De zoológicos y jardines (I – IV)

Tiempo del olvido

¿Habrá llegado el tiempo del olvido, con la anestesia de nuestra memoria colectiva? En los setenta oíamos la frase que decía: –¿Hitler? No he oído hablar de eso. Tendremos que oír ahora aquello de –¿Guerra? No sé lo que es eso. –Nunca más entre nosotros. Nunca más guerras entre países europeos que se habían desangrado durante 70 años, decía el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, en 1993, hace 30 años, en su libro “El nuevo concierto europeo”.

Ya entonces veía que esas tragedias no se explicaban solo por el ascenso del fascismo, sino por el juego maniqueo de las grandes potencias, por el rechazo a un verdadero diálogo.

No dejaba de percibir que la construcción europea entraba en una zona de turbulencias. “Las dos crisis petroleras deberían habernos alertados sobre el carácter precario de nuestra prosperidad”, decía.

“Agotados por unas guerra fratricidas, privados de sus imperios coloniales, dependientes –en cuestiones de seguridad– de Estados Unidos, sofocados por lo competencia de nuevas potencias industriales, nuestros países se estaban deslizando peligrosamente hacia el declive….”

¿Cómo conservar, extender, esta paz tan querida para nosotros?, se preguntaba Delors.

“La era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado. Declaramos que de ahora en adelante nuestras relaciones se basarán en el respeto y la cooperación”, decían los Jefes de Estado o de Gobierno de los 35 Estados participantes en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), reunidos en París, en noviembre de 1990.

Eran momento de profundos cambios y de históricas esperanzas… El 16 de julio de 1990 se derrumbaba la Unión Soviética y, reunidos en Stávropol, Mijail Gorbachov hilaba, con Helmut Kohl, el tejido de este nuevo mundo, aceptando la incorporación de la Alemania unificada a la OTAN.

La vocación de la Comunidad Europea es la de aplicar a otros países del continente el método que a ella le ha ido tan bien. ¿Estamos dispuestos a afrontar estos retos? ¿Tenemos medios suficientes para lograr el éxito? Han pasado casi 30 años desde que Delors se hizo esas preguntas.

La Carta de París, firmada en la reunión de la CSCE, dibujaba el mundo que, en sus sueños, imaginaban forjar: “un resuelto compromiso con la democracia basada en los derechos humanos y las libertades fundamentales; prosperidad mediante la libertad económica y la justicia social; e igual seguridad para todos nuestros países”.

De jardines…

El Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell causó polémica cuando habló, el pasado 13 de octubre, ante los estudiantes de la Academia Diplomática Europea, en la ciudad belga de Brujas.

“¡Sí, Europa es un jardín! Hemos construido un jardín. Todo funciona. Es la mejor combinación de libertad política, prosperidad económica y cohesión social que la humanidad ha logrado construir. Las tres cosas juntas…” “La mayor parte del resto del mundo es una jungla y la jungla podría invadir el jardín. Los jardineros deben cuidarlo…”

Borrell lo sabe: “la jungla tiene una gran capacidad de expandirse y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín”.

Luiza Bialasiewicz, profesora de gobernanza europea en la Universidad de Ámsterdam, citada por el diario español El País, calificó el discurso como una “copia directa de la peor geopolítica neoconservadora de comienzos de los años 2000″. Bob Rae, embajador canadiense ante Naciones Unidas, comentó: “Qué analogía tan terrible”.

“Borrell no podía haberlo dicho mejor: el sistema más próspero creado en Europa se nutrió de sus raíces en las colonias, a las que oprimía sin piedad. Fue esta lógica de segregación y la filosofía de la superioridad la que formó la base del fascismo y el nazismo”, dijo la portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Maria Zájarova.

“Es muy raro que un diplomático de ese nivel ofenda a tanta gente y a tantos países en un solo discurso”, opinó Alex Lo, columnista del diario de Hong Kong, South China Morning Post.

Para Borrell la diferencia entre países desarrollados y no desarrollados no es la economía, sino las instituciones. Lo dijo en su discurso de Brujas, en la Bélgica de Leopoldo II. “Aquí tenemos un judiciario neutral e independiente. Aquí tenemos sistema de redistribución de los ingresos. Aquí tenemos elecciones que brindan libertad a los ciudadanos. Aquí tenemos luces rojas controlando el tráfico, gente recogiendo la basura. Tenemos esta clase de cosas que hacen la vida fácil y segura”.

