Expresión de un partido sin ideas

Lacalle, en caída y sin margen / Expresión de un partido sin ideas

El hijo del expresidente es, en lo estrictamente político, consecuencia generacional final de la caída progresiva del partido blanco, sea en el corpus doctrinario sea, asimismo, en las actitudes de su dirigencia.

Caída tan prolongada como profunda y, especialmente, en choque frontal con las leyendas que dotaron a su escudo de sentido y proyección. Son ellas las siguientes: SOMOS IDEA”, en tanto en la base ostenta la otra: “LA UNIÓN NOS HARÁ FUERZA”.

Por ello es que nos atrevemos a elucubrar que, en la actualidad, la mayor parte de su dirigencia parece estar carente de ideas, o las mantienen ocultas a fin de no ser rechazadas, por draconianas expresiones de un neoliberalismo que atropella al otro en beneficio del sector vernáculo del poder local y en consonancia con los lineamientos de la plutocracia internacional.

Tampoco pueden hacer gala de la unión de sus sectores, lo que les imposibilita ser una fuerza unificadora y dirigida hacia un solo objetivo.

Esta imposibilidad viene dada por los enfrentamientos nada menores entre sus principales líderes sectoriales a los que ahora debiera sumárseles nuevos y más fundamentalistas integrantes.

Nos referimos al variopinto ingreso de grupos neopentecostales junto con actores políticos de los segmentos más reaccionarios de altos oficiales, especial y mayoritariamente provenientes de la Fuerza de tierra.

Claramente, todo esto no apareció de la noche a la mañana en el Partido Nacional. Entonces, para siquiera dar un pantallazo histórico, básico y en extremo resumido, citaremos nombres de esta colectividad que, desde la incursión política del pariente lejano del hoy candidato, marcaron un fortísimo perfil derechista y, con el tiempo, este fue tuteándose cada vez más con la plutocracia internacional:

  • Luis Alberto de Herrera quien además de simpatizar con Mussolini apoyó a Gabriel Terra en el golpe de Estado de 1933;
  • Benito Nardone (Chicotazo), fascista y disciplinado subordinado de la CIA;
  • Juan Eduardo Azzini (a quien le cupo el raro privilegio de firmar carta de intención con el FMI;
  • Martín Recaredo Etchegoyen, sin palabras;
  • Juan María Bordaberry, inicialmente blanco y hombre de Chicotazo, luego travestido en colorado;
  • Aparicio Méndez, totalitario y uno de los más entusiastas golpistas;
  • el general herrerista y ultraconservador Oscar Mario Aguerrondo quien en el año 1964 creó la logia militar tenientes de Artigas, recordado también por su brutalidad para repeler huelgas, etcétera;
  • Luis Alberto Lacalle de Herrera, entusiasta falangista admirador del dictador Francisco Franco,
  • y así llegamos a su hijo, hoy candidato a la Presidencia.

Reiteramos que esta lista no está completa por habernos determinado a incluir únicamente los actores nacionalistas más “destacados” dentro de la derecha más cavernaria que el Uruguay recuerde. Y, aun así, faltan pocos, pero “notables” actores del más puro totalitarismo nacionalista.

El presente de este partido nacionalista y conservador es la trágica versión de lo primero y la burda continuidad de lo segundo, pues sus actitudes como posibles compromisos internacionales darían una pauta de ser exponentes y representantes locales no solamente de los parias del mundo sino también sus sumisos seguidores.

Así, estando las cosas, convengamos que los márgenes de maniobrabilidad interna que llegaría a tener el citado candidato no solo serían de suma cero, sino que además cuesta creer en personas claves para su gabinete, no por falta de idoneidad sino porque, parece ser que tras bambalinas se encontrarían otras figuras serían las que tocarían el repertorio de partituras.

Y en estas cuestiones, de ser cierto tal extremo que corre como rumor en vastos ámbitos capitalinos, quienes efectivamente dirigirían la orquesta, por la vía de los hechos serían antes que el señor Lacalle Pou, personas afines a su señor padre. Reiteramos, es lo que se dice por ahí, que otros escuchan y acercan a nuestros oídos, Así, pues, solamente conducimos, por la vía del condicional, tales dichos.

Ojalá que, por el bien del Uruguay, estemos no solo equivocados, sino que además y por si acaso, la izquierda, aprendiendo de sus errores y renovadas las esperanzas, gane y dirija, con el concurso comprometido y actuante de la ciudadanía, seguir profundizando y ampliando las sendas de la equidad, de la impostergable mejora de la Educación en sus niveles más bajos, bien como jerarquizando y actualizando los superiores.

Pasos estos que, sumado a otros en variadas áreas del acontecer nacional, permitan avizorar a su vez que en el horizonte cercano la dignidad se tutee y comprenda con nuestras mujeres y nuestros hombres, en especial los que han quedado siempre rezagados y a la vera del camino en el festín de los poderosos.

Y que los servidores públicos no vuelvan a olvidar a quiénes en verdad se deben: al pueblo, y no más, por favor a personajes tan efímeros como vacíos. Esta premisa debe alcanzar a todo servidor público.

Habrá que crear en algunos casos, bien como recrear en otros, áreas y grupos de auditorías públicas, bajo un común plano estratégico y con las salvaguardias constitucionales, legales y normativas imprescindibles para que la tarea se de bien y en forma.

Hemos visto caer poderosas estructuras por imperio de la falta de estructuras idóneas, no individualistas, en su conducción y manejo,

Un tiempo nuevo ha llegado, no lo desaprovechemos vigilando al otro y negándonos una autocrítica tan genuina como estratégica. El respeto comienza en la salvaguardia de SUS derechos y no en NUESTRO provecho personal, ciego y mezquino,

En suma, que todo cambio empieza en la persona cívicamente comprometida y se pierde, irremediablemente, en el individuo aislado, imposibilitado de practicarlo en sí mismo.

Para ello nunca es ocioso recordar la preeminencia, en la asamblea de ciudadanos que constituye a una NACIÓN, que debe primar la Ética de la Responsabilidad por sobre la ética de la convicción.

Por Héctor Valle
Investigador social y periodista

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