En la peluquería de Luis

– ¿Luis cómo andas, nene?. Disculpá que te caiga de sorpresa pero vengo hacer honor a tu peluquería. ¡Peluquería Innovación!. Eso dice el cartel o ¿no?.

Vengo muy intoxicado por el mal humor de la gente. Desde hace tiempo necesito sentirme renovado. Oxigenarme.

– ¡Bien, ¿y vos?!. ¡Venga un abrazo!. Pasá tranqui que no hay nadie.

– ¡Ohpaaa!. Muy linda la tenés. Tu padres unos reyes. Al primer golpe de vista te la dejaron notablemente servida. Paredes bien blancas con sillas de varios colores. Todo una promesa. Son de madera, ¿no?.

– Sí, de madera. Coquetas pero son incómodas. ¿Se nota?.
– Si vos lo decís ya alcanza. Me parece que te cuesta combinarlas, ¿no?.

– Me cuesta cuando el sol viene de frente. Por eso las tengo más del lado de las sombras para que las vetas no se noten tanto. Además si te apoyás del lado derecho hacen ruidos. Crujen. A esta altura lo único que me preocupa es no quedar pegado.

– O sea, ¿mejor apoyarse del lado izquierdo?. En ese lado por lo menos si te caés tenés respaldo y colchones, ¿no?.
– No sé. No te puedo decir que sí. Las sillas que las usen como puedan. De paso te comento. Esto de trabajar cansa.

– ¡¿Cansa?!. ¿Recién comenzaste a trabajar y ya querés tirar la toalla?. Igual se te nota más gordito. ¿Vas por la peluca?. ¡Ja!.

– Tirar la toalla, no. Pero esto de estar solo y siempre tener a Papá abriendo el camino con la bocina me cansa. No tengo independencia ni identidad. Mamá ya ni opina. Por eso me compré estos Gatos Chinos. No sé para qué sirven pero los quiero porque me parecen divertidos. Hay muchos vecinos del barrio que me cuestionan de por qué los quiero. Dicen que no tengo criterio y que me aferro a cualquier cosa solo para decir que algo tengo. ¿Es así?.

– No sé si es así. Pero ese es tu problema. Siempre preocupado por lo divertido y superficial de las cosas. Sos foto y título nada más. ¿Cuándo le vas a dar un sentido y perspectivas a las cosas?. Lo humano en vos nunca llega. La vida y sus efectos son mucho más complejos. Por eso los vecinos te critican y la gente se impacienta. Es como que las nubes en vos quedan. ¿No te das cuenta?.

– ¿Te vas a cortar el pelo o viniste solo a pegarme en el piso?.
– ¡Ja!. Como te dije vine a innovarme. Vengo aquí porque en tu lanzamiento es lo que promocionaste como un caballito de batalla. ¿O ahora solo sos un caballito abandonado y agotado con sed sin puntos cardinales?. Te pido por favor que no me hagas el corte de palmerita peinado despeinado, estilo libre pero controlado.

– Mientras apronto las tijeras. ¿Querés un café y algo para leer?. Esta es mi lectura para blindarme de la soledad.
– ¿Qué tenés?.

– Café colombiano. Me lo regaló un amigo medio reaccionario pero igual sabemos mantener buenos momentos. Coincidimos mucho con el Evangelio. Nos enriquecemos filosóficamente, discrepamos y coincidimos. Igual siempre terminamos en lo mismo. Nos reímos porque nunca avanzamos en nada ya que siempre caemos en los mismos dogmas. Para leer tengo El País.
– Gracias. Pero café ahora no quiero. ¿Algo mejor para leer no tenés?.
– Sí. Claro que tengo. Tengo otros diarios o libros que nunca los leí. Porque tal vez como bien decís siempre estoy preocupado por lo superficial y divertido. Por el molde. Igual lo siniestro es un rubro que consumo bastante. Mirá estos libros tratan temas. Temas como laicidad, calidad democrática, ciencia, ¿cómo proyectarse a futuro?, economía macro, creatividad, «empatía no solo por lo nuestro», salud, educación, etc. ¡Ah!, también hay unos de Artigas y otras cosas más. Te reitero nunca los leí. ¿Se nota?.
– Sí. En este caso está clarísimo. No es necesario que vos lo digas.

