Cine: “Nuestros hijos” | Dilemas morales de la burguesía

El dilema moral de dos familias burguesas impactadas por un removedor acontecimiento que pone en jaque los afectos, su statu quo y la frágil mansedumbre de una vida rutinaria, es la apasionante veta temática que propone “Nuestros hijos”, el nuevo largometraje del realizador italiano Ivano De Matteo.

En esta oportunidad, el autor de “Ultimo estadio” (2002), “La bella gente” (2009), “El equilibrista” (2012) y “La vida posible” (2016), ensaya una nueva reflexión sobre las relaciones humanas hacia en interior de una clase social privilegiada que se considera inmune, impune y predestinada a la grandeza.

Este film esta libremente inspirado en la novela “The dinner” (“La cena”), del autor holandés Herman Koch, un crudo y revelador retrato social que devino en un exitoso best seller.

Aunque en este caso la escenografía es Italia y no Holanda, la universalidad de los temas abordados minimiza los eventuales signos identitarios y diferencias culturales.
Al igual que en el formato impreso, el relato gira en torno a la peripecia de seis personas- cuatro adultos y dos jóvenes- que afrontan una contingencia realmente compleja.

Los protagonistas de la historia –que como el libro adapta un acontecimiento real acaecido en 2005 en Barcelona- son los hermanos Paolo (Luigi Lo Cascio) –un médico pediatra- y Massimo (Alessandro Gassman) –un abogado que medra defendiendo a criminales- y sus respectivas parejas: Clara (Giovanna Mezzogiorno) y Sofía (Barbora Bobulova).

Aunque por insospechados motivos ambos tienen una relación distante, igualmente se reúnen a cenar un día al mes en un restaurante de lujo, que es un reflejo del status de los comensales.
Empero, un acontecimiento absolutamente inesperado devenido de una dramática situación que involucra a Michele (Jacobo Olmo Antinori) y Benedetta (Rosabell Laurenti Sellers), los dos hijos adolescentes, tensará aun más los vínculos familiares.

En efecto, esa suerte de inercia nacida de una vida plena y sin mayores contratiempos, derivará en inexorable incomodidad, cuando los adultos descubren que se encuentran frente a una auténtica encrucijada.

Más allá de eventuales trivialidades, el tema central de los encuentros será ahora cómo afrontar la grave contingencia de los vástagos, quienes han cometido un delito de fatales consecuencias.
¿Cómo explicar racionalmente que dos chicos nacidos en cuna de oro sean capaces de cometer tal acto de abominación? Ese es el crucial interrogante que se plantean los hermanos.

Sin embargo, el verdadero dilema es realmente diseñar una estrategia para que las consecuencias de tal desaguisado no se tornen dramáticas. En buen romance, esa metodología sería operar para garantizar la impunidad.

Ese es el dilema capital que afrontan los personajes de esta suerte de tragedia griega de impronta italiana, en tanto lo sucedido –en caso de tener un desenlace lógico y previsible- puede modificar radicalmente el curso de sus existencias.

La tensión de la historia se respira desde el comienzo, cuando la cámara registra una riña entre automovilistas con un desenlace fatal en pleno centro de Roma, la cual denuncia la violencia intrínseca alojada en la sociedad contemporánea.

Aunque naturalmente ese episodio no constituye de por sí el eje de la trama cinematográfica, opera como una suerte de construcción simbólica acerca de los graves disfuncionalidades de la convivencia del presente y hasta de la alienación colectiva de una sociedad cada vez más exacerbada.

En efecto, la metáfora no es por cierto menor si nos atenemos a la ulterior responsabilidad de los hijos de los protagonistas en un hecho de violencia de características realmente repudiables y, obviamente, judicialmente penalizable.

Más allá que el drama mute por momentos en un film de suspenso, aquí lo primordial es el examen de las conductas humanas, con la reflexión ética como eje central de la narración.

No en vano la película atisba –mediante una aguda mirada- en la cotidianidad de los personajes, abordando temas cruciales como las relaciones y los entornos sociales, los vínculos de pareja, la problemática de la juventud y la brecha generacional, entre otras cuestiones que hacen al meollo del tema central.

Tampoco está ausente el cuestionamiento a ciertas conductas nacidas de la inercia social generada por un tiempo histórico contaminado por la fractura de los lazos entre las personas, las ausencias y hasta las patologías originadas por las redes sociales.
La película indaga en todas estas problemáticas, sin perder el hilo conductor de una situación coyuntural límite que, sin dudas, incómoda y motiva naturales dilemas morales a los protagonistas.
En ese contexto, el propio desarrollo de la historia permite descubrir el talante de personajes de comportamientos ambiguos para quienes el statu quo es una suerte de patrimonio a preservar.

Por supuesto, el film somete a escrutinio también el siempre escabroso tema de la culpa, en tanto, en muchos casos, las actitudes de los jóvenes suelen reproducir a las de los adultos.

“Nuestros hijos” es una película osada y potente, que denuncia la hipocresía y las dualidades de una clase burguesa que se protege a sí misma y parece vivir en un universo paralelo, hasta que la realidad le estalla en la cara y le demuestra lo contrario.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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