El programa del cambio

El miércoles 13, aniversario de Líber Seregni, el Frente Amplio lanzará públicamente el proceso de elaboración de su programa para el próximo gobierno con un acto a la hora 19:30 en su sede de La Huella de Seregni.

Para que esto no sea una mera instancia burocrática, es necesario que el programa se base en los acuerdos previos, sí; pero sobre todo en la realidad de hoy, en las perspectivas de este momento. “El Frente Amplio no puede ser el partido de la continuidad”, declaró Carlos Luján, integrante de la Comisión de Programa. No debe presentarse a la ciudadanía a recordar “lo logrado”. Bien por los logros, pero para eso fue elegido. Debe decir adónde vamos a partir de aquí.

Dos palabras previas sobre el proceso, que es abierto a todos los frenteamplistas que quieran aportar. La Comisión de Programa, presidida por Ricardo Ehrlich, convoca a integrar unas 42 unidades temáticas abiertas para evaluar la situación, sugerir rumbos y líneas de acción en cada tema. Los documentos producto de este trabajo serán insumo para que la Comisión, a partir de junio, elabore por consenso un programa coherente que será discutido en los comités y aprobado, con las modificaciones que se crean convenientes, en un congreso en diciembre del 2018.

Hasta ahí, nada demasiado novedoso. Como en otras oportunidades, los frenteamplistas al frente de ministerios y otras reparticiones de gobierno aportarán visiones que serán base de la discusión.

Hablamos de los acuerdos logrados; algunos trabajosamente. Un peligro es que al desatar el paquete con innovaciones se descalabren los consensos y resurjan propuestas que ya ningún sector apoya, pero pueden estar latentes en alguno de los participantes en las comisiones abiertas y despertar entusiasmos.

Que sea, el Frente Tiene experiencia en abrir participación y luego acordar.

Un peligro mayor sería mantenerse en los acuerdos viejos y despreciar los cambios en la realidad. O introducir ideas nuevas a troche y moche sin que estén enmarcadas en una concepción general del país.

Nunca ha habido tanta información como ahora, dijo en la Comisión

Álvaro García, director de la OPP. No sólo económicos; hizo referencia a los estudios con horizonte al 2050 elaborados por la Dirección de Planificación, con análisis de la probable evolución demográfica del país, del efecto de la automatización y otros. También mencionó el resultado del diálogo social, con centenares de propuestas de organizaciones. Por su parte, el prosecretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo, mencionó que se tiene registro de los planteos realizados en innumerables instancias de participación y gobierno de cercanía y que en conjunto hablan de las preocupaciones de nuestra gente. Ambos pidieron a la Comisión que haga uso de esa información.

Iniciativas en torno a la salud popularizaron la expresión “reformas de segunda generación”. Este concepto debiera teñir todo el programa.

Para poner un ejemplo, pensemos en la urgencia del Plan de Emergencia en 2005. Pensemos que ahora la desigualdad y la pobreza monetaria han disminuido a niveles que no mejorarán más que marginalmente si no hay una revolución en la productividad.

Pero buena parte del sufrimiento, de las necesidades básicas insatisfechas, están relacionadas a problemas de vivienda. Hoy se está haciendo muchísimo, con un presupuesto del 0,5% del PBI. ¿No sería una buena idea reforzar y renovar esta línea de trabajo? La Unidad Temática de Vivienda ni siquiera comenzó a funcionar, no es una propuesta firme; se menciona sólo para que se entienda de qué estamos hablando.

Por un lado, el Frente Amplio ya cumplió con algunos de los principales puntos de su programa de 2003. Ya no estamos en un Uruguay estancado con 30% viviendo en la pobreza, sin negociación salarial, sistema de salud ni impuestos progresivos. Es cierto que hay metas no alcanzadas, cosas que se hicieron mal y programas que no funcionaron. Pero estamos en otra etapa.’

Por otro lado, el mundo ya no es el de 2003. Unos 40 países están en guerra abierta o latente, el 90% de las transacciones no mueven dinero físico, la principal potencia desdeña los acuerdos firmados, Europa está en crisis estructural, con amenaza de desintegración y con un papel cada vez más irrelevante y el Mercosur ya ni es una promesa. Y todos los días nos presentan como un sueño avances tecnológicos que bien podrían ser una pesadilla. Probablemente ni estén tan cerca ni su efecto tenga la magnitud anunciada; pero ciertamente está cambiando la forma de tomar decisiones.

El Frente tiene que mirar al futuro cuando, como analizó recientemente Fernando López D’Alessandro, la derecha no ve otro camino que el pasado: la resurrección del herrerismo, el wilsonimso, el batllismo o incluso de “lo mejor” de la dictadura.

Y, como expresó banderas de Líber en una reciente declaración, la generación formada con los desafíos de los años 1960 ya no puede tener más que una comprensión superficial de los de la década del 2020: el Frente Amplio debe renovar también las caras.

Por Jaime Secco
periodista uruguayo

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