Es difícil entender que Borrell pueda permanecer en su cargo después de ese discurso, aunque se defendió de las críticas alegando que fue mal entendido y la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, le haya reiterado su confianza.

Europa es el centro y el fin de la historia universal, había dicho G. W. F. Hegel, en 1807, en su “Fenomenología del Espíritu”. Para el sociólogo alemán Max Weber, el capitalismo era la realización de la modernidad. Para Weber –diría su colega Herbert Marcuse– existía una forma de racionalidad surgida en Occidente que ha contribuido a formar el capitalismo y que decidirá nuestro futuro previsible.

Como vemos, la herencia es antigua. Cuando Hitler ascendía al poder, hace ya casi un siglo, el también filósofo alemán Max Horkheimer –figura principal de la Escuela de Frankfurt, que integró con Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Friedrich Pollok, Franz Neumann y otros destacados intelectuales judíos alemanes de su época– decía, en un libro de aforismos que tituló “Ocaso”:

El imperialismo de los grandes estados europeos no tiene nada que envidiar al medievo con sus hogueras. Sus símbolos son protegidos con aparatos más sofisticados y con guardias mejor dotados que los santos de la Iglesia medieval…

El ocaso del capitalismo –agregó– no anuncia necesariamente la noche de la humanidad. Los enemigos de la Inquisición convirtieron aquel ocaso en el alba de un nuevo día.

Es obvio que algo salió mal. Quizás la clave está en lo que entonces Delors soñaba como vocación de la Comunidad Europea: aplicar a otros países del continente el método que a ella le ha servido tanto.

Y zoológicos…

Este relato lo escribió al periodista de la BBC de Londres, Dalia Ventura: “La infame historia de los zoológicos humanos que se mantuvieron abiertos en Europa hasta 1958”.

–Esta es una historia vil, asegura Ventura.

Hay que leerla. Ayuda a entender muchas cosas. El artículo puede ser visto aquí: BBC-Mundo

Ventura no omite una referencia al zoológico de Monteczuma, del que hablaban los cronistas españoles, “donde habitaban los bufones, y otras sabandijas de palacio”.

Luego la historia da un salto de 400 años. En medio del Renacimiento italiano, el cardenal Hipólito de Médici “se ufanaba de tener, además de toda clase de bestias exóticas, varios ‘salvajes’ que hablaban más de 20 lenguas, incluidos moros, tártaros, indios, turcos y africanos”.

Lo que comenzó como una curiosidad por parte de los observadores se convirtió en una pseudociencia macabra a mediados del siglo XIX, con los investigadores buscando evidencia física para su teoría de las razas. Especímenes humanos exóticos eran enviados a París, Nueva York, Londres o Berlín para deleite de la multitud.

La corte inglesa cae rendida a los pies del “encantador y astuto” polinesio Mai u Omai, presentado por el naturalista Joseph Banks en la corte del rey Jorge III. Más conocida es la historia de la sudafricana Saartjie Baartman, la «Venus Hotentote», mostrada en ferias en Europa, para delicia de los espectadores. Su gran atractivo eran sus enormes nalgas, que algún naturalista describió como “nalgas de mandril”. Falleció en 1815, pero su cerebro, esqueleto y órganos sexuales siguieron exhibidos en el Museo de la Humanidad de París hasta 1974. En 2002, sus restos fueron repatriados y enterrados en Sudáfrica.

“El clímax de la historia llega con el apogeo imperialista de finales del siglo XIX y principios del XX”, dice Ventura. La idea era mostrar a los salvajes en su estado natural. Entre 1877 y 1912, se presentaron aproximadamente 30 «exposiciones etnológicas» en el Jardin zoologique d’aclimatation de París.

400 indígenas javaneses fueron expuestos en la Feria Mundial de 1889 visitada por 28 millones de personas. “Interpretaban una música tan sofisticada que dejó al joven compositor Claude Debussy boquiabierto”.

“Ese mismo año, con el permiso del gobierno chileno, 11 nativos del pueblo Selknam u Oma, incluido un niño de 8 años, fueron embarcados a Europa para ser exhibidos en zoológicos humanos”. Si sobrevivían el viaje, afirma Ventura, la mayoría de estos «especímenes» sudamericanos perecían poco después de llegar a sus destinos.

