La visita de Lula a la Argentina a fin de enero marcó un avance muy importante en el comercio exterior argentino, al plantear Brasil que pagará desde el Banco Central do Brasil (BCB) y en reales, las ventas de empresas brasileñas a la Argentina, dándole al Banco Central de la República Argentina (BCRA) un plazo de un año y un día para cancelar la deuda.
Esto permite a la Argentina traer insumos que no paralicen sus cadenas de valor, no tener que utilizar dólares del SIRA, el Sistema de Importaciones de la República Argentina, que le son escasos dados sus compromisos con la monstruosa deuda externa que heredó del anterior gobierno, de Mauricio Macri, y no someterse a las bruscas variaciones del tipo de cambio.
No está especificado el monto pero se dio a entender que será por el total de las importaciones argentinas desde Brasil, y en su entusiasmo, el poderoso ministro de Economía Sergio Massa habla de que “en el caso de Brasil, van a poder aumentar el volumen de exportaciones a la Argentina y simplificarlas”. En síntesis, Massa considera que «es un win-win, para las empresas brasileñas y argentinas, para el Banco do Brasil y para el Banco Nación, y además adicionalmente para el Banco Central, que alivia el pago en el corto plazo de esas importaciones de Brasil», celebró en la Casa Rosada.
Este mes viajará una comitiva argentina a Brasil para cerrar los detalles de los mecanismos de funcionamiento con los regímenes de garantía. Bartesaghi puntualizó “que dada la situación, no estoy preparado para decir ‘estamos ante un nuevo relacionamiento entre Argentina y Brasil’. No, y esto pese a que el anterior fue tan malo: tanto, que ni se vieron las caras; es histórico lo que pasó. Esta aproximación Lula – Fernández era obvio que iba a darse, pero sus términos deberán confirmarse a través de instrumentos concretos en las próximas semanas o meses”
Massa tiene más aspiraciones. Destacó en declaraciones que se está avanzando en la integración energética binacional y regional –aunque en el Uruguay se viene hablando de ello y realizando conexiones al menos desde el inicio de este siglo. Los enviados argentinos a Brasil para acordar los mecanismos de comercio exterior planteados quieren avanzar en el estudio de una «moneda común y no única», que pueda utilizarse en todo el Mercosur. Unos días después habría una reunión entre las autoridades de los bancos centrales.
Por otro lado, Massa, en compañía de su par brasileño Fernando Haddad, detalló que el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES) financiaría 820 millones de dólares a Usiminas, una empresa del grupo Techint, para que fabrique la chapa de los caños del segundo tramo del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK) de Vaca Muerta.
En 2022, la Argentina tuvo un déficit comercial con Brasil por 2.254 millones de dólares; la séptima parte del intercambio, y 29,3% más que en 2021. En 2022 las importaciones argentinas sumaron 15.358 millones de dólares y realizó exportaciones que llegaron a los 13.104 millones de dólares, un avance de 9,7% respoecto de 2021. Las importaciones argentinas de Brasil son autos, camiones y otros productos manufacturados, con lo que Lula está cumpliendo con su compromiso electoral con la industria brasileña, congruente con su idea de “reindustrialización del Brasil” planteada en su discurso inaugural, puntualizó Ignacio Bartesaghi, analista de geopolítica y actualmente director de la materia Negocios Internacionales en UCU, la Universidad Católica.
A su criterio, este verdadero impacto positivo en las reservas del BCRA y la deuda política en la que queda Argentina habla más de una ayuda al presidente argentino para que púeda terminar su mandato que el visto bueno a una relación estratégica entre los dos países. “Esto último no sería lógico, dada la debilidad de Fernandez y la previsión de un cambio de gobierno en la Argentina”.
Plantea, sí, un cambio en la lectura de la realidad regional en relación a la imperante hasta medio siglo atrás, con Brasil como subperio, con una fuerte relación con EEUU que incluyó hasta el envío de un contingente de efectivos militares a participar de la Segunda Guerra –25.000 hombres en julio 1944– y hacerse cargo de responsabilidades en común con el Pentágono, como los planes de invasión al Uruguay en 1971 en caso de triunfar el Frente Amplio en las elecciones.
“Es cierto que la Argentina pasó de sus aspiraciones de ser “gran potencia” en décadas anteriores (los 1960) a una debilidad de conducción muy fuerte, y necesita apoyarse en Brasil; particularmente con un gobierno de Alberto Fernández tan, tan debilitado.”
“A su vez, Brasil, en su estrategia de global player, necesita dar señales de liderazgos regionales, expresados en la cumbre de la CELAC y en el relanzamiento de las relaciones estratégicas con Argentina que es su primer destino en viajes al exterior. Es un Lula que vino a ser complaciente con Uruguay. Son todos gestos de un Lula que llega para liderar, y asume en consecuencia costos a través de instrumentos concretos”.
“Lula está diciéndole que sí a todo el mundo: se abraza con Argentina, con CELAC, con Cuba, viene a Uruguay y se abraza con Lacalle Pou, ahora va a abrazarse con Biden y con Xi Jingpin, con el canciller alemán Olaf Scholtz y con la UE; hasta ahora, tenemos un Lula que está jugando para todo el mundo.”
Bartesaghi señala cómo captó esa situación la portada del semanario Veja: “es elocuente en cuanto a su sobre exageración. Que es la de un presidente todavía débil en la interna, que en consecuencia juega mucho con la política internacional. Y no quisiera sumar a Argentina a los problemas que ya tiene en el continente, con Venezuela, Perú y más”.
Y específicamente respecto del caso argentino, Bartesaghi afirma tener “la impresión de que Lula, quien tiene esa lógica de izquierdas y derechas, ve con muchísima preocupación la posible caída de Fernandez antes de terminar el mandato. Tan para Fernández juega que hizo un planteo de que Dilma Rousseff fuera embajadora en Argentina, como parte de su máximo esfuerzo para apoyar a Fernández”.
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