El 1 y 2 de diciembre se reunirá el Congreso del Frente Amplio para resolver el programa de gobierno para el período 2020/2025 con la esperanza de ganar el cuarto gobierno consecutivo. Durante este mes hemos dedicado artículos sobre esta programación: La estrategia de desarrollo en el programa del Frente Amplio, la igualdad en el programa del Frente Amplio y ahora la política económica en el programa del Frente Amplio.
Para la política de mediano y largo plazo hay nítidas diferencias con las posiciones de derecha, que se resumen nítidamente en el papel del Estado. Para la derecha y el neoliberalismo, el papel del Estado debe ser mínimo. De acuerdo a esta concepción, el libre juego del mercado y el sector privado van a resolver todos los problemas económicos y sociales. Por lo tanto, hay que eliminar todo tipo de controles económicos, por ejemplo, sobre las importaciones, para no distorsionar el libre juego del mercado. En la misma línea hay que eliminar o minimizar el papel proteccionista del Estado, como por ejemplo, rebajar aranceles. Es lo que se denomina proceso de liberalización económica. Una mirada histórica muestra que todos los actuales países desarrollados tuvieron fuertes procesos de protección económica. Por supuesto, EE UU, Alemania, Japón y China, pero también Inglaterra que se negaba a vender maquinaria textil a India, en el siglo XIX, por temor a la competencia futura. En el plano financiero, el neoliberalismo propone la desregulación que fue el motivo central de la crisis del 2008 en EE UU. Uno de los puntos centrales de esta concepción es la privatización de las empresas públicas, como lo vemos en el actual caso de Brasil donde se pretende venderlas para pagar la deuda externa. En términos de relaciones laborales se propone la flexibilización laboral para otorgar mayor poder al capital frente al trabajo.
En términos de política económica las posiciones de izquierda son exactamente las contrarias a las propuestas del neoliberalismo. La estrategia de desarrollo es fundamental para definir el rol del Estado, definiendo las estructura productiva para atender la inserción internacional y especialmente el empleo productivo; marcando las necesarias regulaciones financieras para que no ocurran nuevas crisis; manteniendo las empresas públicas que en el Uruguay han jugado un papel central en el desarrollo del país y buscando la mayor equidad posible en las relaciones entre el capital y el trabajo.
En la política económica de corto plazo, la derecha y el neoliberalismo proponen que el objetivo prioritario es el pago de los servicios de la deuda externa y, para ello, deben funcionar los distintos instrumentos de política económica. En esta concepción lo financiero predomina sobre lo productivo y lo social. Ello requiere generalmente de ajustes en el balance de pagos. Si hay entrada de capitales el énfasis se pone en atender el déficit fiscal, con recortes de gastos que afectan a lo productivo y lo social, que aumentan el desempleo y las desigualdades. Para la izquierda no es aceptable el predominio de lo financiero, sino que de acuerdo a cada coyuntura hay que buscar un equilibrio entre lo financiero, lo productivo y lo social. Hay que combinar los objetivos de crecimiento y empleo con la atención de la inflación. La estrategia de desarrollo ayuda a priorizar y promover el crecimiento y el empleo. A la inflación hay que atacarla a la luz del diagnóstico correspondiente del momento especifico. No son válidas las recetas de los organismos internacionales como las del FMI.
La política fiscal es necesaria para avanzar en la igualdad, siendo en determinadas etapas la inversión pública necesaria para atender el empleo y el gasto social para la mayor equidad. No hay ninguna comprobación empírica de que el déficit fiscal influya sobre los procesos inflacionarios. Influye en el aumento de la deuda, pero se puede resolver con mayores impuestos que además mejoren la distribución de la riqueza y del ingreso, tales como al patrimonio, a las herencias y a las rentas de capital. La política monetaria puede utilizarse para atender la inflación, pero también para mejorar el empleo como en ocasiones realiza la Reserva Federal en los EE UU. La política cambiaria debe usarse para la competitividad y en ocasiones excepcionales para enfrentar la inflación. Hemos sido muy críticos de las altas devaluaciones del pasado, pero también de los fuertes atrasos cambiarios que terminan afectando los procesos industriales y debilitando los niveles de empleo.
El programa para un cuarto gobierno del Frente Amplio es muy importante para mantener los logros y seguir avanzando con políticas novedosas como las que se requieren para enfrentar la fragmentación social. La coyuntura no es sencilla por la derechización política de la región y obliga a la mayor solidez programática posible.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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