No es frecuente encontrar, en una persona, dos formaciones universitarias cuya vinculación no parece evidente a primera vista por lo que decidimos conversar con la Mgr. Leticia Matta [i] para comprender los alcances de su concepción y de su práctica que, en todo caso, se manifiesta en las ciencias de la salud.
¿Cómo se articula la antropología con la podología médica?
_ Voy a ubicar esa articulación, que de hecho existe en mi caso y también en el terreno científico o disciplinario, considerando la cuestión en un contexto más amplio. Para empezar digamos que
la locomoción bípeda – junto con el gran tamaño de nuestro cerebro y el desarrollo de un lenguaje articulado y de la tecnología – compone adaptaciones fundamentales específicamente humanas. Somos la única especie bípeda, es decir, la única que se desplaza utilizando exclusivamente las extremidades inferiores.
Alguien puede sostener, que gran parte de las aves caminan en dos patas. Una observación superficial podría agregar que los canguros, aunque a saltos, también se desplazan mediante sus extremidades inferiores. Sin embargo, al referirnos al bipedismo no estamos aludiendo exclusivamente a la capacidad de movilizarse empleando dos extremidades sino a la capacidad de hacerlo tan exitosamente como para permitir acciones específicas, puntuales y de alta precisión para manos y pies en forma diferenciada.
Las aves corredoras como los ñandúes, por ejemplo, son bípedos aparentes porque la especialización de sus extremidades anteriores, las alas, se ha adaptado al vuelo o a una función aerodinámica de equilibrio y timoneo. Por otro lado, los canguros no utilizan sus pies para caminar sino sus antepiernas, vueltas hacia adelante, como poderosas palancas para impulsarse a saltos. Los antropoides, más cercanos a nosotros, y otros mamíferos son capaces de mantener una postura bípeda pero esta es estática y circunstancial, no permanente como la de los homínidos. Por eso, cuando deben desplazarse, excepto en trechos muy cortos, lo hacen apoyándose en las cuatro extremidades: el típico andar en nudillos de los chimpancés, los bonobos y los gorilas.
En la medida en que el bipedismo implica caminar erguidos sobre las extremidades inferiores, las manos se liberaron de la locomoción y esto permitió la adquisición de funciones mucho más complejas y altamente específicas para la prensión y la motricidad fina (con un verdadero pulgar oponible) y consiguientemente favoreció el desarrollo y uso de herramientas. Al mismo tiempo, el pie pasó a cumplir las esenciales funciones en la estática y en la dinámica corporal vinculadas a la locomoción. Nuestra postura erecta como bípedos, junto con el desarrollo craneano que desde los primeros primates ya había ubicado los ojos en el rostro, permitió un dominio del entorno superior al de muchos mamíferos, una manipulación exacta y una marcha más dúctil. Si será esto importante que se calcula, aproximadamente y por lo bajo, que una persona camina, en toda su existencia, más de 68.000 kilómetros, más de una vez y media el perímetro ecuatorial del planeta.
El bipedismo ha representado para nuestra especie enormes ventajas y también algunas limitaciones. Esta posición conlleva un conjunto de características de gran rendimiento y ciertas vulnerabilidades que, dicho sea de paso, desde el momento en que las conocemos y las estudiamos pueden ser prevenidas o tratadas.
La postura bípeda supuso el desarrollo de enormes tensiones sobre la estructura esquelética, en especial sobre la columna vertebral que adoptó una forma con curvaturas que responde no solamente a la distribución anatómica de las vísceras sino a la dinámica del equilibrio, la distribución del peso corporal y la amortiguación de las tensiones sobre el eje perpendicular del cuerpo erecto que tiene estrecha relación con la anatomía de las extremidades inferiores y especialmente de los pies.
La evolución anatomofisiológica del cuerpo aparejó otros cambios que también son específicamente humanos, por ejemplo la estructura de la pelvis en las hembras que hace que los partos sean más peligrosos y difíciles que los de los cuadrúpedos o el hecho que la inmadurez de nuestros recién nacidos haga que tarden alrededor de un año en aprender a caminar y bastante más de dos para hacerlo con soltura y velocidad. Nuestro bipedismo nos hace más propensos a lesiones accidentales, la articulación de la rodilla es muy frágil y el peso del cuerpo está peor repartido, se concentra alternativamente en uno u otro pie al desplazarse.
