Las tropas imperialistas estaban ocupadas en Medio Oriente y todavía no había asumido Obama para pelearse con el mundo entero. La guerra es muy cara al imperialismo, es el aire que respira, pero últimamente le resulta poco redituable y demasiado costosa, por eso Trump la deja en twits, “sanciones” financieras, amenazas y provocaciones militares…
Con Obama-Hillary se dio el “pivot a Asia” para cercar a China de bases militares yanquis e intentar detener su implacable avance comercial y económico, absurdamente se declaró a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para a la Seguridad de USA”, escalando la agresión a Nuestramérica, aumentaron las tropas yanquis en Afganistán, no se retiraron de Irak, “sancionaron” a Rusia por defender el Donbas y Crimea del inefable y fugaz Maidán de la CIA, insultaron a toda Europa pero especialmente a Alemania, “fuck Europe”, por no volver a lanzar sus tropas contra Rusia como en tiempos de Hitler, destruyeron Libia, intentaron destruir completamente Siria, todo sin mayor beneficio para nadie que no fuese el caos para interrumpir o perturbar el trazado de La ruta china de la Seda, el único proyecto global humanista de la actualidad. Lo que siguió fue Trump. El Imperio había fracasado pero podía seguir haciéndolo con un psicópata mayor al frente.
Por su lado, Europa siguió afianzando gobiernos de derecha, más sinceros en su definición. ¿Cuándo la Europa colonialista e imperialista fue otra cosa que la derecha mundial, salvo en parte de su periferia nórdica hasta el asesinato de Olof Palme, 151 días en la República Española o 21 días de Comuna de París? Te hablaban de «igualité» mientras ahogaban en sangre a Haití. Pero ahora, con cierto margen para expresar algunas de las contradicciones geopolíticas inexorables que tiene con USA, nuevos líderes de derecha europea, que no firmaron las invasiones a Afganistán, a Irak, a Libia, a Siria, el hostigamiento a Irán, se sienten irresponsables de los aluviones migratorios consecuencia de esas invasiones.
Con matices, los otros líderes europeos, los que provocaron, con sus guerras neocoloniales, la marea de refugiados, los supuestamente moderados de la derecha de siempre, tampoco se responsabilizan.
Los nuevos abren su comercio a China, a Rusia, a Eurasia, sin complejos y sin tanta genuflexión a Trump. Y nosotros caemos en el error de decir que el mundo (porque además seguimos creyendo que Europa es el mundo) “se vuelca a la derecha”.
El mundo son los 144 países que reconocen a Maduro. La derecha son los 54 países que reconocieron a Guaidó (hoy quedan reconociéndolo, nominalmente, 50; en la práctica, ninguno), entre ellos, por cierto, el estafador gobierno de Portugal (indigno de sus Capitanes de Abril), que, por orden de Trump, se ha quedado con miles de millones de dólares y sus intereses expropiados por sus bancos al pueblo de Venezuela (más de 6 mil millones en toda Europa).
¿Pedro Sánchez de Leopoldo López y el Borbón?, ¿el beatle amarillento que asumió en Inglaterra imitando el anaranjado de Trump?, ¿El ultra neoliberal Emanuel Macron, represor de los chalecos amarillos?, ¿el abatatado gobierno griego? Lo más parecido a una izquierda que gobierna en la vieja Europa, es Angela Merkel, insumisa a USA con fina sutileza. Aceptó con responsabilidad un millón de refugiados aunque no fue ella la principal culpable de los crímenes de la OTAN provocadores de los desplazamientos.
Ahora quieren quedarse con el Amazonas. USA puso a Bolsonaro a través de su agente Moro y ahora que queman la selva, el G7 se apunta para explotar las cenizas.
Son los mismos que pauperizaron al resto del mundo, los mismos que exterminaron ciento ochenta naciones en América del Norte para instalar de este lado del Atlántico la sucursal del imperio británico más terrorista que se podía imaginar.
La paz es el aire que respiramos nosotros pero la historia indica que, cuando el Imperio entiende finalmente que no puede respirar, nos lleve a todos a su tumba. De varios modos es lo que está haciendo el imperialismo desde que existe como última –no superior– fase del capitalismo. Al costo que sea.
Mientras tanto resistimos. Quizás hallemos la manera de atarle las manos.
Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo
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