Después de un mes de vacaciones retomamos los artículos semanales, teniendo en cuenta la participación en un seminario internacional sobre el futuro de la integración y de asistir a una excelente reunión sobre el desarrollo y los desafíos del mediano y largo plazo, organizado por la Comisión de Programa del FA, presidida por Constanza Moreira.
En esta última reunión, me llamó la atención que no se hiciera ninguna referencia al futuro de la integración, salvo una breve mención de Luis Bértola al final de su exposición. Lo planteo de esta manera porque creo que no hay desarrollo sin integración, y que no hay integración sin integración productiva.
Vamos a partir de objetivos, de metas que también pueden considerarse como verdaderas utopías, si miramos la actual realidad regional. Dada la situación internacional no se puede soslayar la necesidad de realizar acuerdos comerciales, que tienen que ser funcionales a las necesidades de desarrollo de los países sudamericanos.
Pero en el mundo juegan las relaciones de poder. Por ello es imprescindible avanzar hacia la unidad regional, a lograr propuestas comunes que atiendan las especificidades de nuestros países. Los tratados de libre comercio existentes atienden las necesidades de las grandes empresas transnacionales, que están interesadas en la propiedad intelectual para extender los plazos de las patentes, en las compras gubernamentales, en la protección de sus inversiones, donde las controversias con el Estado las resuelvan tribunales internacionales y la liberalización de los servicios. Son imprescindibles las negociaciones y acuerdos de los países sudamericanos con EE UU, la Unión Europea y China que es uno de nuestros principales compradores, y que genera una nueva relación Centro-Periferia, en la medida que le vendemos recursos naturales con el mínimo valor agregado y le compramos rubros de alta y media tecnología.
En estas negociaciones es vital que no se limiten las posibilidades de participación del Estado. En los acuerdos existentes con el mundo desarrollado, se restringe la acción del Estado, porque se parte que su función es atender la seguridad del pago de los servicios de la deuda atacando al déficit fiscal y la contención de la inflación.
Luego el libre juego del mercado resolvería los problemas económicos y sociales. Para nosotros el papel del Estado es fundamental para alcanzar el desarrollo, con la participación de empresas públicas en sectores estratégicos, para la promoción de la ciencia, la tecnología y las innovaciones, para facilitar nuevas cadenas de valor regionales e internacionales, para definir los cambios en la estructura productiva y una nueva inserción económica internacional, para asegurar el empleo productivo, para atender los problemas sociales y, esencialmente, para el logro de mayores igualdades entre los distintos sectores sociales, para equidad de género, para enfrentar desigualdades generacionales y raciales.
El otro elemento central para el futuro de la integración es el de la inserción internacional. Hoy exportamos recursos naturales, con bajo nivel de valor agregado. Los acuerdos comerciales existentes tienden a que la región siga vendiendo commodities. Si seguimos exportando exclusivamente productos primarios, o con bajo valor agregado, se limitarán las posibilidades de empleo productivo, se afectarán las posibilidades de redistribución del ingreso y de atención a los problemas de los distintos sectores sociales.
Vivimos el mundo del conocimiento y los países desarrollados venden alta y media tecnología. Los países de la región seguirán exportando recursos naturales, pero es necesario avanzar en valor agregado y contenido tecnológico de dichos rubros. Pero avanzar hacia el desarrollo requiere colocar en el exterior productos de alta y media tecnología.
Para ello es esencial, es central, es fundamental la integración productiva, la participación en cadenas de valor internacionales aportando contenido tecnológico, la creación de nuevas cadenas de valor regionales que permitan la participación de los distintos países acordando donde se efectivizarán los contenidos tecnológicos. Esta integración productiva es otra meta o utopía imprescindible para alcanzar el desarrollo y para avanzar hacia la mejora del empleo y la igualdad. En la actualidad esta integración productiva en el Mercosur, se concreta en la industria automotriz, sobre la base de acuerdos de las grandes empresas transnacionales en su beneficio, que no siempre coincide con los intereses nacionales y regionales.
La complementariedad productiva es central, pero no es cualquiera. No nos sirve la complementación productiva existente entre EE UU y México donde éste aumenta las exportaciones industriales, pero sin mejoras del conjunto del país y de su sociedad.
La integración general, y sobre todo la integración productiva, requiere de empresarios nacionales y regionales, con la suficiente conciencia de la necesidad de la integración, y de la generación de nuevas cadenas de valor, mecanismo que actualmente predomina en el comercio internacional donde las grandes fábricas son EE UU, Alemania y China.
Para esta conciencia regional es fundamental el papel de los partidos políticos desde el centro hacia la izquierda, que no le han dado la necesaria prioridad a la integración, el papel del sistema educativo sobre esta temática y el de los grandes medios de comunicación que en la actualidad juegan un papel muy negativo sobre estos temas. El futuro requiere de estrategias de desarrollo que en los cambios de la estructura productiva tengan nítidamente claro el tema de la integración productiva.
El desarrollo requiere de una nueva inserción internacional donde las innovaciones, los cambios tecnológicos son vitales. Y ello es muy difícil de lograr si no avanzamos en la integración regional y especialmente en la integración productiva. Por ello no habrá desarrollo si no hay integración. Pero además no habrá integración si no se concreta la integración productiva. Por supuesto que estamos pensando en mediano y largo plazo porque las condiciones políticas actuales no son las más adecuadas para avanzar en estos planteos. Pero se marca una ruta para ir avanzando.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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