En los cuadrúpedos el centro de la masa corporal se encuentra situado entre los cuatro puntos de apoyo que corresponden a las extremidades. El desplazamiento de un cuadrúpedo consiste básicamente en mover las extremidades hacia adelante y atrás, alternando los movimientos de flexión y extensión. La mayor parte de la fuerza para avanzar se logra extendiendo las extremidades posteriores.
En nosotros, en cambio, el centro de la masa corporal se ubica en un eje perpendicular a la base de sustentación, bastante por encima de nuestros pies. En estática podemos ampliar la base de sustentación equilibrándonos al separar los pies pero al caminar apoyamos el peso en forma alternada, en cada uno de ellos.
El pie humano, indispensable tanto para el equilibrio como para la marcha, se compone de unos 26 huesos que se reparten entre el tarso, el metatarso y las falanges de sus cinco dedos. También está formado por cartílagos y músculos. Posee una gran sensibilidad al tacto en razón de las numerosas terminaciones nerviosas de las que está provisto.
Del conjunto de características propias del bipedismo, la función del pie, sus estructuras y alteraciones, sus patologías, se han constituido en el centro de mi interés. Si bien la estructura podológica es la misma en todos los humanos, las alteraciones y las patologías difieren y eso se debe a las actividades características de cada persona, a lo que antropológicamente aludimos cuando nos referimos a la división del trabajo.
Las formas de calzar, proteger o embellecer el pie, que la antropología aborda como fenómenos culturales, tienen como correlato alteraciones podológicas particulares por los impactos repetitivos y entonces nos ubicamos claramente en el campo de la salud.
2 – Desde el punto de vista de la podología, ¿hay una clasificación de esas alteraciones?
_ Si claro, es posible referirse al pie del niño, al pie del adulto mayor, al pie del diabético – entre otros – pero no todas las categorías de abordaje tienen el mismo grado de desarrollo. Por ejemplo, en el área del pie del deportista y en particular en el caso de los deportes de alto rendimiento ha habido un gran desarrollo de la investigación, de la tecnología y una gigantesca inversión en el mercadeo de las marcas junto con una diversificación de acuerdo con el diseño del calzado más apropiado para alcanzar el mayor rendimiento en áreas muy específicas. Es muy claro el desarrollo del calzado y la batalla de prestigio relacionada con el fútbol, el basquetbol, el tenis, el atletismo, entre otros deportes.
La especificidad del calzado responde a la mejor satisfacción de los requerimientos de cada deporte, por ejemplo y en forma decisiva a la protección del pie ante los impactos repetitivos y al tipo de impactos repetitivos que supone cada una de las prácticas, a la relación suela/suelo, tapones, clavos, etcétera, la adherencia, la amortiguación u otras cualidades físicas, frenar y girar como en el basquetbol, la flexibilidad de guante de la capellada que busca maximizar la relación pelota/pie, como en el fútbol o la protección del tobillo, como en el basquetbol. Ese desarrollo hiper especializado va acompañado de una política de promoción que utiliza el prestigio de las grandes figuras para vender calzado muy exclusivo a personas, especialmente pero no exclusivamente a jóvenes, que mayoritariamente no van a utilizarlo para las actividades de alto rendimiento para el que fueron diseñados.
Esa popularización del calzado, atribuible en buena medida a la publicidad, va acompañada de una cierta difusión generalizada de la atención podológica, es decir de la preocupación por parte de los deportistas profesionales y de las instituciones deportivas por la atención podológica, la prevención de alteraciones y la salud de los competidores. A nivel general esto se refleja en cierto conocimiento extenso acerca de algunas patologías vinculadas a la práctica deportiva. Por ejemplo ¿quién no ha oído hablar del “pie de atleta?” .
De hecho, el “pie de atleta” es reconocido como uno de los casos de difusión o popularización positiva de un conocimiento médico, de tal manera que muchas personas saben que la sudoración, el olor y la picazón podrían indicar “pie de atleta” y que un producto farmacéutico de venta libre puede combatir esa afección. El grado de información permite que los distintos agentes, además del deportista, los padres, los entrenadores, los profesores, los vestuaristas, comprendan que los deportistas requieren cuidados específicos del pie. Ahora bien lo interesante es que hay otros ámbitos donde la potencia del mercado, la publicidad y el prestigio de los actores son menores y por ende donde la importancia de la atención podológica, la prevención y la educación tienen un menor reconocimiento.