– Bueno. Ahora te voy a ir cortando el pelo. Cuando vos me digas que te innovaste ahí lo dejamos listo. ¿Te parece?.
– Bueno. Noto que propuesta clara no tenés. Vas a ir improvisando. No has cambiado en nada. Confianza te tengo que tener porque por algo las vecinas y vecinos te eligieron como el peluquero del barrio. ¿O sos puro cartel?. ¡Ja!.

– Siempre peleador vos. Arrancamos por la zona izquierda y me vas diciendo.

¿Cómo vamos?… ¿Sigo así?… ¿Te parece bien?…

– Che, ¿no te parece mucha e innecesaria tijera?. Pará un poco. No cortes más por ahí.
– Está perfecto. Mirá como se resalta la parte alta de la derecha.
– ¿Pero qué estás haciendo?. ¡Pará!. Corta más de la derecha.

– Pero no quiero porque queda muy equilibrado. Tengo que innovar.
– Pero no estás innovando nada. El pelo está hecho un desorden. Continúas con las mismas burradas de siempre. ¡Otra vez!. ¡Peluqueros conservadores que mueren con sus recetas obsoletas en el intento de ser algo nuevo. ¿No te das cuenta?.
– Pero te queda divertido.
– ¿Pero qué?, ¿estás cómo Batlle, nene?. Te aviso que así nos fue mal.

– La zona del frente de la cabeza la llevamos casi a cero.
– Pero ¿qué casi a cero?. Déjala libre y que crezca como quiera. No te hagas el loco.

– No pasa nada. Es mejor. Resalta la cadenita de oro así te la cuido.
– Pero la cadenita de oro reluce sola, no dialoga y no comparte nada con el pelo. ¿Qué estás haciendo?. ¿El pelo de atrás que lo habíamos encaminado y mejorado bastante cómo lo vas a emparejar?. ¿Para arriba?.
– No importa. En la foto nunca sale.

– ¿Pero qué estás diciendo?. No estás innovando nada, ni mejorando. Me estás tomando el pelo. Che, además ahora tirás tijerazos para todos lados como que vas regalando todo. Es fácil regalar cuando no querés lo tuyo o no te importa porque es de los demás. ¡Total para vos es lo mismo, tu patrimonio no es afectado!.

– No me importa lo que vos me digas porque mis lecturas me blindan.

¡Esperá un momento!. Cerrá los ojos que te termino de cortar el pelo y vas a ver que quedás innovado.
– Bueno. Respeto tus tiempos pero ponete las pilas.

– Continúo. Vamos impecable… Perfecto… Te digo que vamos bien… Confiá…
– ¿Tenés para mucho más?. Te pregunto porque tengo los párpados totalmente pegados.

–  Esperá. ¡Quedó!.

Abrí los ojos por favor a la cuenta de 3. Uno, dos y tres, ¿y?. ¿Qué te parece?.

– ¡Me dejaste casi pelado!. ¡Te recibiste de burro!. ¡Quedé peor!. ¡No innovase nada!. ¡Hiciste tabula rasa!. ¡¿Cómo la arreglamos?!. ¡¿Volver a empezar?!. ¡Ahora por lo menos ofreceme el mejor café que tengas!. No el de tu amigo colombiano porque sé que en Colombia hay mejores.

– ¡Pero te quedó divertido!…

Bueno. Está bien. Voy. Te preparo el café. Esperá tranquilo…

– ¿Luis estás bien?.
– Sí. Pero no sé qué pasó. ¡Explotó la cafetera como una bomba!. ¡Me quedaron los pelos de punta!.
– Pero, ¿por qué explotó?.
– No sé.
– ¿Cómo que no sabés qué pasó?. Es tu peluquería.
– No sé.
– Luis esto no es divertido. ¿No te das cuenta?.

Por Andrés Legnani

 

 

 

  

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.

Más del Autor: