Editorial: Brasil duele y preocupa
Brasil es esencial para Sudamérica. Sea por su importancia geopolítica, bien como por sus gentes, culturas, riquezas y por su alteridad. Esto es, su diversidad en identidades y orígenes, complementarias a las originarias e hispánicas del resto de los países de la región.
Brasil preocupa y duele, entonces, por la degradación de sus instituciones, considerando sin excepción a los Poderes del Estado, luego por la pérdida de vitalidad democrática y, como siempre ocurre en estas instancias, porque la gente de a pie es la víctima propiciatoria de las acciones viles de quienes están más preocupados por sus parcelas de poder, que por la suerte del otro.
Convengamos que, de las intrigas palaciegas, como de las disputas entre corporaciones, pierden en primer lugar los negros, hombres y mujeres, la población LGTB, los jubilados, los desempleados. Gentes que, sea por racismo o bien por una discriminación de más amplio espectro, carecen de recursos para defenderse de las barbaridades cometidas por quienes debieran, justamente, velar por ellos y por su acceso a niveles de libertad con dignidad..
La corrupción más grosera es endémica en el Brasil. Ni siquiera paró en la mejor década que les tocó vivir en este siglo a los más vulnerables, especialmente en los dos períodos de gobierno del expresidente Inácio Lula da Silva, y la primera mitad del mandado de su sucesora, Dilma Roussef. Además, debe resaltarse que tanto en los dos períodos del gobierno Lula, como así también durante los períodos de Dilma Roussef, la democracia participativa tuvo su mejor despliegue, hasta que fuera destituida por quienes hoy detentan el poder.
Antes de avanzar, repasemos algunos datos concretos.
Pobreza. A mediados de diciembre de 2017 la Agencia Brasil divulgó aspectos centrales de la investigación sobre esta cuestión llevada adelante por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) que arrojó, básicamente, lo siguiente:
– Cerca de 50 millones de brasileños, el equivalente al 25,4% de la población, vivían en la pobreza. Esto según un cálculo del Banco Mundial que daba R$ 387,07 por mes, o sea US$ 5,5 por día, para definir si una persona es pobre. El dato llamativo es que para entonces el dólar estaba mucho más alto de lo que debió tomarse para hacer el cálculo según las pautas del Banco Mundial. De tal modo que el porcentaje real de pobreza puede que sea bastante mayor al oficial. “Cosas” del Banco Mundial que le dicen.
Desigualdad acentuada. El mismo estudio concluyó, una vez más, que la población negra o mulata presentaba un nivel de desocupación netamente superior a la población blanca en todos los niveles de instrucción. Lo que en cifras se expresa así: 18,1% vs 12,1%.
Estos datos son algunos de muchos que refrendan la discriminación, el racismo y la grosera hipocresía, social y política, instalada históricamente en Brasil.
Una nación, rica para algunos y menesterosa para muchos, donde el 10% se queda con el 50% de la renta; donde la mortalidad infantil se agravará, más aun de lo alarmante que es hoy por hoy, al retacearle el gobierno fondos al plan social “Bolsa Familia”.
En este sentido, para muestra basta un botón: Según informa Carta Capital, para compensar la caída de 46 centavos en el precio del díesel y el congelamiento del valor del combustible por los próximos 60 días, el presidente redujo beneficios fiscales a sectores de la economía, pero también – cita el medio – cortó recursos en programas de salud, educación, reforma agraria, ciencia, además de cancelar iniciativas para mujeres, jóvenes e indígenas. Y sigue enumerando detalles este exhaustivo informe de prensa.
Brasil tampoco se ha permitido atender el pasado oscuro de la dictadura.
¿Huelga de camioneros o lockout patronal?
Como afirma el periodista y escritor Elio Gaspari, en su columna del periódico Folha de Sao Paulo, “desde el primer momento se sabía que por detrás del movimiento de los camioneros había un lockout de empresas transportadoras.” Y, agrega: “Lo que no se sabía era que había más que eso. Había intimidaciones, como la de Pellenz, agromilicias golpistas y pistoleros infiltrados en los cortes de ruta.” Y continúa el celebrado historiador de la dictadura brasileña en 5 tomos de gran rigor y valiente postura personal.
Mientras tienen lugar estos peligrosos juegos de poder entre facciones que solo velan por sus intereses, el ciudadano común asiste boquiabierto a esta tragicomedia en la que está sumida la hermana nación y muy concretamente su propia persona, bien como la de su familia.
En definitiva, como expresara Eliane Cantanhede, en su columna del periódico O Estado de Sao Paulo, están todos jugando con fuego: gobierno, camioneros, aliados de Lula, los que odian a Temer, los nostálgicos de la dictadura militar…
Continuaremos.
Por Héctor Valle
Investigador social y periodista
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