La fiesta: Aprendiendo…

La gran cantidad de eventos culturales, recreativos y deportivos es a diario destacada en los medios de comunicación de Uruguay. Las exposiciones artísticas en diversidad de salas, museos y hasta el aire libre, las competencias deportivas entre niños, jóvenes y adultos de ambos sexos no le van en zaga. Los acontecimientos musicales con artistas nacionales y extranjeros llenan los escenarios incluyendo el novísimo Antel arena. Los distintos estratos de la sociedad uruguaya participan como espectadores, protagonistas o consumidores en los espacios gastronómicos y comerciales también cerrados o abiertos. Y la dispersión ciudadana en los escenarios naturales de la rica y diversa geografía rural, urbana y costera se reitera todos los fines de semana, cuantificada por el transporte colectivo e individual del crecido parque automotor. Las playas oceánicas reciben el anticipo de una nueva temporada veraniega con previsibles multitudes de veraneantes y turistas.

Aprendiendo de Europa

Con la salida de la dictadura franquista en España se produjo “el destape” de las libertades individuales en todos los órdenes, desde la estética hasta la sexualidad. En pocas décadas llegó a mucho más con una expansión de la vida social, la participación gratificante en las actividades artísticas, deportivas y culturales propias del renacido ser nacional. Una forma de vida que integra el trabajo, las costumbres entre familia y amistades y hasta las religiones con su liturgia en lo que alguien, sabiamente, definió como “la fiesta”. Aunque teñida por el paradigma del consumo, ese avance hacia un estado de bienestar colectivo, se ha venido dando, imperceptiblemente para muchos, en nuestro país. Es claro que debe ser avalado por el respaldo del trabajo y sus ingresos. Y estos, a su vez, por una educación y capacitación actualizada a las mutaciones de las actividades humanas. De cualquier forma, la premisa debe ser trabajar para vivir y no vivir para trabajar. A cada uno toca constatar, evaluar, si nos está permitido cumplirla. Y cuánto hacen los gobiernos para mantenerla vigente.

 

 

Por Luis Fabre

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