Honduras l «El pueblo está encachimbado»

La crisis política en Honduras se profundiza, el pueblo está encachimbado. Así lo ha dicho una pobladora que desde la madrugada se ubica en la manifestación pacífica que se desarrolla en el puente de Quebrada Seca, en la carretera hacia Tela, Norte de Honduras, citada por el jesuita Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) de Honduras. 

“Esto es la anarquía total”, decía, por su parte, el sábado, Lioman Lima en la página de la BBC. Cuando la arquitecta Laura Tróchez regresó de su trabajo este sábado, dice su nota, “tuvo que sortear varios obstáculos para llegar a su casa en Tegucigalpa, la capital de Honduras: buses quemados, comercios saqueados, vidrieras rotas, calles bloqueadas…”

«La ciudad ahorita se encuentra bajo un manto de incertidumbre, violencia extrema y miedo. Solo el hecho de salir a mi trabajo es como pasar por un campo minado y el regreso igual. Está tenso el ambiente», agrega Lima, citando a Tróchez.

“En las grandes ciudades hay vandalismo, almacenes y supermercados saqueados. Peajes quemados, hay gente herida, afectada por las bombas lacrimógenas y por balas lanzadas por los policías, militares. Una pobladora del sector de Naco Santa Bárbara denunció a Radio Progreso (también vinculada a los jesuitas) que los policías les dijeron que ya tenían orden de disparar y que allí los iban a enterrar”, dice la nota, publicada el pasado viernes, 1 de diciembre. Esa noche, el presidente Juan Orlando Hernández decretó el estado de sitio y toque de queda por diez días en todo el país, mientras el conteo de votos permanecía suspendido.

Un día antes la Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús había emitido un comunicado sobre la situación hondureña, Ahí decía que “ya no es sólo una sospecha sino una certidumbre, la manipulación burda de esta situación por parte de los magistrados, influenciados por los poderes fácticos y oscuros que desde el Estado y otras instancias intentan irrespetar la voluntad popular manifestada en las urnas. El Tribunal Supremo Electoral va de tumbo en tumbo para esconder una victoria inesperada de la oposición sobre el actual presidente que hizo todo lo que pudo, legal o ilegalmente, para ser reelecto”.

Los jesuitas centroamericanos exigieron “respeto a la decisión popular expresada en las urnas” y se solidarizaron “con la defensa pacífica de la democracia y de los derechos ciudadanos que el pueblo hondureño está llevando a cabo en todo el territorio nacional”.

El fraude –agregaron– “ya se hubiera consolidado a no ser porque gran parte del pueblo hondureño se ha volcado a las calles para exigir que se respete la voluntad de la mayoría. Ahora resulta que los sectores en el poder y algunos medios de comunicación están culpando a organizaciones y a medios de comunicación de provocar la violencia. No, los que han violentado al país son los que rompieron el orden constitucional con el golpe de Estado que son los mismos que hoy quieren violentar de nuevo la voluntad popular”.

Recuento de votos
Una semana después de las elecciones, los hondureños todavía desconocen los resultados finales de unas elecciones en las que deben elegir presidente de la república, 128 diputados y autoridades de 298 alcaldías municipales.

El lunes por la mañana el recuento estaba prácticamente concluido. En la página del Tribunal Supremo Electoral de Honduras, se podían leer los resultados de 99,96% de las actas escrutadas: el presidente Hernández encabezaba la votación, con 1.411.517 votos (42,98%). Salvador Nasralla, de la coalición opositora Alianza tenía 1.359.170 votos (41,39%). Una diferencia de 52.347 votos.

Después de tres días de suspensión del conteo, con protestas en las calles, el rechazo de esos resultados por parte de la oposición, la exigencia del conteo de tres departamentos donde la participación era aproximadamente 20% más alta que el promedio en otras partes del país, y la demanda de observadores internacionales para que no se proclamara ganador hasta revisar la votación impugnada, la sensación de crisis política era generalizada.

“Hay una debilidad institucional y una cuestión de cultura política”, decía el exasesor para temas de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno estadounidense de Barack Obama, Dan Restrepo, al New York Times. “No ha habido una reconciliación política y nacional dentro de las clases políticas hondureñas”, agregó, refiriéndose al golpe del 2009 que sacó del poder al presidente Manuel Zelaya, con el apoyo del mismo Departamento de Estado norteamericano de entonces, que dirigía Hillary Clinton.

Para Restrepo, lo que estamos viendo es “otra manifestación de eso”.

Zelaya fue destituido con el pretexto de que pretendía reimplantar la reelección, expresamente prohibida en la constitución hondureña. Finalmente, “fue Hernández —y no Zelaya— quien encontró la forma de sortear la prohibición de la reelección. Hace dos años, cinco jueces de la Corte Suprema, seleccionados por Hernández, dictaminaron que la prohibición era inconstitucional”, señala el NYT. Un procedimiento similar al utilizado por el expresidente Oscar Arias para reformar disposiciones similares en la constitución costarricense, de modo que pudiera aspirar de nuevo al cargo.

Saldando cuentas
El mismo NYT destacó el escenario que alimenta la agitación política en Honduras: “un país donde dos tercios de la población vive en la pobreza”, donde “las pandillas callejeras y los narcotraficantes operan libremente en algunas partes” y que “sigue siendo uno de los países más letales del mundo fuera de las zonas en guerra”.

La corrupción es endémica, agrega. “En 2015 los hondureños marcharon en las calles durante semanas para protestar por el robo de cientos de millones de dólares del principal sistema público de salud. Oficiales de alto rango de la policía vinculados al asesinato de dos oficiales antidrogas fueron removidos, pero no han sido investigados”.

Bajo el título “Honduras bajo sitio”, la fundación alemana Heinrich Böll describe una situación dramática, de quemas de peajes en las salidas de San Pedro Sula, de sitio a colonias en la capital, de cierre de carreteras en los corredores más importantes del país, quema alcaldías e iglesias y disturbios confusos en medio de la oscuridad. “Parece ser un intento popular de quebrar a este gobierno de manera irreversible”, afirma, antes de preguntarse: ¿estamos ante una insurrección?

La salida del impase electoral puede ser el conteo de votos que el Tribunal Supremo comenzó el domingo. La oposición pide que se cuenten nuevamente 5.179 actas, que son las que entraron después de conocerse el primer resultado con ventaja para la oposición, donde presumen la existencia de irregularidades. El Tribunal se propone revisar solo 1.006.

¿Podrá el reconteo de los votos calmar la situación? O, como se preguntaba la Deutsche Welle, es Honduras ¿un país a la deriva, con un pueblo encachimbado?

Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr

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