La radical alienación como violenta respuesta ante las disfuncionalidades de un sistema injusto y las más flagrantes miserias humanas, constituye el potente eje argumental de “Animal”, el nuevo y removedor film del galardonado realizador argentino Armando Bó jr.
Este es el segundo largometraje del joven cineasta, autor de la promisoria “El último Elvis” -que fue su ópera prima- y ganador del Oscar al Mejor Guión Original por “Birdman” (2014), del mexicano y también oscarizado Alejandro González Iñárritu.
Como es notorio, este talentoso director es hijo del actor Víctor Bó y nieto del cineasta Armando Bó, que hace bastante más de medio siglo, sacudió a la pacata sociedad argentina de la época con sus películas de fuerte contenido erótico protagonizadas por la emblemática estrella porno Isabel Sarli.
Empero, el cine de este Armando Bó es diametralmente diferente a de su ilustre abuelo, en tanto indaga en las miserias y las grandezas de la condición humana.
Esa veta si se quiere existencialista está presente por ejemplo en “El último Elvis”, que es un tan profundo como sensible retrato de un personaje pequeño pero con obsesivos delirios de grandeza. No en vano el paradigma de este humilde obrero argentino es nada menos que Elvis Presley, el icónico Rey del Rock and Roll prematuramente fallecido a los 42 años de edad, luego de un proceso de agudo deterioro de su salud física y emocional.
En “Animal”, Armando Bó jr mixtura el drama con el thriller, en un ejercicio cinematográfico que destaca por sus situaciones extremas, aunque jamás cae en los excesos propios del gastronómico cine de industria.
La película es también una historia de terror psicológico, que trasunta el paulatino proceso de deterioro psíquico de un ser humano enfrentado a una auténtica encrucijada que pone el riesgo nada menos que su propia vida.
El protagonista del relato es Antonio Decoud (Guillermo Francella), un hombre maduro de estilo de vida pequeño burgués, que tiene un empleo muy bien remunerado en un frigorífico y una familia en apariencia ejemplar, integrada por su esposa Susana Decoud (Carla Peterson), tres hijos, un lujoso automóvil, una suculenta cuenta bancaria y una casa confortable de dos plantas emplazada en Mar del Plata.
Todo transcurre con absoluta normalidad para este individuo, que parecer haber alcanzado el ideal de felicidad de las familias tipo de clase media, en una sociedad capitalista emergente que le rinde una cuasi religiosa pleitesía al éxito.
Empero, una inesperada patología renal transforma ese apacible presente en un auténtico infierno terrenal, que obliga al protagonista a permanentes sesiones de diálisis.
Ahora, el imperativo es someter al hombre a un transplante, para lo cual se requiere inscribirse en una lista de espera para recibir un riñón o bien conseguir un donante, lo cual no está permitido por la normativa vigente.
En ese contexto, la perversa legislación estatal que condena al enfermo a una tortuosa espera porque la donación privada es ilegal, dispara una tensa situación.
Para colmo de males, el adolescente hijo del protagonista se niega tajantemente a donarle un riñón a su padre e incluso huye despavorido antes de ingresar a la clínica donde debe realizarse los exámenes previos a la intervención quirúrgica.
La idea creativa surgió cuando Armando Bó leyó en un diario que una persona ofrecía una parte de su cuerpo a cambio de conseguir una casa, lo cual constituye una grotesca metáfora de hasta dónde se puede llegar en una situación de necesidad en las sociedades azotadas por las inequidades del sistema de acumulación capitalista.
Ese aviso de prensa, que naturalmente lo conmovió, le indujo a reproducir ese fragmento de cotidiana realidad en la ficción, en un film que resulta a todas luces impactante.
La segunda parte de esta historia –en la cual el drama muta en thriller, promueve nuevos focos de tensión cuando Armando entabla contacto con una pareja de marginales integrada por
Elías Montero (Federico Salles) y Lucy Villar (Mercedes De Santis), quienes acceden a negociar con él. En este caso, el acuerdo consiste en que el hombre le done un riñón también a cambio de una vivienda.
No en vano ambos jóvenes –que esperan un hijo- están desocupados y tampoco tienen hábitos de trabajo. En esa situación, viven miserablemente en una pieza de pensión cuyo arrendamiento no pueden sostener por falta de ingresos.
Merced a un esmerado guión elaborado por Nicolas Giacobone y el propio Armando Bó jr, el relato adquiere una superlativa dimensión dramática, que indaga con singular agudeza en los propios entretelones de la condición humana.
Sin abandonar ese formato de intriga, la película promueve una aguda reflexión sobre la alienación provocada por el temor a la muerte y en torno a lo qué se está dispuesto a sacrificar para salvar la vida de un familiar.
“Animal” es un frontal y descarnado retrato social, que denuncia a una sociedad perversa e inhumana, que, en situaciones límite, induce a las personas a humillarse y degradarse.
Empero, la película –que está soberbiamente protagonizada por Guillermo Francella- indaga sobre la vanidad, el egoísmo, la crisis de los afectos, el desamor y las miserias humanas.
La excepcional banda sonora de Pedro Onetto y la panorámica fotografía de un Mar del Plata invernal, contribuyen a transformar a “Animal” en una producción de superlativa calidad artística.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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