La difusión del conocimiento, más allá del ámbito de los profesionales integrantes del equipo de salud, es muy necesaria para facilitar la labor de los especialistas en educación y prevención en el primer nivel de atención pero no es suficiente. Quiero decir que, naturalmente, los deportistas profesionales tienen muy presente el cuidado de sus pies como parte de la atención que deben dedicar a su cuerpo pero ese grado de conciencia no se extiende al conjunto de quienes practican deportes en forma amateur o por el saludable placer del ejercicio. Por otra parte, la atención institucional del cuidado del pie es aún muy despareja, baste decir – por ejemplo – que de los clubes de fútbol de primera división, hasta donde yo se, solamente hay uno – que a propósito no voy a nombrar – que brinda asistencia podológica a sus jugadores.
3 – Y las instituciones de salud ¿en qué casos brindan atención podológica a sus pacientes?
_ En el caso de pacientes diabéticos. Como ustedes saben la diabetes es una enfermedad metabólica particularmente insidiosa. Produce lesiones que tienden a infectarse y una alteración de la sensibilidad. Sabiendo el gran perjuicio que estas producen en los pies de los diabéticos, la medicina ha desarrollado investigaciones y acciones intensas para la prevención, la detección temprana y el bienestar de los diabéticos porque su incidencia tiene efectos muy dañinos y un elevadísimo costo social. Los controles apropiados son un mecanismo indispensable de prevención y desde el punto de vista podológico son los únicos pacientes que tienen asegurado el acceso a dicha atención por las instituciones de asistencia médica colectiva.
En cambio, en el ámbito laboral, la atención podológica no ha alcanzado el grado de reconocimiento o articulación acorde con la magnitud de los problemas planteados. Sobre esto quiero decir que mientras en la atención sanitaria, salud y enfermedad son un binomio antitético estrechamente relacionado, en lo laboral no existe el mismo tipo de relación biunívoca entre seguridad y bienestar. Desde el punto de vista podológico es fundamental conjugar la seguridad y el bienestar sin sacrificar la primera al segundo o viceversa.
Las lesiones en los pies que se producen en el trabajo son de dos grandes tipos: el primero que abarca las perforaciones, los aplastamientos, las luxaciones y las laceraciones y el segundo tipo en el que se puede incluir los tropezones, resbalones y caídas. En este último tipo de lesiones es posible que no se produzcan heridas o lastimaduras pero a menudo se deben a que no se ha prestado la debida atención a la seguridad de los pies. Todo esto lo contempla y atiende la medicina.
Pero hay afecciones muy frecuentes entre los trabajadores como son las callosidades, las uñas encarnadas o la fatiga del pie, que no son consideradas como enfermedades profesionales aunque suelen tener una significativa incidencia sobre la higiene y la seguridad en el trabajo. Esas afecciones tienen tres consecuencias que son la incomodidad, el dolor y la fatiga. La fatiga predispone a los trabajadores a lesiones músculo esqueléticas y articulares. Además un trabajador afectado por la fatiga y que sufre incomodidad y dolores presenta una disminución de su atención y por eso está propenso a cometer errores que incluso pueden causar accidentes.
Quiero poner un ejemplo que es muy elocuente acerca de las limitaciones en los protocolos de atención podológica. Las onicocriptosis, no están contempladas adecuadamente en los procedimientos de salud preventiva. Es decir que si una persona llega al servicio de puerta de una institución con una “uña encarnada”, que es tremendamente dolorosa, solamente recibirá asistencia podológica si es diabético. Pero si no es diabético tendrá que atenderse con un podólogo en forma privada o sufrir hasta que con una infección avanzada y de alto riesgo se lo remita a un cirujano. Todo esto puede evitarse con una atención podológica temprana.
Las investigaciones sobre la incidencia de los problemas podológicos en el trabajo son escasas. Hay antecedentes de Australia, Canadá y Alemania que señalan que dos de cada tres trabajadores los presentan y nuestra experiencia en el país lo corrobora. Además, en Australia por ejemplo, las estadísticas de salud laboral indican que las certificaciones son más prolongadas en el caso de problemas podológicos o lesiones en los pies (promedio de siete jornadas de certificación) que en las manos (promedio de cinco días de certificación).
