¡Niebla en la Mancha, el continente aislado! ¡Nuevamente! Europa recibió con estupor el resultado de la votación del plan que la primera ministra británica, Theresa May, presentó al parlamento para regular al salida de Gran Bretaña de la Unión Europea: 432 votos en contra, 202 a favor. El Brexit, el sorprendente proceso iniciado después de que los británicos lo aprobaran por un margen estrecho (52% a 48%) en junio del 2016, entró en un impase. El acuerdo, negociado por May durante más de dos años, en medio de grandes dificultades, con el representante europeo, el francés Michael Barnier, fue rechazado por mayoría abrumadora, en la peor derrota de un primer ministro en el parlamento en muchos años.
La historia –diría Guillemo Altares, director del suplemento Ideas, del diario español El País– demuestra que el Brexit es imposible.
Lo cierto es que, a menos que haya una prórroga, el Reino Unido abandonará la Unión Europea (UE) el 29 de marzo de 2019.
Si no hay acuerdo –algo que nadie quiere pero que, como en las tragedias, nadie parece en condiciones de evitar– la salida de Gran Bretaña será caótica, por una ruta de consecuencias imprevisibles.
Una historia imposible
Que esa historia se ha revelado imposible de resolver (y de contar), lo muestra la reacción de la prensa europea al resultado a que se ha llegado.
La pretensión de tratar con dureza a los británicos para que nadie más se atreviera a seguir ese ejemplo –un ejercicio ya ensayado en las negociaciones de la deuda con Grecia– dio resultados inesperados.
El 18 de enero pasado, The Times publicaba, con solemnidad, una carta de personalidades alemanas, urgiendo a los británicos a quedarse. “Sin Uds. el continente ya no será lo que es”, les dijeron, en una carta firmada por 31 personalidades, entre ellas Annegret Kramp-Karrenbauer, la nueva líder del gobernante CDU. Parece que demasiado tarde.
Diversos representantes europeos a Gran Bretaña se mostraron sorprendidos, desconcertados, por la profunda conmoción que reinaba en el país. Recomendaban a la UE extender el plazo de las negociaciones.
Uno a uno, los titulares de los periódicos reflejaban esa perplejidad.

Bob Seely, congresista conservador británico, publicaba en el Guardian: la votación contra el plan de May es una rebelión de la élite contra la democracia. En su visión, los parlamentarios que se oponían al plan de May para abandonar la UE mostraban su desprecio por la decisión popular expresada en el referendo de 2016.
Para Aditya Charkrabortyy, columnista del Guardian, para el bien de los trabajadores, la izquierda debería promover una revisión de lo acordado en el referendo y apoyar alguna iniciativa para que Gran Bretaña permaneciera en la UE. Lo difícil es saber cuál. No falta quienes sugieren un segundo referendo.
“Un segundo referendo puede ser difícil, pero es la única alternativa a un Brexit ciego”, opinaba el historiador Timothy Garton Ash.
El líder del partido laborista, Jeremy Corbyn, partidario de quedarse en la UE, nunca asumió claramente una posición, ante la evidencia de que su partido –lo mismo que los conservadores– estaba profundamente dividido sobre el tema. Pero –advertían otros comentaristas– después de la votación en el parlamento, la “constructiva ambigüedad” de Corbyn dejaba de ser una posición constructiva. Corbyn sabe, en todo caso, que el apoyo a un segundo referendo –una arriesgada apuesta por cambiar el resultado del primero– terminaría dividiendo su partido.
“Esto es solo el final del inicio de nuestra guerra civil sobre el Brexit”, en opinión el Polly Toynbee, columnista del Guardian. “Nadie puede pensar que esto terminará pronto”, aseguró. “No hay final a la vista, ninguna cura en perspectiva, ninguna solución a la mano”, va a durar una generación. El plan de May –estimó– no manda por una camino ciego cuya única certeza es terminar con un mucho peor acuerdo que el que tenemos ahora. Esto nos condena a ser no solo más pobre, sino también más débiles, no integrantes de una poderosa voz colectiva de la UE”.
El mismo Guardian, en editorial del 15 de enero, al conocerse el resultado de la votación del parlamento, escribió: La primer ministro encabeza un partido dividido y un país acaparando comida y medicina, como si se estuviera preparando para la guerra”. “En la situación actual, no hay una mayoría en el parlamento para ninguna de las alternativas de acuerdo sobre el Brexit. Esto nos puede conducir al desastre”.
