Quizás absorbidos por los vaivenes de la economía y los climas electorales en proceso u otros de reciente terminación, la mayoría de los actores sociales y políticos sudamericanos parecen estar bastante distantes de la magnitud del desarrollo de las guerras que están alcanzando vastos territorios en Oriente. Ahora sumado el de Israel y Gaza como preámbulo, del más peligroso, el conflicto en asenso de Ucrania.
En un reciente artículo el analista y ex político alemán; Joschka Fischer lo plantea así; “La asombrosa acumulación de crisis y conflictos que enfrenta el mundo hoy –en Ucrania, Irak, Siria, Gaza y Libia- están vinculados a la nueva postura de Estados Unidos. Si la situación alcanzara un punto crítico en otra zona sísmica de la política mundial –digamos, el este de Asia-, el mundo enfrentaría una catástrofe global que surgiría de la sincronización de las numerosas crisis regionales. Obviamente, sería una crisis que nadie podría controlar o contener”.
En gran medida esta última observación ya se está viviendo, parcialmente. Conflictos como los de Irak y Siria transcurren sin control ni mecanismo de contención, aun en una lógica de guerra.
Las guerras y los genocidios en nombre de religiones devenidas en claras ambiciones políticas y geopolíticas como en los siglos XVI y XVII, ya manejan con el terror sin límite, grandes ejércitos e importantes aéreas territoriales.
En un contexto más amplio Europa en gran medida empujada por los EEUU, cada dia se involucra más en el conflicto Ucrania-Rusia. Un conflicto que ayudó a gestar, sin mucha reflexión y en medio de una grave crisis económica.
Este conflicto con múltiples orígenes de causalidad, pero desde los años ochenta integrado a los planes geopolíticos norteamericanos, aun no había involucrado a Europa económica y militarmente con la vastedad que viene aceleradamente haciéndolo por estos días.
Europa está a punto de incorporase de lleno en una guerra que no conoce antecedentes desde la segunda guerra mundial. Una guerra abierta en territorio ruso ucraniano llegará más temprano que tarde a las calle de la Europa Occidental.
Todas las variantes de estos conflictos están abiertas, pero en el caso ucraniano por el momento todos trabajan para un conflicto de grandes proporciones. La entrada abierta de Alemania a financiar el armamento moderno a entregarse a Ucrania, las manifestaciones precisas del presidente Petró Poroshenko diciendo que “el conflicto llegó a un nivel sin retorno, al no ser el de la guerra declarada a Rusia”. Las manifestaciones de la personalidad más belicista que ha conocido el siglo XXl, después de George W. Bush, el ex primer ministro danés, hoy secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, que ha manifestado hace pocas horas; la OTAN planea una demostración de fuerza en el conflicto de Ucrania y está organizando un refuerzo de su presencia militar en Europa del Este con una clara dedicatoria al presidente ruso, Vladimir Putin. «Todo potencial agresor debe saber que al pensar en atacar a un aliado de la OTAN no sólo debería verse ante los soldados del país en cuestión, sino también ante tropas de la OTAN». El secretario Rasmussen, en una entrevista con el diario alemán ‘Süddeutsche Zeitung’ indicó que el plan de acción definitivo contempla el despliegue de unidades de intervención inmediata en Polonia, Estonia, Lituania y Letonia, con el objetivo principal de «posibilitar una intervención más rápida en caso necesario», subraya Rasmussen. La misma terminología ya utilizada para involucrarse antes en Libia y Afganistán.
Un dia después Putin, hablando a un campamento de jóvenes recordó a sus interlocutores que Rusia era una fuerte potencia nuclear. «Los socios de Rusia… deberían entender que es mejor no jugar con nosotros”, Putin comparó el asalto de Kiev a las ciudades rebeldes de Donetsk y Luhansk al asedio nazi de 900 días de Leningrado, donde murió un millón de personas, quizá la analogía histórica más potente para invocar a los rusos”. Añadió que la “única solución era que Kiev negocie directamente con los rebeldes. Kiev ha rechazado hacerlo hasta ahora, aduciendo que los rebeldes no son una fuerza legítima sino satélites de Moscú”. Con anterioridad un colaborador del líder ruso había reconocido a diplomáticos occidentales que la dirección del kremlin “piensa en lo inevitable de una guerra en torno a este tema”
“Cierto o falso, lo claro es que Rusia no abandonará a su gente ni renunciará a Ucrania, menos aún después de que la OTAN amenaza con una nueva cortina de hierro” afirma la prensa internacional. Por su parte, Joschka Fischer reconoce que “la globalización económica hasta el momento no ha dado lugar a un marco de gobernancia global”. Agregando “en un momento en que las potencias emergentes intentan adaptar sus posiciones estratégicas a sus aspiraciones e intereses nacionales, no están dispuestas a articular las ideas y las reglas vinculantes que deberían sustentar un nuevo orden internacional. O tal vez no puedan hacerlo”. Esto último también puede explicar la marginalidad e indiferencia que en las agendas sudamericanas tiene este grave momento mundial. Ni si quiera lateralmente los lideres sudamericanos incorporan una reflexión, sobre un futuro orden global que aceleradamente está cambiando y los involucrará.
Por Antonia Yánez
Socióloga uruguaya
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