En 1906 el antropólogo aficionado Madison Grant, un destacado eugenista, director de la Sociedad Zoológica de Nueva York, hizo exhibir al pigmeo congoleño Ota Benga en el zoológico del Bronx junto con simios y otros animales. A instancias de Grant, el director del zoológico puso a Ota Benga en una jaula con un orangután y lo etiquetó como «El eslabón perdido».

“Entretanto, las Exposiciones Coloniales de Marsella (1906 y 1922) y de París (1907 y 1931) continuaban mostrando a seres humanos en jaulas, a menudo desnudos o semidesnudos. A la de 1931 asistieron 34 millones de personas en seis meses”.

En el verano de 1897, el rey Leopoldo II había importado 267 congoleños a Bruselas para exhibirlos en su palacio colonial en Tervuren, al este de Bruselas.

Propietario del Estado Libre del Congo entre 1885 y 1908, la explotación de los recursos naturales del territorio hicieron inmensamente rico a Leopoldo a costa de la mitad de la población del Congo. La explotación le costó la vida de ocho a diez millones de personas, según diversos estudiosos.

Para la Exposición Internacional y Universal de Bruselas de 1958, una celebración de 200 días de los avances sociales, culturales y tecnológicos de la posguerra, se instaló un pueblo «típico», donde los espectadores observaban a congoleños, a menudo entre burlas. «Si no reaccionaban, les tiraban monedas o plátanos por la reja de bambú, escribió un periodista de la época”, cuenta Ventura.

Las motivaciones para seguir exhibiendo por décadas a seres humanos en Hamburgo, Copenhague, Barcelona, ​​Milán, Varsovia y demás, enfatizando las “diferencias» entre los «primitivos» y los «civilizados», estaban vinculadas, según los académicos, a tres fenómenos: la construcción de un otro imaginario, la teorización de una jerarquía de razas y la construcción de imperios coloniales.

“Se estima que los zoológicos humanos fueron vistos por unas 1.400 millones de personas. Y se sabe que jugaron un papel importante en el desarrollo del racismo moderno”, concluye la periodista.

Ventura nos recuerda que las exhibiciones etnográficas “dejaron de existir no por una revaluación ética, sino porque aparecieron nuevas formas de entretenimiento y la gente sencillamente dejó de interesarse. La última en cerrar fue la de Bélgica”.

Después fueron los jardines.

De zoológicos y jardines (II – IV)

El alba de un nuevo día

Durante muchos años ideólogos y políticos occidentales han estado diciendo que no hay alternativas a la democracia. Ellos se refieren, naturalmente, al llamado “modelo liberal de democracia”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, en su discurso del pasado 27 de octubre, en el Foro Internacional de Valdai. De forma arrogante –afirmó– descartan otras formas de gobierno. Una manera de plantear las cosas forjada desde los tiempos coloniales, “como si todos fueran de segunda clase, mientras ellos eran excepcionales”.

“Es el poder global lo que está en discusión con el así llamado Occidente”. Pero ese juego es ciertamente peligroso, sangriento y –digámoslo así– sucio”, advirtió Putin, pues deniega la soberanía a otros países y pueblos.

Occidente proclama el valor universal de su cultura y de su visión del mundo y la política que aplican está orientada a imponer esos valores de forma incondicional a todos los demás miembros de la comunidad internacional. Los nazis quemaban libros –recuerda Putin–, pero los “guardianes del liberalismo” pretenden prohibir ahora a Tchaikovski y Dostoyevsky.

Promueven guerras comerciales, sanciones, revoluciones de colores… Una de esas fue la de Ucrania, en 2014, que apoyaron con recursos cuyo monto hicieron público. O asesinan al general iraní, Qasen Soleimani. Lo mataron en un tercer país y asumieron públicamente, con orgullo, la responsabilidad de ese crimen. ¿En qué clase de mundo estamos viviendo?, se pregunta Putin.

No habló de la guerra de Vietnam, o de la más reciente invasión de Irak, dos de cuyos responsable siguen muy activos en política. Uno, militante de la socialdemocracia inglesa; el otro, el español, pasa haciendo recomendaciones democráticas en América Latina, acompañado de políticos regionales cómodos con la compañía de ese colega.

Uno puede opinar lo que quiera sobre Putin, sobre sus política o sobre su forma de gobernar. En mi opinión, se trata, sin embargo, de uno de los lideres políticos con la mayor capacidad de argumentar sobre su visión del mundo, con antecedentes históricos y perspectiva de futuro.

