Los hombres son altos y peleadores

Los varones son más altos que las mujeres porque tienen una tendencia irresistible a pelearse por las mujeres, cosa que les viene desde los primeros homínidos. ¿No es cierto?

No; parece que no.

¿Cómo no? Es algo evidente. Negar eso es negar la ciencia. El hombre moderno, civilizado, tiene que violentar constantemente su natural tendencia agresiva, que aflora inevitablemente en un momento u otro. Los anhelos de igualdad y hasta los de paz, son antinaturales y difícilmente vean un triunfo permanente.

Tampoco. Hay otras explicaciones para el fenómeno de la diferencia de altura.

La clave está en que hay gente que cree que ciencia es algo que alguna vez dijo un científico. Pero es un proceso que depende de la calidad de las explicaciones que se proponen. Y la explicación de la altura como una ventaja reproductiva porque los más agresivos tenían más hijos tiene fundamentos muy endebles.

Hay explicaciones mejores y con más fundamentos: se trata de hormonas.

La presenta un artículo reciente de la revista de divulgación científica Quanta Magazine Quantamagazine.org, que parafraseamos a continuación.

Holly Dunsworth, antropóloga biológica de la Universidad de Rhode Island, sostiene que ésta estuvo siempre a la vista, pero no fue tomada en cuenta. “No se trata de competencia; se trata del desarrollo óseo y de cómo la producción hormonal de ovarios y testículos lo afecta de manera diferente.”

En breve, antes de la pubertad ambos sexos tienen altura similar. Luego, los ovarios producen mucho más estrógeno que los testículos, lo que hace crecer los huesos largos. En la adolescencia temprana ellas son más altas que los varones. Pero luego de la pubertad las placas de crecimiento se fusionan y se detiene el crecimiento. Los varones, con menos concentración de estrógeno, siguen creciendo hasta los 20 años.

Y esto no tiene ninguna ventaja evolutiva ni es un designio de “La Naturaleza”. Queda, claro, explicar por qué el ciclo hormonal es como es, pero ahora, sin el velo de los prejuicios.

Dunsworth expresa que la hipótesis de la selección sexual, dice, es bastante endeble y no está bien respaldada. Sus teóricos llegaron a esa conclusión con demasiada ligereza.

Por su parte, Louise Barrett, una antropóloga evolutiva de la Universidad de Lethbridge, coincide en que “necesitamos mucha más evidencia que la existencia de diferencias en el tamaño del cuerpo en sí mismas”. Esa hipótesis resultó atractiva porque “los hombres son más grandes que las mujeres, y a los hombres les gusta pelear mucho, por lo que esas dos cosas deben estar conectadas”, observa Barrett. Y además, la idea se alineó bien con las concepciones culturales populares de masculinidad y feminidad. “ cuestión es que los estudios no son particularmente buenos”.

La simple diferencia en el ciclo de las hormonas, en cambio, puede recibir apoyo bastante robusto en la historia. La antropóloga Sharon DeWitte de la Universidad de Carolina del Sur explicó con ella los cambios en las alturas de hombres y mujeres en la Europa del Siglo XIV luego de la peste negra. Con mejor salud y mejor alimentados, los varones se hicieron promedialmente unos 9 centímetros más altos. Pero las mujeres bajaron su altura 5,5 centímetros. ¿Las mujeres tenían peor salud y alimentación? DeWitte sostiene que “las reducciones en la estatura femenina después de la Peste Negra en realidad podrían reflejar mejoras en la dieta o la salud” porque una mejor salud a menudo se correlaciona con un inicio más temprano de la menarquia.

Dunsworth comenta: “Las mujeres después de la Peste Negra no preferían a los hombres más altos”, ni los hombres compitieron repentinamente por sus compañeras de una nueva manera. La diferencia de tamaño probablemente fue solo un efecto secundario de una mejor salud.

El artículo de Dunsworth también ataca otra hipótesis establecida que considera defectuosa. Las pelvis de las mujeres son más anchas que las masculinas porque así lo necesitan para dar a luz a bebés de cerebro grande. El crecimiento de la cadera también depende de los estrógeos. No hay evidencia de que facilite el parto y son aún más anchas en las chimpancés, que tienen a bebés de cerebro pequeño. Sostiene que solo es una cuestión de proporcionar suficiente espacio para el sistema reproductor femenino completamente interno. “La vagina, el clítoris, el cuello uterino, el útero y los ovarios ocupan mucho más volumen”, concluye en que el hecho de que las razones anatómicas simples se hayan pasado por alto se debe a un problema sistémico de la ciencia. “A menudo tenemos la noción de que los cuerpos masculinos son los predeterminados y los cuerpos de las mujeres son una desviación de ese defecto. Si no comenzamos con un cuerpo como predeterminado, observamos cómo estos procesos conducen a diferencias de sexo, entonces puede comenzar mucho mejor a probar hipótesis”.

La hipótesis de la altura como derivado de la agresividad viene de Charles Darwin: “No cabe duda de que el mayor tamaño y la fuerza del hombre, en comparación con la mujer, junto con sus hombros más anchos, más desarrollados Los músculos, el contorno robusto del cuerpo, su mayor coraje y pugnacidad … han sido preservados o incluso aumentados durante las largas eras del salvajismo del hombre, por el éxito de los hombres más fuertes y audaces, tanto en la lucha general por la vida como en sus concursos por esposas.”

Darwin, como todo científico, tuvo necesidad de presentar hipótesis no probadas, aunque en este caso no se sabe por qué no le “cabe duda”. El éxito de la conjetura se debe, como se vio, a que encajaba con los preconceptos sociales victoriano de la relación entre sexos.

Luego, seguramente ayudó a reforzarlos la corriente llamada sociobiología, que trata de explicar cualquier rasgo actual con una presunta necesidad de nuestros ancestros hace cinco millones de años, que a falta de datos se inventa. Así, desde cosas grandes a por qué los niños prefieren los caramelos rojos.

Aunque algunos de sus cultores se sentían de izquierda, el paleontólogo Stephen Jay Gould los combatió por su falta de pruebas sólidas y porque tendían a cimentar en la naturaleza casi inconmovible tanto sus prejuicios y estereotipos como a la realidad actual con sus injusticias incluido el racismo.

Barrett observa que “la imagen que tenemos de nosotros mismos influye en cómo nos comportamos y actuamos. Es demasiado importante no tener una imagen exacta”.

El prejuicio del gorila defendiendo a su harem, mata a demasiada gente.

Por Jaime Secco
periodista uruguayo

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