¿Cómo le está yendo, Europa?

Las cifras pueden engañar. Luego del próximo cambio de guardia en los más altos cargos de la Unión Europea (UE), en noviembre, los nuevos líderes encontrarán la economía del grupo en plena recuperación. El ingreso per cápita ha estado subiendo cerca de 2% en los últimos tres años, mientras el desempleo, de solo 6,7%, logra mínimos históricos. Perece que todo marcha bien.

Pero un estudio de Sylvia Schmidt and Philipp Ständer, titulado “How are you doing, Europe?”, publicado este año por el Instituto Jacques Delors y la Fundación Bertelsmann en Berlín, nos advierte contra demasiado optimismo.

Cuando hurgamos un poco, la imagen se desdibuja. “Hay grandes diferencias en las condiciones sociales entre los países y las regiones de la Unión Europea”, constata el informe.

Pese a las cifras, el desempleo y la desigualdad son la mayor preocupación de los europeos. Por encima de inmigración, seguridad o bajo crecimiento. El pesimismo se revela en el dato de que solo la mitad de los europeos piensa que tiene posibilidades de éxitos en su propio país.

Desde 2013 el empleo ha crecido en todos los 28 Estados de la UE. Pero ese crecimiento se debe, sobre todo, a los cerca de ocho millones de empleos creados en Alemania y Gran Bretaña. En otros diez países, el nivel de empleo es todavía inferior al de 2008, cuando se inició la última crisis financiera que afectó la región.

Trabajo precario
Uno de los temas a los que se dedicó el estudio fue el de la naturaleza del trabajo que tienen los europeos. El empleo crece, pero los nuevos trabajos se caracterizan, con frecuencia, por ofrecer menos seguridad, malas condiciones de trabajo y bajos salarios.

Los jóvenes son los que más sufren de empleos inseguros, particularmente de contratos temporales. Si en la UE solo 14% de los trabajadores tienen contratos no permanentes, esa cifra sube a 44% entre los jóvenes de 15 a 24 años y el porcentaje va en aumento.

No deja de sorprender el dato de que, en Francia, se firman, cada trimestre, cerca de 4,5 millones de contratos de corto plazo. Muchos son contratos por no más de una semana, renovados una y otra vez con el mismo trabajador. El porcentaje de jóvenes que tiene contratos temporales en Francia es de 58%. O sea, casi dos de cada tres. Cifras que, probablemente, ayuden a entender movimientos de protesta como el de los chalecos amarillos que estallaron hace varios meses y se extendieron por todo el país.

En Italia, el grupo de los sin empleo, que agrupa a una amplia diversidad de situaciones, y de los subempleados, que incluye a los que les gustaría trabajar más horas de las que trabajan, supera el 40%. Ahí triunfan los partidos más críticos de la integración europea, a los que llaman “populistas”.

Por otra parte, alrededor de 15% de la población económicamente activa en Europa es autoempleada. Son cerca de 32 millones de personas, de las cuales ocho millones son consideradas en situación vulnerable, con bajos ingresos y deficientes garantías sociales. Esos trabajadores viven, sobre todo, en Europa central y del este, principalmente en Rumania, Croacia y los países bálticos.

Hay un aspecto nuevo, pero cada vez más presente en los estudios sobre empleo en Europa y en otras partes del mundo. Conseguir trabajo, un empleo, era visto, hasta hace poco, como una forma de salir de la pobreza. Esta situación ha cambiado. Crece en Europa el número de personas que trabajan, pero que siguen en riesgo de pobreza.

Medida por nivel de ingreso, pobreza, en Europa, caracteriza a los que tienen un ingreso inferior al 60% de la media de ingresos en su país. Una situación que ha aumentado consistentemente, pasando de 8,2% en 2005 a 9,6% en 2017.

Al contrario de lo que se podría pensar, Alemania, donde los salarios y el empleo han aumentado más en Europa, es también el país donde ha crecido más la cantidad de trabajadores en riesgo de pobreza. Algo que se explica por diversos otros factores, entre ellos el costo de vida, particularmente de vivienda.

Ser pobre en Europa
El estudio dedica también un capítulo a analizar lo que significa “ser pobre en Europa”.

Algunas cifras resumen la idea: 113 millones de europeos vivían en riesgo de pobreza o exclusión social en 2017. El porcentaje de personas viviendo en esas condiciones creció en once países de la UE entre 2008 y 2017, incluyendo Italia, España, Holanda y Suecia.

Uno de los índices más reveladores de esa situación de precariedad es que un tercio de la población de la UE no puede hacer frente a gastos inesperados como, por ejemplo, arreglar una máquina de lavar que se haya echado a perder.

En diez países de la UE el riesgo de pobreza aumentaba el doble cuando se incluía el costo de la vivienda en la evaluación. Esto era particularmente importante en los países de mayores ingresos, como Alemania, Dinamarca o Gran Bretaña pero también en los más pobres, como Hungría y Grecia.

El estudio analiza también lo que llama privación material severa, que incluye nueve indicadores, entre ellos ya mencionado, de no poder hacer frente a gastos inesperados. Pero incluye también otras medidas, como el no poder tener una comida decente al día.

Es un indicador que revela una situación muy dispareja entre los países europeos. Es de solo 0,8% en Suecia, pero alcanza 30% en Bulgaria. De todos modos, la privación material ha bajado en Europa y afecta a menos gente que la pobreza medida por ingresos.

La meta de sacar de la condición de riesgo de pobreza a 20 millones de personas en esta década, que se había planteado la UE en 2010, está lejos de alcanzarse. Por el contrario, en 2016 había más gente en esa condición que en 2008.

El informe considera sorprendente, por ejemplo, que en 2017 25% de los europeos no pobres no podían financiarse una semana de vacaciones. Más de 20% tenía alguna o muchas dificultad para pagar sus cuentas.

Cohesión social
Una amplia mayoría de los europeos están preocupados por la falta de cohesión social en su propio país o en Europa. Esa es una de las conclusiones del informe. Si no se miran con cuidado, las cifras de desempleo pueden ocultar otra realidad; esconder a los que les gustaría trabajar más horas pero no encuentran ese trabajo; o a los que ya desistieron de seguir buscando y, por lo tanto, no aparecen como desempleados en las encuestas. Si se los incluye el desempleo se duplica, pasando de poco más del 6% a más de 14%.

Los países más afectados por la crisis enfrentan un problema doble: un alto desempleo y una proporción cada vez mayor de desempleados de larga duración, los que no consiguen trabajo desde hace más de un año. Una situación que afecta no solo a ellos, sino también a los demás grupos de trabajadores.

Los largos períodos de desempleo tienen efectos devastadores, especialmente para los jóvenes, y los afectados son, según un estudio del Eurofound, los que están menos satisfechos con sus vidas y tiene menos expectativas con su futuro.

Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr

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