El discurso de Valdai abunda en referencias a esos mundos. Se trata de una crisis del modelo neoliberal, de un orden internacional al estilo norteamericano. “Ellos no tienen nada que ofrecer al mundo, excepto la perpetuación de su dominio”. Y eso –agregó Putin– ya no es posible.

El colapso de la Unión Soviética alteró el equilibro de las fuerzas geopolíticas. Vencedor, Occidente estableció las reglas. Pero hoy, ese predominio absoluto está desapareciendo. Estamos en una encrucijada decisiva, probablemente en la “más peligrosa, impredecible y, al mismo tiempo, la década más importante desde el final de la II Guerra Mundial”, en opinión de Putin.

Prensa patética

Es fácil condenar la guerra y la invasión de Ucrania; pero es también fácil vislumbrar –si se mira con cuidado– la creación de las condiciones que fueron haciendo esa guerra cada día más posible y más probable.
La guerra es una tragedia, pero me parece indispensable leer con atención el discurso de Putin en Valdai. Tratar de entender. Oír al adversario. O al enemigo. Putin es cuidadoso en el manejo de los detalles y quienes dicen que miente no tienen más alternativa que dar su propia versión de la historia.

Desde mi punto de vista, no es lo que hace, por ejemplo, Anton Troianovski, jefe del bureau del NYT en Moscú, en su artículo sobre el discurso de Putin. Para Troianovski es un discurso que intenta dividir Occidente, de ganar espacio político mientras trata –con frecuencia, sin éxito– de conservar el terreno conquistado en Ucrania desde la invasión de febrero pasado. Pero el discurso –y el debate posterior–, de más de cuatro horas, es, en mi opinión, mucho más que eso y la visión empobrecedora de Troianovski priva a sus lectores de una comprensión más acabada de un complejo escenario internacional.

La gran prensa occidental es patética. No solo en la cobertura de la guerra en Ucrania. Hay que leer el artículo de Chris Buckley, corresponsal jefe del NYT en Beijing, que ha estado cubriendo el país y los eventos del Partido Comunista por 25 años: “‘Uncle Xi’ to Exalted Ruler: China’s Leader Embodies His Authoritarian Era”, publicado el pasado 14 de octubre. ¿Cómo pedir a la élite norteamericana, que lee el Times, entender algo de un mundo complejo explicado por tales “expertos”.

Mucho antes de la invasión de Ucrania, desde 2014, gracias a la Ukraine Security Assistance Initiative del Departamento de Defensa, Estados Unidos ofreció entrenamiento y equipos al ejército ucraniano. El monto de esa ayuda ha llegado a superar los 19 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales –17,6 mil millones–, otorgados después de la invasión rusa. Hoy se habla de 60 mil millones. Para dar una dimensión a esas cifras, Prashad la compara con los 3,12 mil millones de dólares del presupuesto de Naciones Unidas para 2022.

O los comentarios de Steve Rosenberg, editor de la BBC en Rusia, para quien la clave de la larga reflexión de Putin fue la falta de “remordimientos en el mundo de Putin”. ¡Y la BBC lo presenta como “análisis”! Me parece improbable que Rosenberg haya leído toda la intervención de Putin en Valdai.

La militancia se repite en la televisión española, en la DW en español…  Ver el Guardian británico dejando en segundo plano el periodismo para transformarse en parte de la guerra en Ucrania me hizo suspender una modesta contribución mensual, que hice durante algunos años, al periódico.

Me fui entonces a leer la extensa intervención de Putin en el foro de Valdai, que se puede encontrar en la página del Kremlin, en inglés: kremlin.ru

De zoológicos y jardines (III – IV)

El nacimiento de un nuevo mundo

Nosotros tratamos de construir relaciones con los países más importantes de Occidente y con la OTAN. Lo hemos hecho de manera absolutamente sincera. ¿Qué obtuvimos como respuesta?, se preguntó Putin. Para ser breve, recibimos un “no” en todas las áreas posibles de cooperación.

Putin ha insistido en la idea de que no se puede unir a la humanidad dándole órdenes, diciéndole “haga como yo hago”, “sea como yo soy”. Es necesario oír la opinión de todos, respetar la identidad de cada sociedad, de cada nación. Citó como ejemplo diversos organismos de cooperación, como la Unión Económica de Eurasia –integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia–, la Organización de Cooperación de Shangai –conformada por ocho Estados miembros y cuatro observadores– o el ambicioso proyecto chino de la franja y la ruta.

