Merkel menos Ángela

La elección de un líder partidario europeo –uno de los cerca de 200 organizaciones de este tipo de la Unión Europea- normalmente no es noticia. Pero sí que lo es cuando el partido es la mayor fuerza política del país más grande y rico del continente.

Durante el fin de semana, la Unión Democratacristiana (CDU) de Alemania nombró como su presidente al modesto y amistoso Armin Laschet, primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Laschet no es precisamente una estrella mundial. Pero recuerden el nombre. Estadísticamente, un democratacristiano tiene grandes posibilidades para desempeñar el papel de canciller.

Cinco de los ocho cancilleres de posguerra alemanes pertenecían a la CDU, desde Konrad Adenauer a la actual Ángela Merkel. Y el partido encabeza las encuestas nacionales por un gran margen, por lo que se puede decir con razonable seguridad que el sucesor de Merkel vendrá nuevamente de las filas conservadoras tras las elecciones generales de septiembre.

Laschet enfrenta un proceso de dos pasos: primero presidir la CDU, y después ser candidato a canciller. Históricamente, el abanderado ha solido ser la misma persona que preside el partido, pero no necesariamente le ha garantizado la nominación, que está programada para marzo.

Pero antes de complicarnos, demos una mirada a Laschet, quien entró a la convención con las de perder. Con su sorpresiva victoria, ahora queda a la vanguardia para la candidatura a la cancillería. Así que especulemos que será él quien forme el próximo gobierno. ¿Qué se puede esperar?

En tres palabras, “Merkel menos Ángela”: un máximo de continuidad. Laschet no promete una nueva aurora ni un quiebre con los 16 años de centrismo de Merkel y su inquietante inclinación hacia la izquierda, que se ha acelerado por la pandemia de COVID-19. Esta ha llevado a una masiva expansión del gasto estatal y la redistribución por todo el Occidente. Personas y corporaciones “relevantes para el sistema” están recibiendo una lluvia de billones de euros.

También en asuntos exteriores cabría esperar más “merkelismo”. En la triple carrera por la presidencia del partido, los dos rivales de Laschet (Friedrich Merz y Norbert Röttgen) prometieron reequilibrar los intereses germanos a favor del “occidentalismo”: más recursos para defensa y la OTAN, menos para Rusia y China. Sin embargo, Laschet seguiría los pasos de Merkel.

Llamémoslo “centrismo diplomático”. No dejar que el país se vea arrastrado por Estados Unidos a conflictos con los dos gigantes de oriente. Mantener cierta distancia de Washington. Intentar estar en buenos términos con todos y cada uno, como le corresponde a la posición de Berlín en el centro de Europa.

Como Canciller, Laschet no pondría obstáculos a Rusia ni interrumpiría el gasoducto Nord Stream 2 que proveería gas ruso directamente al país, evitando pasar por Polonia y Ucrania, y aumentando la dependencia energética germana del Kremlin. Tampoco Alemania excluirá la tecnología china 5G de sus redes.

Una señal de lo que podría venir en el futuro es la firma del Acuerdo Integral sobre Inversión (CAI, por sus siglas en inglés) entre la UE y China, llevado a cabo por iniciativa alemana apenas tres semanas antes de la toma de mando del Presidente electo estadounidense Joe Biden. Con la CAI, se esfumaron las esperanzas de Biden de apuntar a la UE a una coalición estratégica contra China. De hecho, si se mira en conjunto con la Asociación Económica Integral Regional, firmada entre China y 15 países asiáticos, el acuerdo entre la UE y China ha dejado aislado a los Estados Unidos.

En cuanto a Europa, el futuro con Laschet también promete continuidad, lo que significa recursos abiertos para el Banco Central Europeo, junto con unos cada vez mayores poderes de gasto y tributación a la Comisión Europea, el ejecutivo no electo de la UE.

En sus primeros años como canciller, Merkel tuvo que disputar con uñas y dientes la transferencia masiva de influencia y efectivo a la UE. Hoy, la unión de deuda y traspasos ya está garantizada, sin importar quién sea el próximo canciller. Incluso sin su cargo, Merkel seguirá dando forma al futuro de la UE.

Si bien las probabilidades sugieren que Laschet se convertirá en Canciller una vez los votos de las elecciones federales se cuenten el 26 septiembre, tendrá que luchar duro para unificar a la CDU y su partido hermano de Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU). En la convención del fin de semana pasado, apenas logró la mayoría en la segunda ronda, ganando con apenas

Peor aún, en las encuestas nacionales solo un tercio de los encuestados pensaba que Laschet “podría ser un buen candidato a canciller”. Cerca de un 55% prefería a Markus Söder, jefe del CSU, quien de seguro competirá con Laschet por la nominación. En efecto, ha estado posicionándose desde todos los ángulos para el premio mayor.

¿Qué representa Söder? Ha ido cambiando de posturas con rapidez, yendo de izquierda a derecha y viceversa, sea en temas de seguridad nacional, inmigración, “valores familiares”, confinamientos, política industrial, o una versión alemana de un “Nuevo Trato Ecológico”. Söder ha insistido en la necesidad de aplicar sanciones a Rusia, pero también ha tendido lazos con el Presidente ruso Vladimir Putin al visitarle en el Kremlin.

¿Hay grandes diferencias entre los dos líderes de las dos alas de la Democracia Cristiana alemana? Repito que Laschet es un “Merkel menos Ángela”. Söder es un político profesional que intenta proyectar carisma y fortaleza, aunque su pasado sugiere una constante flexibilidad, lo que también puede interpretarse como indecisión u oportunismo.

Para el resto del planeta, poco importa a quién nomine el partido en marzo. La coalición multipartidista alemana no está diseñada para cambios bruscos como el de Donald Trump después de Barack Obama en Estados Unidos. Siempre se orienta unos cuantos grados a la izquierda o la derecha, buscando el centro de gravedad y alejándose de los obstáculos

¿Laschet o Söder para Canciller? ¿Merkel-plus o un bávaro con pose de hombre fuerte? Por supuesto, el tercer actor es el COVID-19. El año pasado, los eficientes alemanes se distinguieron por poder contener la pandemia. Hoy el país pasa de confinamiento a confinamiento a medida que aumentan las infecciones. Si sigue la crisis, el electorado germano podría preferir un hombre regordete y predecible de Renania a las incontrolables ambiciones de un potencial rey proveniente de Bavaria.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Por Josef Joffe
Stanford University’s Hoover Institution, serves on the editorial council of the German weekly Die Zeit

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