Perplejos ante un giro difícil de explicar, analistas chilenos tratan de rehacer el camino transitado por el país entre las enormes protestas de octubre del 2019 contra un orden que lucía agotado y el resultado del primer turno electoral del domingo 21 de noviembre, que parece reforzarlo.
El candidato de una derecha más desvergonzada (contra la cual protestaban en las calles más de un millón de chilenos hace dos años), José Antonio Kast, se impuso por dos puntos porcentuales (28% a 26%) a Gabriel Boric, un centrista moderado, de “extrema izquierda” para Kast.
Para el medio digital La Mirada Semanal “no hay dos lecturas para interpretar los resultados de las recientes elecciones”. Lo califica de “un severo traspié para los sectores progresistas y un respiro alentador para una derecha hoy más diversa, con la irrupción de nuevos integrantes bajo el liderazgo algo incómodo de José Antonio Kast”.
¿Cómo se explica que, tras el estruendoso fracaso del actual gobierno, una mayoría ciudadana opte por una alternativa de extrema derecha? ¿Qué cambió desde el estallido social de hace dos años hasta ahora?, se pregunta.
Pese a su propia interpretación de lo ocurrido, reconoce que “se ensayan múltiples explicaciones para estos resultados”. La más recurrida es el temor de los electores ante las diversas manifestaciones de violencia y de desorden que ven extenderse por el país y que le pasaron la cuenta al “progresismo”. Una parte importante del electorado habría comprado la oferta de Kast, de gobernar con orden y autoridad y la sugerencia de que, en diciembre, la elección será entre “la libertad y el comunismo”.
Explicaciones plausibles, pero simplonas, asegura el medio, “aunque ciertamente insuficiente”.
La segunda vuelta del próximo 19 de diciembre –agrega– será entre la “restauración” y la “reforma” y se pregunta si “¿estaremos transitando del estallido social a un gobierno de extrema derecha, pariente cercano de Jair Bolsonaro?”.
Libertad o comunismo
Apenas conocidos los resultados del pasado domingo, Kast volvió a hacer sonar las teclas más estridentes de su campaña. “Son ellos los que quieren indultar a los vándalos que destruyen”, afirmó, en referencia a Boric y a sus aliados del Partido Comunista (PC), que exigen la liberación de los presos: políticos, para unos; delincuentes comunes, para otros.
En agosto pasado Jaime Fuentes, abogado y vocero de la Agrupación Nacional de Familiares de Presos Políticos, dijo que 77 personas se encontraban en prisión preventiva, 120 en arresto domiciliario y cinco mil más enfrentaban formalizaciones judiciales por hechos vinculados a las protestas del 2019, que dejaron, además, decenas de jóvenes ciegos o con daños oculares debido a la particular forma de represión, con los carabineros disparándoles en la cara las bombas lacrimógenas.
En ese clima, Kast reclama a Boric y al PC “reunirse con terroristas y asesinos” y de no haber estado nunca “al lado de las víctimas del terrorismo y la delincuencia”.
«No queremos ir en la ruta que nos lleva a ser Venezuela o Cuba u otros países complicados. Queremos llegar a ese país desarrollado del que nos alejó y detuvo la violencia y la pandemia», dijo en su discurso, después de conocido el resultado electoral.
Una noche de viernes, con los restaurants en el elegante barrio de Vitacura llenos, resulta difícil imaginar ese camino, pero el recurso retórico funciona.
–Si quiere lo puedo llevar a los restaurants narcos, con los Porsches y Masseratis en el estacionamiento, me dice uno de los empresarios más importantes del país.
Habla de fuga de capitales. No necesariamente de grandes capitales, sino de ahorros de profesionales, o de pequeños empresarios, que están sacando su dinero de Chile.
Sin embargo, hay otra realidad. Y otro Santiago también.
Kast la enfrentó cuando visitó la población de Lo Espejo, el pasado miércoles 24, y fue recibido con insultos y escupitajos. Tuvo que cancelar su programada conferencia de prensa.
Lo Espejo es el “otro” Santiago. El de la pobreza y el hacinamiento. Donde, en un terreno de 180 metros cuadrados y en una vivienda de carácter social, viven hasta 30 personas.
La semana pasada, un día antes de las elecciones, Osvaldo Torres, un antropólogo, director de la fundación “Casa Común”, me contestaba a la pregunta de si los últimos 30 años habían sido los mejores de la historia de Chile (como aseguraba Ernesto Ottone, un exasesor del presidente Ricardo Lagos), afirmando que dependía de dónde vivías.
