El monopolio del tráfico lo tenía el Imperio Británico.
Pese a todos los esfuerzos por combatir el ingreso en China de la droga, todos los intentos resultaron fallidos.
Con la droga y sus grandes beneficios fueron corrompiendo la burocracia del Imperio Celeste. Siguieron entrando miles de cajas de opio del Imperio Británico, vía contrabando, a través de los barcos ingleses que usaban la ciudad de Whampoa.
En 1829 se introdujeron en forma ilegal en China, 5.157 cajas. En 1821, 7.000; en 1824 12.639, en 1834 21.785 cajas y en 1837 39.000 cajas de opio. Este aumento es proporcional al aumento de los controles imperiales chinos.
Dice Carlos Marx al respecto en un artículo del 3 de septiembre de 1858 en el New York Daily Tribune:
“…cuando el Gobierno Chino logró detener temporalmente las operaciones de las viejas casas de Cantón, el comercio no hizo más que cambiar de manos y pasó a gentes de clase inferior, dispuestos a proseguirlo contra viento y marea y por todos los medios. Gracias a estas grandes facilidades, en diez años (de 1824 a 1834) el comercio del opio pasó de 12.639 a 21.785 cajas.”
Continúa Marx:
“Las medidas extraordinarias del Gobierno chino en 1827, 1838 y 1839, cuyo punto culminante fue la llegada del comisario Lin a Cantón, la confiscación y la destrucción, bajo sus órdenes, del opio de contrabando, constituyeron el pretexto para la primera guerra anglo-china, cuyas consecuencias fueron la rebelión china, el agotamiento del Tesoro imperial, el éxito de la invasión rusa en el Norte y las gigantescas proporciones que alcanzó el comercio del opio en el Sur.
Aunque prohibido en el tratado, por el cual Inglaterra terminó la guerra, comenzada y sostenida para mantener el comercio del opio, éste gozó prácticamente de una impunidad absoluta a partir de 1843. Sus importaciones, en 1856, se estimaron en unos 35.000.000 de dólares, mientras que, en el mismo año, el Gobierno anglo-indio tuvo del monopolio del opio una ganancia de 25.000.000 de dólares, o, exactamente, la sexta parte de la renta nacional.”
Sobre el doble discurso, el genial Carlos Marx dice:
“No podemos dejar este tema sin mencionar una flagrante contradicción interna en la que incurre el Gobierno británico, que se precia hipócritamente de cristiano y especula con la civilización. En sus atribuciones de Gobierno imperial finge no tener de común con el contrabando del opio e incluso concierta tratados que lo prohíben. Más, en sus atribuciones del Gobierno indio, impone la producción del opio en Bengala, con gran detrimento de las fuerzas productivas de este país; obliga a una parte de los ryots indios a cultivar la adormidera; seduce a otra parte a hacer lo mismo, concediéndoles créditos; no suelta de sus manos el monopolio cerrado de la producción de esta nociva droga; vigila, mediante todo un ejército de espías oficiales, el cultivo de la adormidera, su acarreo a determinados lugares, su condensación y la preparación del opio conforme a los gustos de los consumidores chinos, su embalaje en fardos especialmente adaptados a las conveniencias del contrabando y, finalmente, su transporte a Calcuta, donde se pone en venta en subasta pública por funcionarios públicos a especuladores, para pasar luego a manos de los contrabandistas que lo introducen en China.
(…)
La Hacienda india del Gobierno británico depende, de hecho, no solo del comercio del opio con China, sino del carácter fraudulento de este comercio. Si el Gobierno chino legalizase el comercio del opio, tolerando simultáneamente el cultivo de la adormidera en China, el tesoro anglo-indio sufriría una grave catástrofe. Predicando abiertamente el comercio libre de este veneno, defiende en secreto el monopolio de su producción. Siempre que examinemos atentamente la naturaleza del libre cambio británico, vemos, por regla general, e n la base de su “libertad”, el monopolio.”
Por Pablo Reveca
Comunicador Uruguayo
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