Primarias en Chile: la derecha feliz, el centro ausente, la izquierda expectante

Se acabaron los misterios en torno a las primeras primarias legales de la historia política de Chile, realizadas este domingo. Había muchas interrogantes circulando frente a esta elección, en la que se enfrentaron tres candidatos de la derecha (Sebastián Piñera, Felipe Kast y Juan Ossandón) y dos del izquierdista Frente Amplio (Alberto Mayol y Beatriz Sánchez).

¿Por qué se movilizó la derecha?/Sin duda el resultado de la participación electoral es la gran sorpresa de las primarias. No fue novedad constatar quiénes se impondrían en ambos bloques. Sebastián Piñera en Chile Vamos y Beatriz Sánchez en el Frente Amplio lograron finalmente, y de acuerdo a lo previsto, hacerse del triunfo. Sin embargo, la clave de esta disputa tuvo como principal protagonista la impensada, y fuera de todo cálculo, movilización de los adherentes del pacto de derechas.

Las razones referidas para la participación política pueden ser muy variadas. De hecho, detrás de cada forma de participación y de cada ciudadano participante –o no participante– se pueden encontrar distintos aspectos que motivan o explican su comportamiento. Uno de los factores explicativos de la participación política son las actitudes y valores políticos. Nos referimos, con esto, a aquellas orientaciones adquiridas que son relativamente estables y que inciden directamente en el comportamiento político.

En línea con la argumentación anterior, entre las razones para movilizarse a votar por parte de la derecha en las primarias del domingo, estaría una mayor politización en ese bloque. Lo anterior podría ser el resultado de una eficaz estrategia comunicacional del comando de Sebastián Piñera y de los partidos de Chile Vamos. Sus publicistas e influenciadores con acceso a los medios hicieron el resto.

Así, operó con eficacia la autoubicacion ideológica de buena parte de los adherentes de Chile Vamos como electores de derecha. Esta pudo ser la respuesta a un discurso disruptivo por parte de los candidatos del Frente Amplio y del senador Manuel José Ossandón.

En el primer caso, podríamos observar una reacción tipo “Naranjazo”. Las propuestas de Alberto Mayol y en menor medida de Beatriz Sánchez, se convirtieron en un motivo de preocupación para un grupo de votantes significativos, autoubicados como de derecha. El senador Ossandón, aunque por razones distintas –encarnó la crítica a las elites– también fue visto como una amenaza en lógica de “fuego amigo”. Recordemos que las actitudes no operan en el vacío, sino que en contextos fuertemente influidos por otros factores no personales, como las características de los candidatos, los movimientos políticos, los temas o cuestiones políticas (issues) –como el cambio de reglas del juego, aborto, el matrimonio homosexual o las expropiaciones, por mencionar algunos–, que pudieron tener un efecto relevante en la disposición a movilizarse el domingo a pesar de los factores anómalos, como la final de la Copa en la que participaba Chile, o el clima.

Ciertamente, coadyuvó el cambio que se viene operando en nuestro esquema de representación, caracterizado por el tránsito de una “democracia de los partidos” a la “democracia del público” o “de la audiencia». Los debates, como se sabe, tuvieron un alto rating, pero mayores fueron sus consecuencias y efectos. Los entrevistadores parecían fiscales que auscultaban y ponían a prueba el desempeño de los candidatos. Los errores forzados y no forzados, las disputas y querellas entre estos, eran comentados sin necesidad de haber visto el debate, ya que se viralizaron a través de tuits, comentarios y memes. De alguna manera, la política se convirtió en parte del mundo exterior que se observa de afuera.

Se suma a lo anterior una estrategia también eficaz de voto útil. Hacía varias semanas que se había comenzado a instalar la idea de que, para ganar la elección, era condición sine qua non concentrar el voto en la candidatura de Sebastián Piñera. Lo anterior significaba evitar la dispersión del voto en las otras candidaturas. Este diseño afectó en especial a la candidatura de Felipe Kast.

No podemos dejar de mencionar la apelación a una estrategia del miedo. Miedo a que las cosas empeoren, a perder lo que se tiene, se atente contra el sistema de valores y creencias establecidas. Un miedo líquido, difuso, en el que solo políticos con experiencia pueden sacarnos de las situaciones difíciles. La estrategia se centró en comunicar y hacer sentir a los votantes la amenaza que se instalaba si no se defendía el orden en el bloque. A juzgar por los resultados, esto tuvo efecto.

