
Suena el teléfono el domingo 24. Siete y media de la tarde casi. Desde su casa de la Unión me llama el poeta Elder Silva. “Se murió Benavides”. “Se murió el maestro, el poeta”, don Washington Benavides. 1
Era el más viejo y respetado de nosotros. Esta generación variopinta y a veces flaca y otras harapienta o callejera. La generación de los que fueron sus alumnos en Tacuarembó, pero también de los que sin saberlo lo fueron en Treinta y Tres o Salto o Montevideo. Los que leyeron la primera edición de Tata Vizcacha, en 1955, y los que leyeron la última, que editó Yaugurú en 2012.
Lo lloramos todos, los que ahora peinamos canas y leímos Poemas de la Ciega, o el poeta Horacio Cavallo, que cuenta en La Diaria que el Bocha fue su maestro, el que lo animó a sus primeros sonetos, mientras daba con su cuerpo en la media hora de una fábrica.
Aires que más que el vino 2
me sedujeron
escultores de arena
sobre los médanos
tiraban de tus crenchas
aires secretos
mientras tu pie desnudo
iba de vuelo
La voz de Darnauchans toca en un tocadiscos monoaural en la calle Quito. Barrio de La Aguada de Montevideo. Es un templo metodista, y adentro un joven de veintiún años escucha al Darno y redacta panfletos contra el régimen. Cinco de las canciones de Sansueña (1978) son poemas de Benavides. Décimas de la paloma y Los reflejos en la cara A, El instrumento, El nudo desatado y En un rock and roll en la B.
“Se fue uno de los dos o tres poetas más grandes que dio este país en toda su historia. Sé que no será una opinión unánime, pero yo al menos no tengo dudas sobre ello. Decir lo de muchos, inmejorablemente, y que a lo largo de los años a muchos llegue. Buen viaje, Bocha”, dice el poeta Aldo Mazzucchelli.
Tata Vizcacha, su primer libro, fue quemado en la plaza de Tacuarembó – en 1955 -, por las fascistas “fuerzas vivas” del pueblo, escandalizadas por la mención satírica en el libro a los prohombres del vecindario. En aquellos años el Bocha iniciaba lo que luego se conocería como su magisterio al frente del Grupo de Tacuarembó. Héctor Numa Moráes, Eduardo Larbanois, su sobrino Carlos Benavides, los poetas Víctor Cunha y Eduardo Milán, Eduardo Darnauchans, sus discípulos más notorios.
aires de litorales
verdes esteros
del sumergido monte
de troncos negros
aires que se quedaron
jugando un juego
borrando de la arena
ceñidos cuerpos
Profesor de secundaria, es destituido por la dictadura. En Montevideo Ediciones de la Banda Oriental se transforma en su casa. Allí efectuará varias tareas: desde la de cobrador hasta la de lector o redactor de prólogos.
Entre muchas distinciones, fue declarado ciudadano ilustre de Montevideo (2004) y Tacuarembó (2010). En 2012 le fue otorgado el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual por el Ministerio de Educación y Cultura. Fue profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.
“Querido poeta isabelino”, me escribe en un correo de febrero de 2016.
Por esos días lo había llamado para plantearle hiciéramos una antología de su obra para civiles iletrados, proyecto finalmente inconcluso. “Que lo que se obtenga por las ventas quede para civiles”, se encargó de aclarar, después de decir que sí, con mucho gusto, en la breve conversación telefónica.
conocerse claro está 3
que necesita su tiempo
con años que albañilean
y años de derrumbamiento
pero cuando todo es potro,
mujer baile vino viento
y la carne nos sostiene
tanto más que el hondo hueso
Estamos más solos desde el domingo. Rastros de una época insisten en desaparecer. La de Trovadores de nuestro tiempo, la de Canto Popular, los dos programas que condujo el poeta en la mítica CX 30 Radio Nacional.
Si hay un poeta de la resistencia es Washington Benavides. De generación del silencio nada. Allí está la obra militante del Bocha, en la radio, alentando la continuidad del canto popular uruguayo, y con su obra poética, con letras de canciones en la voz de Larbanois – Carrero, Carlos Benavides o Darnauchans, y con sus libros. Hokusai (1975), Fontefrida (1979) y Murciélagos (1981) fueron publicados en plena dictadura y dan testimonio de una literatura que el fascismo criollo no pudo doblegar.
“Era justo dejarlo ir – quizás-, pero qué tristeza. Sin duda que algo de lo bueno que tenemos él ayudó a construirlo”, escribe mi amigo Genaro. “Pero es una tristeza jubilar, porque repasando uno se da cuenta cuanto influyó el Poeta y su Poesía en nuestra sensibilidad y visión de las cosas. Gracias Maestro por estar ahí.”
Ante tanta historia mal escrita, ante tanta mala memoria y tergiversación, es bueno saber que mientras otros – notorios – proclamaban que era mejor desensillar hasta que aclarase, el Bocha y los suyos – los nuestros -, permanecieron montados en sus cabalgaduras. Los duendes de la lucha clandestina, los de los intersticios que poco a poco se fueron abriendo tuvieron en las canciones y la poesía del maestro una presencia y referencia esencial.
el hombre tenía en la cara 4
dos tajos para no ver
y sus manos desataban
-nudo añudado- su ser
voleó la cuerda en la rama
que no era de laurel
hizo un nudo duradero
probó su fuerza en un pie.
como no miraba nada
porque ya nada era de él
no vio la noche crecida
no quiso al amanecer
la luna en la cinacinas
no cesaba de beber
y lloraban indistintos
un zorzal
mmmmmy el hombre aquel
(después la muerte o la nada
bebió en silencio y con sed).
“Ah, viejo trovador, generoso cófrade de sueños y esperanzas, el vendedor de suelas gastadas de Lectores de Banda Oriental, cuando Torquemada lo echó de la enseñanza. Extraño sus buenos humores, celebrando poetas y músicos, a viva voz, para que prestáramos atención a este o a aquel artista emergente. Y también sus malos humores y enojos contra los secretarios, los alpinistas de ascensor y los vendedores de bijouteria. Extraño su permanente afecto y solidaridad para con el muchacho oscuro, desde aquella tarde en el Cerro en el 70, así como para el hombre que vino después”. Así lo recuerda mi amigo el poeta Macu.
cuantos kilómetros faltarán 5
para llegar al pueblo aquel
donde no falte el tibio pan
donde te ofrezcan pura miel
“Con destino a Sansueña”, dicen que se fue. “Poeta mayor y mágico enseñador, ensoñador de música y verso, hermano, siempre”, escribe el domingo el poeta Víctor Cunha. El carrito de la esquina del CASMU de Valentín Gómez y Agraciada aparece con un cartel escrito a mano. El mensaje es simple: “Gracias Bocha por todo.”
1 El poeta Washington Benavides había nacido en Tacuarembó en 1930. Falleció el 24 de septiembre pasado en Montevideo. Su poesía ha sido recogida en varios trabajos antológicos. Lo más recientes Un Viejo Trovador, Banda Oriental, 2004, y Sansueña, Antología poética, FCE, México, 2016.
2 Canción 2 de San Gregorio, de Las Milongas (1965), musicalizado por Eduardo Darnauchans.
3 El instrumento, ídem anterior
4 El nudo desatado, ídem anterior
5 La Filadelfia real, letra de canción, musicalizada por Héctor Numa Moráes.
Por Luis Pereira Severo
Escritor y poeta uruguayo
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