– Dime donde vives y tendrás la respuesta si lo fueron a no. Si vives en un departamento de 40 metros cuadrados, en una vivienda social, con tres niños, eso no es cierto. Si vives acosado por el narcotráfico, por la violencia, no son los mejores 30 años de tu vida.
La violencia y el narcotráfico son dos temas recurrentes en el debate y en las conversaciones en Santiago. Para el que viene de lejos, no deja de sorprender. En unos pocos días no es fácil percibirlos en toda su dimensión, pero no hay duda de que son temas que mueven la campaña.
En los extremos
Para Luis Marcó, también en La Mirada Semanal, “la elección presidencial se definirá en los extremos, en los contrapuntos que no admiten medias tintas: orden versus esperanza , restauración o cambios estructurales, seguridad o inclusión, rebaja de impuestos o sindicalismo por ramas…, suma y sigue”.
Veníamos de un nuevo mapa político, dibujado por un estallido aparentemente definitorio. ¿Es eso cierto?, se pregunta.
Parece que no.
Para el mismo Marcó, el Chile del grupo feminista Las Tesis, de las 40 horas laborales, o de los derechos garantizados, se asienta en un cambio cultural “posmoderno”. Pero “en los intersticios se cuelan las contraculturas”. Habla de una diversidad de “anarquistas, narcos, barras bravas o jóvenes dañados por el Servicio Nacional de Menores (Sename)”. “Llevan su propia estética y su propia lógica de violencia”.
Para Gonzalo Martner, economista, aliado de Boric, candidato a senador (no electo) “el reforzamiento de la extrema derecha ocurre en el Chile de hoy por mucho que implique una gran regresión para los derechos de las mujeres y de las diversidades, que los resultados del plebiscito constitucional y la elección de la Convención nos hicieron pensar habían avanzado para quedarse”.
Y a pesar de que proponga también un avance de las formas neoliberales más extremas, “consistente en bajar impuestos a los más ricos, debilitar las políticas sociales (incluyendo mantener el sistema de pensiones de las AFP), privatizar las pocas empresas públicas existentes (incluyendo la estatal del cobre CODELCO), desregular la legislación del trabajo en favor de los empleadores y hacer caso omiso de la lucha contra el cambio climático o la protección del ambiente y los animales”.
Octubre o el “despertar social”
Efrén Osorio, vocero del partido Acción Humanista y presidente de la Fundación Moebius, se refirió a lo que, para él, es el “meollo de la cuestión”: “para entender bien lo que pasó con el triunfo electoral del ultraderechista Kast, es necesario entender lo que sucedió en ese octubre del llamado estallido o despertar social”.
El desborde social de octubre de 2019 –dice Osorio– “hizo coincidir en las calles a cesantes y profesionales, asalariados y comerciantes. Allí estaban los jóvenes endeudados por el CAE (un sistema de evaluación del costo de los créditos), los adultos que no pueden cuidar a sus padres enfermos y los viejos que sobreviven con pensiones miserables, la diversidad sexual discriminada junto con los medianos empresarios asfixiados por los bancos”.
Pero –agrega– “también estaban el lumpen organizado, las redes de narcotráfico y los infiltrados de carabineros, investigaciones y quizás qué otro grupo de extrema derecha que actúa en las sombras”.
“No estoy minimizando o quitándoles importancia a ese octubre chileno que remeció al mundo”. “Solo digo que es necesario caracterizarlo bien. Ese octubre fue un desborde social muy heterogéneo, de una inusitada energía social, pero muy alejado de un momento revolucionario. Fue mayoritariamente un reclamo”.
En su opinión, lo que había de común en los millones de chilenos que protestaban era un sentimiento de enojo y de hastío “por la injusticia, la marginación y el abuso que ha realizado toda la institucionalidad (partidos, iglesias, prensa, fútbol, FFAA, etc.) y que está presente en los sectores populares despolitizados, las capas medias profesionales y hasta en los medianos empresarios”.
Osorio, parte del equipo del diputado Tomás Hirsh, el único representante de la izquierda reelecto diputado en la región más conservadora de Santiago, partidario de Boric, explica porque se opusieron al acuerdo de noviembre del 2020, mediante el cual dirigentes de los partidos políticos decidieron convocar a un plebiscito para consultar a los chilenos si querían una nueva constitución.