Fueron estos factores y otros los que gatillaron, de cierto modo, la movilización del sector. Desde esta perspectiva, la participación política de la derecha sería una respuesta a los estímulos del entorno, más que el resultado de actitudes y recursos individuales. De manera indirecta las redes sociales –familia, amigos, entorno laboral, vecindario– produjeron en forma agregada también efectos movilizadores, al ejercer presión sobre las personas o proporcionando incentivos para participar votando. Habrá que ver si esto es un hecho aislado propio de una contienda de primarias o constituye una tendencia más estructural.
Por Marco Moreno (El Mostrador)
Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile

Lo más llamativo en este escenario es que el oficialismo, agrupado en la Nueva Mayoría (NM), no participó, pues sus candidatos presidenciales – el independiente Alejandro Guillier y la democratacristiana Carolina Goic- no llegaron a acuerdo y prometen llegar a las elecciones presidenciales de noviembre. Es decir, los partidos de gobierno van separados; mientras la derecha y la izquierda han logrado unidad en torno a un solo candidato propio.

En la derecha se impuso holgadamente Sebastián Piñera con el 56% de los votos, y en el Frente Amplio (FA), lo hizo Beatriz Sánchez – la candidata más moderada- con un 68% de los votos.

Hasta ahí lo esperado. La gran sorpresa fue la alta concurrencia de votantes, sobre todo de derecha. A pesar de que las primarias ocurrieron el mismo día en que Chile disputó la final de la Copa de Confederaciones contra Alemania, cerca de un millón 700 mil chilenos fueron a las urnas, es decir, el 12 % del padrón electoral total. De ellos, 1,3 millones lo hicieron por los candidatos de la derecha y 327 mil por los del FA.

En un país como Chile, donde la abstención electoral suele ser del 60%, nadie – menos el Gobierno y la NM- esperaba una tan alta concurrencia; y tampoco que los votantes de derecha cuatruplicaran a los de la izquierda en participación.

Tras una campaña difícil y tensa en la que tuvo que dar muchas explicaciones relacionadas con el rol del dinero en la política chilena, Sebastián Piñera –uno de los hombres más ricos de América Latina- mostraba hoy una sonrisa de oreja a oreja. El sector movilizó a su gente, su triunfo fue contundente y la temida izquierda no logró los 500 mil votos que proyectaba como meta. Además, la NM, debido a sus diferencias internas, cometió el error de no participar de esta cita electoral, perdiendo visibilidad y protagonismo en un evento político crucial. A pesar de ser gobierno, la NM se ha convertido en un ente fantasmagórico. Los debates públicos (en radio y tv), el antagonismo político así como la agenda medial han girado en torno a la derecha y el FA, de ellos poco se habló en los últimas semana.

El FA tenía expectativas altas, y fueron cumplidas relativamente. Se esperaba 500 mil votantes, llegaron poco menos de 300 mil. Si consideramos que en las últimas elecciones municipales (octubre de 2016) el FA obtuvo 270 mil votos podemos decir que toda su militancia fue a votar, en un 100% (lo que es importante y positivo), pero que el crecimiento a otros sectores independientes ha sido aún escaso. Es una buena llamada de atención para una coalición que ha logrado romper el duopolio político de los partidos neoliberales, agrupados en la derecha y en la NM, pero que aún debe considerar al votante que está por afuera de la militancia tradicional, y especialmente, buscar al elector que tradicionalmente se viene absteniendo en las década anteriores.

De todos modos, hay que recordar que hace tres meses el FA no existía y su nacimiento responde y es la culminación de un largo proceso de la izquierda chilena, derrotada en 1973, de volver a agruparse en torno a posiciones cuestionadoras del capitalismo. EL FA no tuvo quizás toda la fuerza que se esperaba, pero en tres meses ha hecho mucho. Y se ha situado como una fuerza importante en la palestra electoral de cara a la gran cita.

Queda la duda si en los cinco meses que quedan para las presidenciales podrá demostrar que puede ser opción de gobierno con Beatriz Sánchez a la cabeza. Es indiscutible que estamos ante una nueva cartografía política en Chile. Las elecciones de noviembre de este año serán a tres bandas y no a dos, como ha ocurrido desde que en 1990 recuperamos la democracia. La izquierda irrumpió en el escenario electoral, en un contexto de debilitamiento del centro político y de atrincheramiento de la derecha en su propio territorio.

Quedan cinco meses de campaña, aun pueden pasar muchas cosas. Piñera tiene serias dificultades para crecer hacia el centro, la NM va dividida. Si la izquierda aprende del pasado, se fortalece y hace una buena campaña, puede aún soñar con pasar a segunda vuelta. La clave estará en mirar afuera de su votante fiel, logrando que la gente que no vota se decante por ellos.

Al menos en su discurso de triunfo, Beatriz Sánchez anunció que peleará para que ello sí ocurra, dijo: “Esto está recién comenzando, se les acabó el tiempo, estamos listos en el Frente Amplio para conquistar el poder y repartirlo. Comenzamos a diputar poder, se acabó la política de dos bloques”.

Por Pedro Santander

Fuente: celag

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