendo y son sometidos a una auténtica pesadilla que no horada su orgullo ni su alienación.

En efecto, el extenso relato de casi dos horas y media, reconstruye los últimos días de la primera gran conflagración global del siglo pasado, que provocó nada menos que la pérdida de 17 millones de vidas humanas, entre militares e inocentes civiles.

Esta auténtica hecatombe, que comenzó en 1914 y culminó en 1918, se dirimió entre dos bloques: por un lado la denominada Triple Alianza, formada por las Potencias Centrales: el Imperio alemán y Austria-HungríaItalia, que había sido miembro de la Triple Alianza junto a Alemania y Austria-Hungría, no se unió a las Potencias Centrales, pues Austria, en contra de los términos pactados, fue la nación agresora que desencadenó el conflicto. ​

En el otro bando se encontraba la Triple Entente, formada por el Reino UnidoFrancia y el Imperio ruso. Ambas alianzas sufrieron cambios y fueron varias las naciones que acabarían ingresando en las filas de uno u otro bando según avanzaba la guerra: Italia, el Imperio del Japón Estados Unidos se unieron a la Triple Entente, mientras el Imperio otomano y el Reino de Bulgaria se sumaron a las Potencias Centrales.

Con el epílogo de este devastador conflicto bélico se extinguieron inexorablemente el imperio alemán y el imperio turco otomano, lo cual reconfiguró la geografía mundial y transformó a los países occidentales en potencias hegemónicas, hasta el estallido, en 1939, de la Segunda Guerra Mundial.

Esta película está en la línea reflexiva del cine bélico, que dejó atrás la impronta edulcorada de la industria norteamericana chauvinista y triunfalista, la cual transformó a la guerra en una suerte de mero consumo pasatista.

En cambio, esta nueva versión de “Sin novedad en el frente” está a la altura de títulos mayores del genero, como la excepcional “1917”  (2019), dirigida y producida por Sam Méndes,  la excepcional  “La patrulla infernal” (1957), del maestro Stanley Kubrick, la formidable “La delgada línea roja” (1998), de Terrence Malick, “Rescatando al soldado Ryan” (1998), de Steven Spielberg, y hasta “Cartas de Iwo Jima” (2006), de Clint Eastwood, sin soslayar, por supuesto, a la estremecedora pero no menos genial “Apocalipsis ahora” (1980), de Francis Ford Coppola.

En ese contexto, esta película impacta visualmente desde el comienzo, cuando una cámara aérea retrata un campo de batalla sembrado de cadáveres calcinados y seminenterrados en el barro, en una trinchera que podría emular perfectamente el infierno concebido en “La Divina Comedia”, la obra maestra del poeta florentino Dante Alighieri.

En contraste, esa escenografía de tragedia a campo traviesa está integrada a un paisaje de inconmensurable hermosura, silencioso pero algo oscuro y desolado. Sin embargo, en un momento comienzan a visualizarse luces en el cielo y en el horizonte, que más que meros destellos luminosos de un sol agonizante por el inminente advenimiento del ocaso, son realmente cañonazos y proyectiles que comienzan a caer sobre el territorio defendido por los imberbes soldados germanos sin experiencia de guerra,

En el centro de un auténtico caos de sangre, gritos y cuerpos mutilados, los voluntarios recuperan los uniformes de los muertos para reciclarlos y retiran las medallas que identifican los cuerpos inertes para enviarlos a sus familias.

Realmente, conmueve como las cuadrillas remueven los cadáveres y la ropa es recolectada para ser ulteriormente lavada y reciclada, con el propósito de ser usada por la próxima camada de jóvenes soldados que deberán inmolarse sin causa por un conflicto perdido.

El costado político del relato está a cargo de los gobernantes, que no entienden que ya no hay esperanzas, y de un general fanático, que azuza el orgullo nacionalista de los noveles reclutas y los insta a dar la vida, si es preciso, en nombre de la patria y de dios.

La radical diferencia de quienes instigan a estos jóvenes psicológicamente contaminados por un patriotismo absurdo, es que balconearán la guerra desde sus oficinas y sus palacetes, mientras los soldados verán pasar desde las trincheras ante sus ojos a los cuatro jinetes del Apocalipsis bíblico: Guerra, Hambre, Peste y Muerte.

Inicialmente, todos festejan el “privilegio” de poder luchar por su patria y marcharán al frente de batalla como si se tratara de una mera aventura de niños, en la cual el enemigo no sería tal. Obviamente, no saben lo que les espera.

El protagonista de esta historia, que puede haber sido real, es

Paul Bäumer (Felix Kammerer), un joven de 18 años que, junto a sus amigos y concientizados por sus profesores y militares de alto rango, deciden alistarse en el ejército para ir a luchar al frente occidental y abortar el avance de las tropas francesas.

