Películas y series televisivas han hecho popular la figura del discurso o el diálogo mafioso en que dos asociados, amigos o familiares entablan una conversación en que uno de los interlocutores que ocupa una posición de poder sobre el otro hace ofertas que, como dijera don Vito Corleone, “no puede rechazarse”.

La perspicacia de Mario Puzo en “El Padrino”, la de David Chase en “Los Soprano”, la de Vince Gilligan en “Breaking Bad” y la de Roberto Saviano en “Gomorra” y últimamente en “Zero-Zero-Zero”, ha dado ejemplos antológicos de diálogos mafiosos que hoy en día cualquiera puede rememorar en estas sagas clásicas que se cuentan, sin lugar a dudas, entre las más famosas del mundo.

Digamos de entrada que la característica clave del diálogo mafioso no debe circunscribirse a la idiosincracia de la mafia original italiana o mediterránea (siciliana, calabresa o napolitana) porque desde hace mucho tiempo sus características han hecho escuela en otros circuitos delictivos (estadounidenses y latinoamericanos) e incluso entre poderosos que no consideran el método como un delito sino como una picardía permisible.

El discurso del método mafioso se vuelve tanto más interesante cuando los personajes son complejos, su mundo exclusivo o elitista, y cuando lo dialogantes sienten o personifican el respaldo de un poder ominoso pero que presuponen oculto a los no iniciados. Todos los ejemplos citados antes tienen uno o varios personajes femeninos cuyo desempeño es memorable.

Tal vez el más emblemático de todos esos personajes ha sido Carmela, la esposa de Tony Soprano, que interpretó la actriz Edie Falco, porque hay que advertir que el diálogo mafioso se desarrolla, casi siempre, en un entorno familiar o familiero. Es decir que se trata de una conversación donde las noticias familiares (“lo llamé para saber como estaba su madre”), el entorno familiar o el bienestar familiar están vinculados con la noción de amparo, de ayuda, de protección (“yo siempre estoy para ayudar”) y la relación materno-filial.

La esposa de Tony se movía siempre en la contradicción que  implicaba reconciliar la realidad brutal del negocio de su marido y sus constantes infidelidades con la vida de lujos y de alto estatus social que este le brindaba. Carmela empleaba la negación para lidiar con esa contradicción y proteger a sus hijos pero cuando las papas quemaban demostraba ser la digna compañera del capo mafioso y ayudaba decididamente a su marido a sabiendas de lo que hacía.

A lo largo de la serie, Carmela desarrolló varios diálogos mafiosos, en el sentido de formular amenazas mortales pero bajo la apariencia de una preocupación cariñosa o amistosa, cual es, precisamente, una de las características del diálogo mafioso (“cuidate, cuidate”). Esa mezcla de un mundo normal y apacible con una violencia omnipresente y oscura es una de las características del mundo mafioso.

En esos diálogos los personajes femeninos muchas veces asumieron el papel de representantes del poder oculto. Tony, como Don Vito, como William White, eran “buenos padres de familia” pero jefes criminales, ejecutantes del poder, siempre que era preciso. En el diálogo mafioso, la “Mamma” (Carmella Corleone, interpretada por Morgana King), Carmela Soprano (Edie Falco), Skyler White (interpretada por Anna Gunn) o los importantes personajes femeninos de Saviano, actuaron muchas veces respaldadas en el poder oculto y omnisciente (“todo se sabe… lo escuchan todo”; “yo los paré, a F. no, yo voy a hablar con él”; “ si no se encargan los que se tienen que encargar”).

Como señalara el antropólogo Marvin Harris los jefes mafiosos, “los abusones”, han superado la etapa inicial de los jefes redistributivos de los cazadores-recolectores, y son jefes que disponen a su antojo de los excedentes, dispensan favores y protegen a sus acólitos pero actúan despiadadamente para defender su posición.

De aquellos antiguos jefes redistributivos y sus potlach (festines periódicos para demostrar riqueza y generosidad) siempre queda algo en los jefes mafiosos: ser generoso, ocasionalmente espléndido, recompensar el apoyo de sus asociados, pero dejando flotar, al mismo tiempo, que la indiscreción o la traición no implican solamente la pérdida del favor sino la de la vida (propia o de seres queridos).

En el diálogo mafioso invariablemente van enlazadas las palabras tranquilizadoras y las inquietantes, los pedidos de ayuda y las ofertas de auxilio, las promesas y las amenazas, en el contexto de un mundo hostil, lleno de “llamadas extorsivas” y de alabanza al propio estatus del poder. Que la realidad siempre supera a la ficción no cabe duda.

 

 

Por Lic. Fernando Britos V.

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