En un esquema de cooperación de este tipo, Europa sería el extremo occidental de Eurasia. Pero no se ha ido conformado así esa integración. Por el contrario, confrontada con Rusia, transformada en su enemiga, la Europa actual ha consolidado su papel como extremo oriental de la OTAN.

Vijay Prashad, historiador hindú, director del Tricontinental: Institute for Social Research, publicó, en octubre pasado, un artículo en el que pasaba revista al escenario que culminó con la invasión rusa de Ucrania.

Mucho antes de la invasión de Ucrania, desde 2014, gracias a la Ukraine Security Assistance Initiative del Departamento de Defensa, Estados Unidos ofreció entrenamiento y equipos al ejército ucraniano. El monto de esa ayuda ha llegado a superar los 19 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales –17,6 mil millones–, otorgados después de la invasión rusa. Hoy se habla de 60 mil millones. Para dar una dimensión a esas cifras, Prashad la compara con los 3,12 mil millones de dólares del presupuesto de Naciones Unidas para 2022.

Prashad insiste en que Occidente debe dejar de bloquear las negociaciones entre Ucrania y Rusia. Nos recuerda que, en 2019, el presidente francés, Emmanuel Macron, había propuesto revisar las relaciones de Europa con Rusia, afirmando que alejar a Rusia de Europa “sería un profundo error estratégico”.

En 2020 estaba claro para Macron que las negociaciones ya no eran solo sobre los Acuerdos de Minsk, firmados en 2015 por Rusia, Ucrania, Alemania y Francia, para establecer zonas de seguridad en la frontera ucraniana-rusa. Era más que eso. Se trataba de la creación de una “nueva arquitectura de seguridad”, que no aislara a Rusia de Europa, iniciativas todas rechazadas por Washington.

En febrero de 2021 Macron desarrolla esa idea en una larga intervención en una conferencia en el Atlantic Council. La expansión de la OTAN hacia el este no va a incrementar la seguridad de Europa, aseguró.

El 7 de diciembre de 2021 Biden y Putin mantuvieron una entrevista telefónica. El presidente ruso volvió a exigir garantías de que la OTAN no seguiría expandiéndose hacia el este, ni desplegando sistemas de armas ofensivas en países vecinos a Rusia. “Washington no otorgó ninguna de esas garantías”, asegura Prashad.

El objetivo de los Estados Unidos era imponer sanciones económicas severas y sostenibles para hacer inviable la economía rusa e intensificar su apoyo militar a Ucrania, de modo que pueda ganar la guerra.

El pasado 15 de octubre Washington anunció un nuevo paquete de 725 millones de dólares en armas y asistencia militar para Ucrania, incluyendo más municiones para sus HIMARS (High Mobility Artillery Rocket Systems).

Robert A. Pape, profesor de la Universidad de Chicago y autor de un libro sobre las características de la guerra aérea, estima que el bombardeo de áreas civiles en Ucrania no va a debilitar el gobierno de Volodymyr Zelensky. Que el poder aéreo solo se ha mostrado efectivo cuando es capaz de destruir objetivos militares. Pape piensa que no es el caso en esta guerra y que a Putin solo le quedan dos opciones: aceptar una nueva cortina de hierro que separe a Rusia de Europa “o continuar peleando hasta el final, a riesgo de perder parte de Rusia”. ¿Se pretende incrementar así la seguridad de Europa (y del mundo)?

En estos días se multiplican los análisis de académicos norteamericanos sobre el escenario internacional. Entre ellos el de G. John Ikenberry, Albert G. Milbank Professor de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Global Eminence Scholar en la Kyung Hee University, de Seúl.

En su largo artículo–“Power Endures”–, publicado en la edición de noviembre/diciembre de Foreign Affairs, asegura que el orden internacional encabezado por Estados Unidos “no está en declive”. Sus más de seis mil palabras no son más que argumentos para sostener su conclusión, sin que ni una sola vez aparezca la palabra América Latina. Da por un hecho que son los pies sobre los que se yergue el poderío norteamericano. Es la única, entre las grandes potencias, que nació en el Nuevo Mundo. Las otras, como China o Rusia, están rodeados de vecinos alborotadores, que luchan por espacios hegemónicos. Los Estados Unidos no. Desde el inicio, alejado de sus principales rivales, disfrutaba de su patio trasero, de un hemisferio sin rivales.