En su enfermiza psiquis sueñan con ganar la guerra y entrar triunfalmente a la prodigiosa París, sin advertir que el enemigo los tiene realmente acorralados y en plena retirada.

En esas condiciones el pesadillesco periplo del protagonista y un compañero de odisea, que se parece mucho a la misión imposible de los dos agobiados soldados de la recordada “1917”, consiste más que en combatir, en sobrevivir. Hambrientos, vestidos de harapos y desesperados, sólo se limitan a huir, no sin antes robar un ave de corral en una granja para llenar sus famélicos estómagos. Son, a la sazón, dos de los tantos desertores que sueñan con mantenerse con vida y reunirse con sus familias.

En ambos casos, han quedado atrás los sueños de grandeza, la quimera de ver París y la utopía de ganar una guerra que únicamente podía ser ganada en sus enajenadas imaginaciones. Sólo experimentan la inenarrable sensación de estar solos,  aterrados y desamparados, con el instinto de supervivencia como único sostén emocional para seguir existiendo y huyendo.

En ese contexto, un soldado del batallón, luego de una larga abstinencia, se reúne con tres mujeres francesas con quienes mantiene relaciones sexuales. Su trofeo de guerra es una prenda íntima femenina, que los soldados se pasan entre ellos no sólo para percibir el olor de una mujer luego de tanto tiempo, sino también para protegerse de la angustia.

En esas circunstancias, en un giro simbólico de naturaleza freudiana, ese albo calzón puede estar también asociado con el primer pañal que los protegió cuando eran recién nacidos y hasta con sus madres, quienes fueron las primeras mujeres que los acunó y los amamantó y con las que tuvieron su primigenio contacto de piel luego de ser paridos.

Resulta realmente muy radical la dicotomía entre el general que aguarda sin sobresaltos el final de la guerra cobijado bajo el techo de un palacete, con abundante comida y bebida, mullidos muebles y estufa a leña, y los jóvenes soldados- realmente carnes de cañón- que mueren enterrados en el barro y, si sobreviven, quedan mutilados física o emocionalmente.

Ese es el sentido de la patológica lógica de la guerra, en cuyo contexto los que toman las decisiones, salvo excepciones, nunca arriesgan el pellejo, mientras los que van al frente de batalla, en la mayoría de los casos, están condenados a morir por la patria, por dios o bien por el Kaiser (emperador).

Entre tantas virtudes de un film que es una pequeña joya artística, sobresalen un rico libreto abundante en críticas y reflexiones, prodigiosos efectos especiales, una fotografía que mixtura primeros planos con planos secuencia, un montaje realmente de lujo y una música entre clásica y marcial que envuelve todo el relato, con sus variopintas y polifónicas sonoridades.

En ese marco, afloran todas las sensaciones humanas, desde la valentía para enfrentar el contrincante, el coraje y el miedo y hasta el arrepentimiento y la redención con el enemigo.

También la amputación de la esperanza y el dolor de la pérdida, que asume una dimensión más contundente y removedora con las fotos de los familiares de los muertos, que simbolizan un reencuentro imposible.

En nuestra personal opinión de cinéfilos empedernidos y consuetudinarios, “Sin novedad en el frente” es un auténtico prodigio y un hallazgo, en un género muy trillado y explotado por el cine de industria, habitualmente con un abordaje liviano e impregnado de ideología triunfalista e imperialista.

Esta película, que realmente puede ser tomada como un alegato pacifista porque denuncia los horrores de las guerras de exterminio y la irracionalidad del odio al extranjero, también cuestiona, con dureza, la patología del nacionalismo exacerbado fogoneada por la religión y sus devastadores efectos sobre inocentes irracionalmente inmolados, que, en muchos casos, no conocen la naturaleza misma del conflicto.

En un contexto contemporáneo de guerra como el fútil enfrentamiento de más de un año entre Ucrania y Rusia, por razones que exceden a lo meramente militar e incursionan en los territorios de la geopolítica y en la bipolaridad entre Oriente y Occidente, este extenso relato, que mixtura el cine de acción con el drama, resulta realmente tan aleccionador como reflexivo, descarnado y removedor.

 

FICHA TÉCNICA

Sin novedad en el frente. Alemania 2022. Dirección: Edwaed Berger. Guión: Edward Berger, Ian Stokell y Leslley Paterson,
inspirado en la novela de Erich Maria Remarque. Fotografía: James Friend. Montaje: Sven Budelmann. Reparto: Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer, Edin Hasanović, Daniel Brühl. Thibault de Montalembert y Devid Striesow.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

 

  

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