Los problemas podológicos son muy comunes y frecuentes, se producen en todos los medios y en todas las condiciones de trabajo. Los pies doloridos, las callosidades, las ampollas e inflamaciones, la malformación de los dedos, el aplastamiento del arco plantar, las micosis, entre otros, suelen ser la consecuencia del uso de calzado incómodo o inadecuado, con tacos altos e inestables, punteras puntiagudas, ausencia de soporte plantar, calzado muy holgado o muy estrecho, pisos excesivamente duros, largas jornadas de pie. De la misma forma, el “pie de atleta”, las micosis cutáneas o unguiales y las ampollas suelen ser causadas por la transpiración excesiva, los medios húmedos y calientes generados por el calzado de materiales sintéticos no porosos y por el trabajo en condiciones extremas.
Hace precisamente dos años, en agosto del 2016, se publicó en una revista científica japonesa, el Journal of Occupational Health, un artículo de investigadores alemanes encabezados por la especialista en medicina del trabajo, la profesora Elke Ochsmann, referido a la influencia del calzado de seguridad en el andar y la presión plantar de trabajadores de la industria automotriz. En ese artículo, los alemanes aluden a una investigación de los australianos Marr y Quine que arrojó los siguientes resultados: el calzado de seguridad produjo problemas podológicos o agravó los existentes en el 91% de los operarios. Los problemas mencionados, entre otros, fueron: en el 49% de los casos pies doloridos; callosidades en el 33%; exceso de calor en el pie 65%; suelas rígidas 52%; peso de los zapatos 48% y presiones producidas por la capellada de acero 47%.
El calzado de seguridad, brinda una protección indispensable en muchas ramas de la actividad laboral y por eso es obligatorio pero también puede causar sufrimiento, problemas podológicos o agravar los que pueden existir. Como ya dije la seguridad y el bienestar no se deberían contraponer pero para ello es preciso una atención podológica sistemática.
La forma en que las afecciones podológicas causan sufrimiento e inhabilitan a las personas no es novedosa y resultan sorprendentes aunque son de vieja data. Hace 130 años, en el Boletín Sanitario del Ejército Español (1888), se afirmaba que el 60% de las bajas que sufrían las tropas de infantería se debían a lesiones en los pies que causaba el calzado de los soldados. Se sostenía que, de hecho, las bajas por imposibilidad de marchar eran mayores que las que se producían en combate y se especulaba acerca de la posibilidad de dotar a la tropa de livianas alpargatas de esparto (calzado habitual de los campesinos españoles de entonces) para mitigar las bajas durante las marchas. Como puede suponerse esa iniciativa no prosperó.
4 – En cuanto a la atención podológica, ¿qué es lo que usted recomienda?
_ Bueno, en primer lugar lo que se hace en todos los casos de atención de la salud, es decir adoptar un enfoque preventivo. La Unión de Podólogos de Francia, por ejemplo, insiste en que las personas deben visitar al podólogo por lo menos una vez por año aunque no tengan molestias o indicios de alguna patología.
El podólogo es un especialista en la salud del pie. Durante tres años ha obtenido una formación completa en las funciones normales del organismo humano y ha desarrollado dos años de práctica rigurosamente supervisada en el Hospital de Clínicas, en el Hospital Maciel y en el Hospital Escuela de Paysandú en el caso de los técnicos que se forman en el Cenur Litoral Norte de la Universidad de la República, siempre en el marco de la Escuela Universitaria de Tecnología Médica de la Facultad de Medicina. Es un integrante del equipo de salud, capacitado para cumplir un papel educativo, preventivo, orientador, y para efectuar los tratamientos y diagnósticos relacionados con las diversas patologías que afectan los miembros inferiores.
Me parece importante recordar una definición adicional que formula la UdelaR destinada a quienes enfrentan la posibilidad de seguir estudios universitarios: por su formación integral el técnico podólogo es un educador sanitario en las diferentes áreas en que se desempeña y en la comunidad en general, apto para integrar equipos de investigación relacionados con el amplio campo del conocimiento podológico.
Por lo tanto la acción del podólogo es decisiva para prevenir afecciones de la salud, para lograr y mantener el bienestar mediante la orientación en la selección del calzado más apropiado y para curar las afecciones del pie. Desde la infancia y la adolescencia hasta los adultos mayores obtendrán un gran beneficio de estas visitas y de la atención que mediante técnicas especiales permiten hacer desaparecer las afecciones, prevenir su ocurrencia y aliviar el sufrimiento. En suma, no se trata de acordarse de Santa Bárbara cuando truena.
[i]Leticia Matta es Magister en Ciencias Antropológicas (FHCE) y Técnica en Podología Médica (FM) por la UdelaR·
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