–Nos opusimos porque se firmó a espaldas del llamado movimiento social.
“Entre el 18 de octubre del Santiago en llamas y el acuerdo cupular de noviembre firmado en la cocina del trasnoche, está la marcha del millón de personas del 25 de octubre”. Y agrega que “romantizar como revolucionario los saqueos y la violencia, más allá de los infiltrados que también existen, es equivocar el diagnóstico, es forzar mañosamente la realidad para hacerla parecer a los anhelos románticos de algunos, es regalarle el ‘buen vivir’ al fascismo”.
Peces muertos en una playa desierta
Así es como Odette Magnet ve el momento político en Chile. Periodista y escritora, exagregada de prensa de las embajadas de Chile en Washington y Londres, para Magnet “el país no arranca, con dos proyectos muy distintos, sin asomo de unidad. Empatado. Entrampado. Esquizofrénico. El miedo de los unos choca con la sed de cambio de los otros”.
Es lo que califica como “la resaca del día después”. Peces muertos a la orilla de una playa desierta. Un país profundamente polarizado”. No hay punto de encuentro.
“El nuevo mapa político que emerge tras estas elecciones muestra un cuadro de dispersión y disgregación política que conspira en contra de la gobernabilidad futura del país. Que la derecha haya obtenido la mitad del Senado y retenga una alta representación en la Cámara de Diputados, anticipa un serio obstáculo a los cambios estructurales que propone la opción de Gabriel Boric”, había dicho La Mirada Semanal.
Magnet resume así el escenario: “Kast, el candidato del sentido común, como le gusta definirse, está en contra de la nueva Constitución, la gratuidad universitaria, el matrimonio igualitario, el aborto libre, el feminismo, entre otras cosas. O sea, buena parte de las exigencias del estallido social”.
“Promovió la campaña del terror y manipuló con gran destreza las teclas del miedo. El miedo a los migrantes, a la inseguridad laboral, a la delincuencia, el comunismo. El miedo. Basó su discurso en el orden, el crecimiento económico y la libertad, la libertad, la libertad”.
Pero no todos los espacios los ocupa Kast. Magnet estima que los ecos del estallido social de hace dos años “están lejos de apagarse”.
Nos recuerda que Boric encarna las demandas de ese estallido. “Capitalizó el descontento que reclama fin a los abusos, la corrupción y promueve cambios reales en el sistema tributario, de salud, educación y pensiones. Aboga por una sociedad de mayor justicia social y propuestas dignas, inclusivas y paritarias, un Estado más presente”.
El día después
El día después fue el lunes, 22 de noviembre. Salieron ambos –Boric y Kast– a ampliar sus bases.
Con 28% de los votos, Kast sumó inmediatamente, aunque no sin ciertas tensiones, las fuerzas de la coalición gubernamental conservadora –Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI)– que se presentaron en las elecciones unidas bajo la candidatura de Sebastián Sichel. Hay sectores conservadores que no se sienten muy cómodos con el conservadurismo de Kast. Pero Boric les parece peor. Juntos, suman 41%.
A ellos se podría sumar los votos del extraño candidato Franco Parisi, competidor ausente (vive en Estados Unidos y no estuvo en el país para la campaña). Sacó otro 13% de los votos, prácticamente empatado con Sichel.
Pero Parisi habló en twitter y dijo: “Lo que pasó el 18 de octubre (de 2019) es porque la gente se aburrió de los abusos de la derecha… Lo que pasó es que la mataron la ilusión de la educación pública, de la casa propia, de poder surgir… En Chile no hay cabida para la extrema derecha… Kast no puede gobernar”.
Boric parte con su 26% de la primera vuelta. Sumó el apoyo de Marco Enríquez-Ominami, del Partido Progresista: 7,6%, y de Eduardo Artés: 1,4%. Su gran movida fue hacia la Democracia Cristina, un partido tradicional que ya gobernó Chile en más de una ocasión, pero que ha visto muy mermado su apoyo. Su candidata, Yasna Provoste, apoyada por el Partido Socialista, quedó en quinto lugar, con 11,7%. Son votos que se inclinarán mayoritariamente por Boric. Pero –como en toda esta aritmética– no se puede asegurar que todos.
Un escenario bastante parejo, en el que no se puede olvidar la abstención de 53% en la primera vuelta.
El 19 de diciembre Chile decidirá el camino que quiere seguir.
Por Gilberto Lopes
En Santiago de Chile
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