Para Ikenberry, la narrativa de que Estados Unidos está perdiendo su papel de potencia dominante ignora las profundas circunstancias que continúan haciendo del país una presencia dominante en la organización del mundo político en el siglo XXI. Su papel descansaría no solo en la fuerza bruta, o en su pasado comportamiento imperial, sino en sus ideas, instituciones y valores.

Independientemente del acierto o no de sus evaluaciones (yo pienso que hay mucho de wishfull thinking), autores como Ikenberry dejan de lado un importante factor en su análisis: el económico.

De zoológicos y jardines (IV y final)

Sin fuerzas para enterrar a su hija

Una rápida mirada al mundo de hoy revela la dimensión de la crisis y de la incertidumbre, aunque, para Ikenberry, nada pone en duda las ideas, las instituciones o los valores de la sociedad norteamericana.

Sin embargo, desde la crisis financiera del 2008 se multiplican los síntomas de un problema más profundo. El economista Nouriel Rouibini destacó, en entrevista a la BBC el pasado 25 de octubre, su preocupación por la creciente deuda pública y privada mundial. “En la década de 1970, el ratio de deuda privada y pública sobre el PIB estaba en torno a un 100% y ahora, en las economías avanzadas, está en 420% y subiendo”.

En septiembre pasado, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos expresó su preocupación por un aumento de la deuda del público que, entre 2007 y 2022 pasó de 5,1 millones de millones de dólares a más de 23 millones de millones.

“La palabra ‘crisis’ no es una hipérbole”, dijo el editor ejecutivo de Bloomberg Opinion, Robert Burgess. La liquidez se está evaporando rápidamente. La volatilidad se dispara. Incluso la demanda en las subastas de deuda del gobierno de los Estados Unidos se está convirtiendo en una preocupación.

Fuente foto «Pajarorojo»

Las condiciones son tan preocupantes que la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dio un paso inusual al expresar su preocupación por un posible colapso en el comercio, señalando que su departamento está «preocupado por la pérdida de liquidez adecuada» en el mercado de los valores del gobierno de los Estados Unidos. Lo que más debería preocupar a la Fed y al Departamento del Tesoro es el deterioro de la demanda en las subastas de deuda de Estados Unidos, estimó Burgess. Una baja demanda implicaría, además, que el gobierno debe pagar más conseguir recursos. “No se equivoquen –agregó– si el mercado del Tesoro se paraliza, la economía global y el sistema financiero tendrán problemas mucho mayores que una inflación elevada”.El panorama se extiende, con sus matices, por gran parte de Occidente. El mercado de bonos de los Estados Unidos da el tono a los mercados de la deuda en todo el mundo y los problemas de las últimas semanas en el Reino Unido desnudaron la crisis de liquidez por la que atraviesa la mayoría de los principales mercados de deuda soberana.Mientras Rusia denuncia que Inglaterra abastece y entrena las fuerzas militares ucranianas y la acusa de haber dirigido y coordinado el ataque contra los gasoductos submarinos Nord Stream en septiembre, la prensa inglesa anuncia que millones de personas tienen que saltarse alguna comida, mientras se profundiza la crisis provocada por el aumento del costo de vida. Hay más gente –incluyendo niños­– pasando hambre hoy que durante las primeras semanas del cierre por el Covid, dice el Guardian.El pasado 3 de noviembre el Banco de Inglaterra advirtió que el Reino Unido enfrentará un escenario “muy desafiante”, con una inflación no vista en los últimos 40 años y un aumento del desempleo, que pasará del 3,5% actual a casi 6,5%, en los próximos tres años. Si bien no será la recesión más profunda de su historia, será la más larga desde que comenzaron los registros en la década de 1920, dijo el banco.El boicot al Nord Stream II fue, desde el principio, un objetivo central de la política norteamericana para evitar un vínculo permanente y estratégico entre Europa y Rusia.

“La destrucción de los gasoductos Nord Stream resume esa dinámica en pocas palabras. Durante casi una década, una demanda constante de los Estados Unidos fue que a Alemania rechazara su dependencia de la energía rusa. Tales demandas fueron contestadas por Gerhard Schroeder, Angela Merkel y líderes empresariales alemanes”, dijo el profesor de la Universidad de Missouri, Michael Hudson, en artículo publicado en Brave New Europe (el artículo, sobre la posición alemana en el nuevo orden global norteamericano, en inglés, puede ser visto aquí: Braveneweurope

En su opinión, el  país que sufrirá el mayor daño colateral de esta fractura global será Alemania. Quizás eso explique en parte la rápida visita del canciller Olaf Scholz a Beijing a principios de noviembre. Pero Alemania no será el único país a sufrir esas consecuencias. Las protestas se multiplican, en Praga, en Roma, en París…

En agosto, Macron pronunció su discurso de otoño, anunciando “el fin de la abundancia” y reiterando que “vivimos un momento de gran convulsión”

Dos meses después, Thierry Pech, director general del centro de estudios Terra Nova, de París, comentó que, para Macron “la sucesión de crisis que estamos viviendo —crisis climática, guerra en Ucrania, inflación récord, subida de los tipos de interés…— no es el resultado de una oscura coincidencia de desgracias”, sino el signo de un gran cambio.

“Es probable que el consumidor europeo experimente penurias de las que no suele acordarse: escasez, desabastecimiento, racionamiento energético, inflación de dos dígitos y… miedo”. El fin de lo evidente, dice Pech.

En su opinión, el  país que sufrirá el mayor daño colateral de esta fractura global será Alemania. Quizás eso explique en parte la rápida visita del canciller Olaf Scholz a Beijing a principios de noviembre. Pero Alemania no será el único país a sufrir esas consecuencias. Las protestas se multiplican, en Praga, en Roma, en París… En agosto, Macron pronunció su discurso de otoño, anunciando “el fin de la abundancia” y reiterando que “vivimos un momento de gran convulsión”. Dos meses después, Thierry Pech, director general del centro de estudios Terra Nova, de París, comentó que, para Macron “la sucesión de crisis que estamos viviendo —crisis climática, guerra en Ucrania, inflación récord, subida de los tipos de interés…— no es el resultado de una oscura coincidencia de desgracias”, sino el signo de un gran cambio

El canciller alemán, Olof Scholz, se mueve en medio de esas aguas turbulentas. El 27 de octubre se reunió con Macron en París. El bajo perfil mediático del encuentro dejó en evidencia “el delicado momento que vive la relación francoalemana, consecuencia, en parte, del seísmo geoestratégico de la guerra de Ucrania”, dijo Eusebio Val, corresponsal del diario catalán La Vanguardia en París.

“La sacudida provocada por la invasión rusa de Ucrania y sus graves efectos económicos han hecho aflorar diferencias de fondo y prioridades que parecen difíciles de conciliar”.

En el terreno de la defensa, la cooperación francoalemana chirría desde hace años, recordó, señalando que Berlín pretende un escudo antimisiles europeo –con participación de Estados Unidos e Israel– mientras París planea uno alternativo, en alianza con Italia.

“Diversos son los puntos de fricción”, agregaría el director adjunto del diario La Vanguardia, Enric Juliana (en mi opinión, uno de los mejores analistas políticos en España), comentando el encuentro. E hizo una lista: “La negativa alemana a topar el precio del gas en Europa por miedo al desabastecimiento; el generoso plan alemán para proteger su industria, un airbag que otros países europeos no se pueden permitir; la reticencia francesa ante los planes alemanes de fomentar tuberías hacia el sur de Europa y el norte de África en busca de energía más segura; el escudo antimisiles europeo publicitado por Alemania, sin la participación de Francia, proyecto ante el cual España se ha puesto de perfil mientras negociaba la interconexión energética con los franceses (estamos hablando de la industria militar)”.

“Desavenencias objetivas y nervios derivados de la guerra de Ucrania. Francia vuelve a ser un polvorín social y Alemania ha decidido que la principal prioridad es proteger su industria. Francia sigue confiando en su potente planta nuclear; Alemania no sabe cómo será el invierno del 2024. Todos quisieran acabar la guerra y nadie sabe cómo”, dijo Juliana.

Juliana mencionó a Israel, justo cuando acaba de perfilarse un nuevo gobierno en ese país, cada vez más cercano a una versión racista nazi, alejada de todas las normas internacionales reconocidas sobre el conflicto palestino, que podría ocupar un creciente papel desestabilizador en el escenario internacional.

A diferencia de Ucrania, la Unión Europea (UE) ha sido mucho menos asertiva con el conflicto de Gaza, le señalaron a Borrell dos periodistas del diario El País, en una entrevista hecha en San Lorenzo de El Escorial.

Resolver la situación de la gente atrapada en esa cárcel al aire libre que es Gaza no está en manos de la UE. Es una situación escandalosa, una vergüenza, pero no está en nuestras manos resolverla. La comunidad internacional debería buscar una solución para la gente hacinada, sin electricidad, casi sin agua potable, contestó el jefe de la diplomacia comunitaria.

