Felipe Juan Pablo Alfonso de todos los Santos de Borbón y Grecia; Rey Felipe VI. !Estáis invitado¡

Felipe VI rey de España ha confirmado la presencia en la asunción del Presidente electo Luis Lacalle Pou el 1 de Marzo del 2020.

Pertenece a la familia de los Borbones, quienes reinan en España desde 1700 luego que diera fin la rama austríaca en su último rey Carlos II, un desdichado que fué producto de siglos de cruzamientos cosanguíneos que le reportó deficiencias nefríticas, hipocondría, la gota, epilepsia y una ezquizofrenia paranoide que le valió el mote de “Rey hechizado”. Por suerte y a pesar de todos los esfuerzos del séquito monárquico para hacerlo procrear -con más de una esposa- no pudo tener descendencia; quizás haya sido éste uno de los pocos regalos monárquicos que nos regaló la divina providencia.

Por Gerardo Gadea

La asunción del primer Borbón Felipe V -de la que toma su nombre el actual rey- fué a sangre y fuego, ya que se desató la guerra de sucesión española que duró 15 años. La dinastía austríaca (los  Hadsburgo) proclamaban el derecho a la corona del archiduque Carlos de Austria. De estas infames guerras vienen los primeros atropellos a la Provincia de Cataluña de parte de los Borbones, que diera el primer puntapié al sentimiento antimonárquico catalàn.

El actual rey de España -un país que al igual que muchos países europeos- conserva un sistema democrático republicano pero mantiene el régimen de monarquía constitucional es hijo de Juan Carlos de Borbón -quien abdicara a su favor el 19/06/2014- y de Sofía de Grecia.

Juan Carlos de Borbón es el mismo rey que estaba cazando elefantes en Botsuana en abril del 2012 mientras el pueblo español pasaba una de sus peores crisis económicas, hecho que fue el comienzo del fin de su reinado ante la indignación de la opinión pública de España.

Juan Carlos fue el fruto de una transacción entre Don Juan (su padre y heredero al trono luego de la muerte de Alfonso XIII) y Francisco Franco el dictador español por más de 40 años. Don Juan le reclamó la corona a Franco luego de culminada la guerra civil española en 1939 que destruyera la República y que diera el triunfo a las fuerzas más regresivas y autoritarias; la Falange española, los absolutistas monárquicos y la iglesia católica.

Don Juan no fue ningún republicano ni mucho menos. Simplemente reclamó a Franco lo que le correspondió por legítimo derecho. Coqueteó primero con los nazis para que desplazaran a Franco y lo pusieran a él en el trono y luego ante el triunfo de los aliados se dio vuelta y anduvo de arrumacos con los ingleses para obtener el mismo fin. Eso le valió la enemistad personal -no ideológica- de Francisco Franco que nunca lo dejó regresar a España pero a cambio de eso prometió “educar” a su hijo -Juan Carlos- quien desde muy pequeño dejó a sus padres y quedó bajo la protección del dictador español, con la promesa de restituir la monarquía en el momento que él creyera oportuno.

Le mostró la zanahoria a Juan Carlos. Lo formó, lo rodeó de preceptores afines al Opus Dei y lo convenció de a poco que lo único que debía a ser era esperar su turno; no defraudar a su amo (que era él), ser fiel al ejército, ser buen devoto y defensor de la iglesia católica y sus costumbres y a la Falange. Y sobre todo mantenerse bien lejos de los liberales, los republicanos y ni que hablar de cualquier cosa que oliera a izquierda, llámese el PSOE, los comunistas o los anarquistas (aún sobrevivientes en España).

Juan Carlos fue obediente pero su recompensa no llegaba. Franco lo instó a saltearse la línea de sucesión y jurar en lugar de su padre. Lo traicionó. Este enfureció con él y se enemistaron; Don Juan murió sin ponerse la corona.

El padre de Don Juan fué Alfonso XIII, el rey derrocado en 1931 cuando se instaló la Segunda República en España. Llegar a un sistema republicano en España costó sangre, sudor y lágrimas y esto no es un dicho sino que hay que tomarlo en su sentido más literal.

Cuando Napoleón ingresa en España en 1808 -supuestamente como aliado para invadir Portugal- “invita” a la familia real y todo el séquito de parásitos que lo acompañaban a una reunión en Bayona (localidad que queda en la frontera entre Francia y España). Estos concurrieron prestos y obedientes al nuevo monarca universal y aceptaron de manera humillante todos los dictados de Napoleón. A cambio de una alianza entre España y Francia; Fernando VII que era el actual monarca abdicaba en los hechos ante José Bonaparte (hermano de Napoleón) a quien el pueblo español denominó “Pepe Botella” por tener claramente dificultades de cumplir sus funciones como monarca luego de tomarse unos tragos en la mañana.

A cambio los reyes quedan agasajados por Napoleón en Valencay, viviendo una vida de lujo. De a poco se fueron dando cuenta que en realidad eran presos de primera clase. Mientras tanto el pueblo español -que ahora ya no se le llamaba chusma- resisitía la invasión francesa; derrotado en las primeras batallas se refugió en Cádiz y desde allí proclamó la creación de Juntas locales en toda España en defensa de Fernando VII pero sobre otras bases; los súbditos pasaron a ser ciudadanos.