Del otro lado de la Mancha, no hay menos preocupación. El presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, afirmó: –Si un acuerdo es imposible, y nadie quiere que no se logre un acuerdo, quién tendrá finalmente el coraje de decir cuál es la única solución posible?
Jean-Claude Junker, presidente de la Comisión Europea, reconoció que el riesgo de una salida desordenada del Reino Unido de la UE “se había incrementado” con el voto del parlamento. Aunque no queremos que eso ocurra, la Comisión Europea continúa preparando su programa de contingencia para garantizar que esteremos preparados” si eso ocurre.
“Los medios europeos y los comentaristas tiene pocas palabras lo suficientemente duras para el desorden en el cual el Reino Unido –y Europa– se encuentran después de que el acuerdo de Theresa May sufriera una aplastante derrota en la Casa de los comunes”, estimó Jon Henley, corresponsal del Guardian.
La frontera de Irlanda
Del punto de vista técnico, lo que ha hecho imposible la aprobación de un plan para el Brexit es la regulación que se impondrá en la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del norte, parte del Reino Unido.
El acuerdo negociado por May con la UE contempla una “salvaguarda” para evitar que se vuelva a instalar una frontera, con sus controles de pasaporte y de comercio, entre las dos. Algo que parece inevitable, pues Irlanda es miembro de la UE e Irlanda del Norte dejaría de serlo cuando el Reino Unido la abandone.
Lo que pasa es que “la ausencia de barreras físicas entre Irlanda e Irlanda del Norte -una de las cuatro naciones que conforma Reino Unido- es una de las bases del acuerdo de paz que puso fin a años de violencia independentista”, recordó la BBC.
Se trata de una dolorosa, sangrienta, confrontación entre católicos y protestantes, unos partidarios de la unión de Irlanda del Norte con la República de Irlanda; los otros, partidarios de permanecer como miembros del Reino Unido.
El impase actual resonó de nuevo como una bomba, que estalló en fin de semana en Londonderry: “un claro recuerdo de lo que está en juego en Iralanda del Norte con el Brexit, dijo el lunes el Guardian en un nuevo editorial sobre el tema.
Los partidarios del Brexit no están de acuerdo con esa “salvaguarda” para tratar el caso de Irlanda, pues temen que por ahí se cuelen las reglas de la UE, que pretenden evitar con el Brexit. Ni siquiera el compromiso de que esa “salvaguarda” será provisional y durará solo mientras se encuentre una solución alternativa”, y que, mientras tanto, el Reino Unido mantendrá una unión aduanera con la UE, es aceptable para los partidarios del Brexit. Está claro para ellos que esa solución podría tardar una eternidad en encontrarse.
La otra frontera
La “otra” frontera, la que los británicos pretenden cerrar con el Brexit, son las políticas económicas y sociales de la UE.
“La pertenencia a la Unión Europea implica la aceptación de las llamadas ‘cuatro libertades fundamentales’: la libre circulación de trabajadores, de mercancías, de servicios y de capitales”, recordó la BBC.
Pero, tal como funcionan hoy, las cuatro favorecen sobre todo a los capitales. “La libertad de movimiento para los trabajadores de la UE ha estado adelante y en el centro del debate sobre el Brexit, en opinión de Ines Wagner, investigadora en el Instituto Noruego de Investigación Social y autora de trabajos sobre el empleo precario en esa región. Wagner muestra como la reglamentación europea deja abiertos los portillos para contratar trabajadores en los países europeos donde la mano de obra es más barata y llevarlos a trabajar donde es más cara. En ese traslado los trabajadores pierden toda capacidad de negociar, de garantizar sus derechos que, además, son solo los que se establece en su país de origen, no los que rigen en el que van a trabajar.
El texto de Wagner –Why freedon of movement is causing divisions –across Europe– puede ser visto aquí:Theguardian Es un texto que explica bien el origen de las tensiones provocadas en Europa por las migraciones, mucho más allá de las pretendidas teorías sobre “populismos” que abundan en los medios.
“El voto sobre el Brexit fue –para el editorial del Guardian– consecuencia de los salarios estancados, de las disparidades regionales y una desalmada forma de acumulación del capital”.
Con tantos criterios y opiniones distintas, un ruido ensordecedor hace imposible entender, pero también contar esta historia. Pero reino Unido no es Grecia, y ese retiro, con acuerdo o sin él, evidencia escenario en el que parece inevitable percibir la sensación de que un edificio se derrumba… Aunque la niebla no deje ver claro el otro lado de la Mancha.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
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