Se dibuja un nuevo panorama para el año que viene. Un mundo en crisis. Pandemia, recesión y consecuencias sociales muy severas. Con mayor gravedad en los paises y regiones más vulnerables . Deterioro ambiental extremo e incremento escandaloso de las desigualdades, con un proceso de globalización capitalista salvaje dominado por las gigantescas corporaciones transnacionales de las nuevas tecnologías.
Esto convoca a todas las fuerzas progresistas del mundo a buscar una nueva gobernanza mundial. Para ello se requieren objetivos claros de articulación política para lograr reformar, democratizar y fortalecer las instituciones del multilateralismo a fin de enfrentar, cambiar y tener poder para regular la actuación del capital transnacional e imponer un orden de prioridades a favor de los sectores más desfavorecidos en el mundo.
En paralelo se dibuja una compleja nueva realidad de los liderazgos de primer nivel en la escena mundial. Xijingpin ha logrado grandes éxitos en la confrontación con el liderazgo del derrotado Donald Trump. Ha posicionado a China como la gran defensora del multilateralismo y la cooperación mundial, defendiendo el mercado abierto y libre en el mundo. Desplegó dos iniciativas estratégicas : la Ruta de la Seda y el RCEP (Acuerdo Económico Regional Integral), el acuerdo económico y comercial más grande del mundo, al incluir a los paises del ASEAN más Japon, Australia, Nueva Zelandia y Corea del Sur. Su carrera espacial está en pleno desarrollo y está ganando cada vez más terreno en la carrera científico-tecnológica y de la inteligencia artificial.
Vladimir Putin ha logrado un acuerdo estratégico chino-ruso y logró una modernización de su potencial militar convencional y estratégico sin precedentes desde la URSS, ocupando cada vez más un rol protagónico en la geopolítica global. Conforman junto con el gigante asiático la otra pata de la “nueva guerra fría” con Estados Unidos.
Europa, jaqueada por el BREXIT, “abandonada” por Trump, ha desarrollado un protagonismo mayor y sus decisiones han tomado distancia del tradicional acuerdo transatlántico que el saliente inquilino de la Casa Blanca abonó con su América Primero, que según Joseph Biden terminó siendo América sola. Ángela Merkel, al final de su carrera, surge más fortalecida y escuchada que nunca en todo el mundo.
Biden, desafiado por una crisis económica y social sin precedentes, por una desbocada crisis sanitaria y con enormes fracturas en una sociedad dividida como nunca, pretende devolver a su país al rol de líder mundial. El mundo post Trump es muy distinto en varios aspectos al de hace casi cuatro años. Las zonas más complejas han cambiado. Los protagonistas también. Irán no es el mismo. El Medio Oriente cambió su mapa de alianzas. Turquía adquirió un protagonismo regional que no tenía y la vocación multilateralista del presidente electo enfrentará múltiples nuevos desafíos.
Habrá que asumir que las incertidumbres dominan el panorama de futuro y que Biden afronta dificultades en varios frentes si quiere volver a un liderazgo mundial. En Asia la ruptura de Trump con el TPP (transpacific partneship), la gran apuesta de Obama a competirle la hegemonía a China en el asia-pacifico, le complicó mucho su juego. Tendrán que intentar una nueva ingeniería para manejarse ante el RCEP. A ello deberá asumir que los círculos académicos, de inteligencia, y de gran parte de la ciudadanía de Estados Unidos no están dispuestos a querer seguir siendo (aunque pudieran) “gendarmes” del mundo. Conscientes o no de su condición de fin de ciclo de su pasada hegemonía global.
América Latina atraviesa uno de sus peores momentos, en lo político, en lo económico y en lo social. Azotada por la pandemia y más inestable que nunca, ha soportado golpes de estado sui generis y tradicionales. Alentados por un intervencionismo desenfrenado del imperialismo versión Trump, con alumnos neofascistas como Jair Bolsonaro (que se ha quedado sin su mentor inspirador) que desesperado, amenazó con “pólvora” a Biden cuando su ídolo no aceptaba todavía su derrota.
Algunos grupos de izquierda se refugian en atribuir casi todos los problemas a la “ofensiva imperialista” y en seguir pronosticando la crisis final del capitalismo. La autocrítica es sustituida algunas veces por una autoreafirmacion sin caminos nuevos ni errores a corregir. Cuando no, se recurre a explicar los retrocesos por divisiones internas, que aún ciertas y graves, evitan asumir desviaciones, renunciamientos, personalismos y derivas ajenas a la democracia que le quitan legitimidad. Las movilizaciones populares de Chile y el proceso constitucional abierto, la fantástica victoria del MAS en Bolivia y la derrota de Trump en el norte son signos alentadores.
En el nuevo mapa mundial habrá que extremar el rigor en el análisis de la realidad y pensar que hay caminos a transitar por la izquierda, la socialdemocracia y el progresismo en general, con unidad y amplitud, para ganar terreno. Desde el continente pero hacia el mundo. Pensando a fondo las políticas de poder en juego y en el desempeño de los protagonistas principales de la partida global.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
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