Es evidente que la Semana de Turismo del año 2019 fue un éxito turístico en todo el país, de punta a punta, por lo que se registra en informaciones que se han dado al respecto. Las termas con una ocupación muy importante, el ascenso al Pan de Azúcar tuvo que ser restringido por la “excesiva” afluencia de público. En el norte, por citar otro ejemplo, los hoteles de la ciudad de Rivera tuvieron una capacidad colmada hasta el punto que hubo quienes debieron hospedarse en Tacuarembó, a casi dos horas de distancia.
Es que, en definitiva, el turismo interno (ayudado en este caso por el turismo que viene fuera de fronteras, a pesar de situaciones difíciles económicamente en los países vecinos) se ha masificado. Y es cierto, el derecho a tomarse vacaciones nunca estuvo tan asegurado. Como nunca antes había sucedido, por lo menos en los últimos decenios.
La odisea
Antes de las siete de la mañana del día 19 de abril ya estábamos de pie, calentando agua y preparando el mate. Lo primero fue ir a la estación de Tranqueras y rememorar viejas épocas de viajes en tren. Un poco antes de las ocho surgió la locomotora pero extrañamente con un único vagón (a diferencia de los dos vagones que circulan diariamente entre Tacuarembó y Rivera), por lo que las más de treinta personas que estábamos allí no pudimos viajar, alegando que “no había capacidad”. Si bien este era un servicio único a Valle Edén por la Semana de Turismo, y coincidía con la inauguración del tramo ferroviario Tacuarembó-Valle Edén, ya desde Rivera, como nos enteramos después, había quedado gente sin poder hacer el viaje.
Fue entonces que debimos aplicar el plan B, tomar Corporación-CUT de las 8.30 hasta Tacuarembó, caminar las cuatro o cinco cuadras hasta la estación de AFE y… nuevamente la sorpresa. Una fila larga nos recibió, una fila larga que dio para llenar varios viajes de tren. Por suerte la Intendencia Departamental de Tacuarembó había dispuesto un servicio de ómnibus hacia Valle Edén, que dista 25 kilómetros de la capital departamental, a un precio económico, porque una de las ventajas que tenía el viaje en tren era que el costo era más barato. Fue tanta la promoción del viaje que todos los servicios se vieron desbordados, lo que, por un lado, demuestra cierta imprevisión pero también una expectativa muy grande de que el tren de pasajeros vuelva a circular. Luego de más de treinta años (fue durante el gobierno del ex presidente Sanguinetti que se decidió terminar con el ferrocarril y beneficiar, de esa manera, al transporte carretero, de mercaderías y de pasajeros), Uruguay parece reencontrar este medio de transporte que en otros países se continúa desarrollando y modernizando.
Visitamos la estación
Un poco antes de llegar, se encuentra el Cerro Cementerio, de origen charrúa, con tumbas y nichos vetustos, enmarcado en un paisaje de serranías y quebradas, de espeso monte nativo, donde hay flora y fauna autóctona, con mucho verde. Porque Valle Edén está ubicado donde hubo un antiguo asentamiento indígena. A todo esto, cuando llegamos finalmente a Valle Edén eran más de las once. El clima despejado a esa hora ya estaba con algo de calor y las instalaciones del lugar estaban rebosantes de gente. A la entrada de Valle Edén se encuentra una zona de camping con todas las comodidades para acampar y un poco más adelante la Posada Valle Edén donde se puede encontrar alojamiento, y que también funciona como restaurante. También hay una seccional policial y una escuela rural que funciona con alrededor de 20 alumnos.
Lo primero que hicimos fue recorrer la estación, ver el antiguo depósito de agua que se usaba para las locomotoras a vapor, subir a dos vagones que están allí, como mudos testigos de un pasado que no quiere morir del todo. Habíamos quedado con un guía para hacer un recorrido por distintos lugares cercanos, pero fue tal la demanda que los viajes que debía hacer el guía ya estaban coordinados y no había lugar para más. Una verdadera lástima, pues teníamos pensado recorrer varios lugares, sobre todo el Mirador, la Cueva del Chivo, en cuya cima además de una maravillosa vista, hay una cascada y detrás de ella una pequeña cueva; las llamadas Marmitas, donde las piedras parecen talladas, cambian el curso del agua y generan curiosas formas cóncavas; y Pozo Hondo, ubicado entre Valle Edén y Tambores, a seis kilómetros de allí, que tiene un salto de agua de 15 metros, provocado por la lluvia y por las vertientes con las que se forma la laguna.
Museo Carlos Gardel
Optamos entonces por recorrer el Museo Carlos Gardel, ubicado en el local de una antigua pulpería y donde el mítico cantante vivió durante cinco años. Como es lógico suponer, hay documentos que certifican el origen tacuaremboense del Zorzal Criollo, además de una serie de fotos, recortes de diarios, escritos y registros, y algunos elementos típicos alusivos (una fonola antigua, una guitarra, un acordeón, etc.).
Mientras recorríamos el lugar, de fondo se escucha su mágica voz y todo parece entrar en un túnel del tiempo en un museo muy bien cuidado y que vale la pena conocer.
La Posada Valle Edén
Fuimos hasta la Posada para comer y, asimismo, recorrer sus instalaciones, ya que en su interior hay una especie de museo con objetos y antigüedades de todo tipo, que tuvieron su uso en otras épocas. La Posada tiene, también, algunas habitaciones y uno se puede quedar allí. Después de comer, ya no nos quedó mucho tiempo, pero fuimos hasta el puente colgante (es un pequeño puente de madera, colgante, y es una atracción turística) y anduvimos por él, viendo el pequeño arroyo (arroyo Jabonería, que tiene ágatas y amatistas en sus riberas) a nuestros pies. Después escuchamos algunos grupos de música de cumbia (entre ellos Sonido Caracol), en el marco de una actividad cultural organizada por la intendencia.
Después volvimos en un ómnibus (tuvimos suerte, aunque el micro estaba repleto y viajamos todos apretujados, porque ni el tren ni los servicios que había dispuesto la comuna daban abasto —se habla de alrededor de cinco mil personas las que visitaron el lugar—), y llegamos a Tranqueras sobre las cero treinta del día 20 de abril. Si bien no pudimos completar todas nuestras expectativas, ya viajaremos en ferrocarril, como corresponde y veremos el paso a través del famoso (y único) túnel a la altura del kilómetro 407.
Lo dicho, cuando lo dispongan, con tiempo, vale la pena visitar Valle Edén.
Por Sergio Schvarz
Escritor, poeta, y ensayos breves.
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