Se proclamó la Constitución de Cádiz en 1812; un texto revolucionario en la época. Dijo que “la nación esta obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”, “proclamo la igualdad jurídica de todos los españoles, la inviolabilidad de su domicilio, las garantías penales y procesales y abolió la tortura”, una innovación radical ”la igualdad de los ciudadanos ante el impuesto”.  Se abolió la inquisición aun vigente en España, estableció el sufragio universal limitado a los varones de 25 años, estableció la división de poderes el ejecutivo en manos del rey y sus ministros designados por él;  el legislativo lo ejercían las cortes unicamerales y el judicial era potestad de tribunales de justicia independientes comunes a toda la nación.

Se abolió el régimen señorial; esto es que en ese entonces los señores feudales tenían plena potestad para administrar justicia y nombrar autoridades en los señoríos sometidos a su juridicición, en nombre del rey. Percibían de sus vasallos rentas derivadas del ejercicio de su juridicción como monopolios locales, derechos de peaje, tasas por la caza, la pesca, el uso de pastos o de molinos. Por esto le cortaron la cabeza a Luis XVI y María Antonieta en la Revolución Francesa en 1793.

Proclamaron la libertad de comercio e industria y se recuperaron todos los bienes de la iglesia en los  procesos llamado “desamortización” que pasaron a ser vendidos por el estado.

Cuando cae Napoleón Bonaparte en 1814 Fernando VII vuelve al trono y suspende la vigencia de la Constitución de Cádiz de 1812. No acepta gobernar con limitaciones y vuelve al antiguo régimen y gobierna durante años con una monarquía absolutista. Todos los españoles colaboradores de Napoleón (que se les llamó afrancesados), los liberales, los republicanos que habían instalado la Constitucion de Cádiz fueron perseguidos, asesinados y exiliados sin piedad.

España luchó todo el siglo XIX contra los Borbones y los monarcas españoles para restaurar la Constitución de Cádiz o algún concepto que se le pareciera.  En el medio soportó las guerras carlistas, absurdas y sangrientas, motivadas por la sucesión al trono de diferentes tendencias monárquicas. Alfonso XIII el último rey derrocado, instalo la dictadura feroz de Primo de Rivera en 1924 que fué el preàmbuilo a la guerra civil española. Francisco Franco interrumpió el proceso republicano por 40 años y recién cuando murió, Juan Carlos de Borbón cumplió su sueño de coronarse rey. Ante la inestabilidad que le causaba la sucesión de Franco y al avizorar que había otros competidores para quedarse con el poder y que la propia corona podía estar en riesgo, volvió a recurrir a su deporte favorito; la traición. Volvió a darse vuelta como un panqueque y pactó con los partidos políticos de la oposición el regreso a la democracia en España.

La fórmula fue sencilla; Uds gobiernan, nosotros mantenemos la corona y nuestros privilegios. A partir de ahora todos nos volvemos demócratas, a partir de ahora todos nos volvemos monárquicos. España vive en esa tensión desde entonces.

En nuestra querida Latinoamérica no vamos a abundar en el cúmulo de agresiones a lo que nos han sometido los Borbones y sus antecesores. La Constitución de Cádiz y las Juntas formadas en España para resistir a Napoleón despertaron el proceso independentista. En 15 años América entera logró su independencia -salvo Cuba y Haití- a sangre y fuego. Bolívar, San Martín, O Higgins, Sucre, Santander, Artigas lucharon sin cesar por derrocar al imperio español. Mucha sangre corrió en estas tierras enfrentando al poder borbónico.

El 1 de Marzo Felipe VI asistirá a nuestro país. Felipe es esta historia, pertenece a la monarquía que ha teñido de sangre parte del planeta y en particular estas tierras latinoamericanas.

Los liberales en nuestro país han olvidado sus luchas y sus persecusiones. Prefieren quedarse con las modernas tapas de las revistas de chimento del primer mundo.

Los republicanos tienen amnesia de saber lo que significó el poder monárquico en la Francia de 1789 y el legado de la Ilustración. La izquierda parece conformarse con la imágen de Juan Carlos apoyando la democracia en nuestro paìs en plena dictadura. Fué parte del maquillaje que acompañó los tiempos de la moderna monarquía. La misma de Felipe VI cuando recibe a los colectivos LGTB dando señales de tolerancia y nuevos tiempos.

Manuel Oribe, Leandro Gómez, Bernardo Berro -los primeros antimperialistas de nuestro país- opuestos tenazmente y poniendo su vida al servicio de la causa oriental ante cualquier imperio que intentara poner sus pies sobre estas latitudes, estarían atónitos ante la presencia de su majestad en nuestro país.

Seguramente si en lugar de la Cuba hija de la revolución cubana fuera la Cuba del siglo XIX bajo la pata de los Borbones o la Cuba de principios del siglo XX bajo el yugo de los americanos, hoy estaría invitada a lo que parece ser el cumpleaños del Presidente electo.

No doy la bienvenida a mi país a ningún monarca. Soy republicano, algo liberal, de izquierda y profundamente antimonárquico. Como parte de este pueblo oriental no me siento invitado a la fiesta.

Por Gerardo “Negro” Gadea


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