“Se nos critica con mucha frecuencia por tener un doble rasero”, se lamentó Borrell. “Pero la política internacional es, en buena medida, la administración de los dobles estándares. No nos enfrentamos con los mismos criterios a todos los problemas. El conflicto de Oriente Próximo no tiene solución sin un compromiso muy fuerte por parte de Estados Unidos Y, tras intentarlo sin éxito tantas veces en el pasado, ahora mismo no lo hay. Aunque nada de esto sirve de consuelo a la gente que vive allí”.

Uno de cada cuadro hogares británicos con niños experimentó inseguridad alimentaria el mes pasado, decía, en octubre, el Guardian. Una nadería, comparada con lo que el periodista hindú del Servicio Mundial de la BBC, Swaminathan Natarajan, publicaba el pasado 16 de octubre. “Ratas, huesos y barro: los alimentos del hambre que la gente desesperada come para sobrevivir”, titulaba su artículo.

“Durante los últimos dos años, Lindinalva Maria da Silva Nascimento, una abuela jubilada de 63 años de São Paulo, Brasil, ha estado comiendo huesos y piel desechados por los carniceros locales”, afirma.

Cerca de Chennai, al sur de la India, Rani, una mujer de 49 años, le cuenta que ha estado “comiendo ratas desde la infancia y nunca he tenido ningún problema de salud. Alimento a mi nieta de dos años con ratas. Estamos acostumbrados». Es, al parecer, una rata de campo, algo distinta a las que podemos encontrar en nuestras ciudades.

La ONU dice que Somalia enfrenta un hambre catastrófica en medio de un conflicto armado y de la peor sequía del país en 40 años, que ya ha desplazado a más de un millón de personas.

Sharifo Hassan Ali, de cuarenta años y madre de siete hijos, es una de las desplazadas. «Durante el viaje comíamos solo una vez al día. Cuando no había mucha comida, les dábamos de comer a los niños y pasábamos hambre».

Cada vez más niños están muriendo en Somalia en medio de esa sequía. Funcionarios del gobierno dicen que una catástrofe aún mayor podría ocurrir en cuestión de días, o de semanas, a menos que llegue más ayuda.

«Vi morir a mi hija (Farhir, de tres años) ante mí y no pude hacer nada», dijo Fatuma Omar a Andrew Harding, también de la BBC, desde Baidoa, Somalia. Fatuma caminó durante al menos 15 días con sus nueve hijos desde un pueblo llamado Buulo Ciir para llegar a Baidoa. «La cargué en mis brazos durante diez días. Tuvimos que dejarla al costado del camino. No tenía fuerzas para enterrarla. Podíamos escuchar a las hienas acercándose».

Tres días antes, Washington anunciaba otros 725 millones de dólares de ayuda militar para Ucrania.

Europa necesita 60 millones de inmigrantes para sobrevivir, señalan estudios demográficos de Naciones Unidas y de centros de estudio internacionales. “No bastará con alargar la edad de jubilación, ni incorporar más mujeres al mercado laboral o aumentar la natalidad. Tampoco será suficiente con robotizar aún más la economía”.

“Solo la inmigración puede corregir este desequilibrio, y la de origen africano será la que, con más naturalidad, podrá aportar la mano de obra necesaria para mantener el crecimiento”.

“El antagonismo occidental contra Oriente fue promovido por las Cruzadas (1095-1291), así como la Guerra Fría de hoy es una cruzada contra las economías que amenazan el  dominio de los Estados Unidos en el mundo”, dijo el profesor Michael Hudson.

“Esa fractura global promete ser una lucha de diez o veinte años para determinar si la economía mundial será una economía dolarizada, unipolar, centrada en los Estados Unidos, o un mundo multipolar y multimoneda, centrado en el corazón de Eurasia, con economías públicas/privadas mixtas”, agregó.

En su opinión, el actual conflicto em Ucrania no terminará hasta que una alternativa al actual conjunto de instituciones internacionales centradas en los Estados Unidos sea encontrada.

Me parece evidente que el actual orden internacional se ha hecho insostenible. Creo que el profesor Hudson tiene razón.
FIN

Foto portada «Sinpermiso»

 

Por Gilberto Lopes
Periodista (gclopes1948@gmail.com)

 

 

  

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