Cine |“La promesa”; La tensión entre amor y tragedia

El despiadado genocidio armenio acaecido en 1915, en los turbulentos tiempos de la devastadora Primera Guerra Mundial, es la traumática escenografía argumental de “La promesa”, el contundente drama histórico del avezado realizador irlandés Terry George.

Esta película confirma la vocación del autor por la creación de intrigantes y removedores dramas, con a menudo explícito trasfondo histórico. En efecto, su filmografía incluye: “En el nombre del hijo” (1996), “Hotel Ruanda” (2004), “Un cruce con el destino” (2007) y “Atraco en Belfast” (2012).

En esta oportunidad, la propuesta indaga en uno de los acontecimientos más estremecedores del pasado siglo XX: el genocidio armenio perpetrado por los turcos, durante la decadencia del Imperio Otomano.

En ese tiempo sin dudas mutable de alineamientos políticos y militares, Constantinopla, antigua capital del imperio romano de Oriente que hoy es Estambul, estaba a punto de estallar por los conflictos inter-étnicos.

En ese contexto, la comunidad armenia residente en Turquía fue perseguida, avasallada y exterminada, durante una experiencia de deportación violenta y forzosa que habría acabado con la vida de aproximadamente un millón y medio de personas.

Paralelamente, el Imperio Otomano se alió con las denominadas potencias centrales lideradas por Alemania y el Imperio Austro-Húngaro, participando activamente en la primera gran conflagración bélica del siglo XX, que se dirimió entre 1914 y 1918, con un trágico saldo de más de dieciséis millones de víctimas entre civiles y militares.

Por más que los turcos se han negado recurrentemente a reconocer el genocidio, parece haber pruebas contundentes de una matanza que aun estremece a la memoria colectiva.

Como es notorio, el cine no ha incursionado en este acontecimiento, que, ciento dos años después, sigue siendo objeto de acalorados debates políticos, con la activa participación de investigadores, historiadores y científicos sociales.

A lo sumo, tal vez el único antecedente conocido y artísticamente valioso sobre tema sea “El destino de Nunik” (2007), el formidable filme de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani.

No obstante, en este caso George mixtura la historia con el romance, que reúne a los protagonistas de un triángulo amoroso en el teatro del conflicto.

El personaje central de esta historia es Michael Boghosian (Oscar Isaac), un joven estudiante de medicina armenio con vocación de servicio a la comunidad, que ha asumido una promesa de fidelidad con su familia y está fuertemente imbuido de la herencia de sus ancestros.

No obstante, se enamora de Ana (Charlotte Le Bon), una artista armenia comprometida con el periodista Chris Myers (Christian Bale, quien concurre a Turquía para realizar la cobertura de los graves acontecimientos que se avecinan.

Esta relación triangular -que como es lógico está cargada de complejidades- es uno de los vectores que explota el realizador para concebir este friso histórico de impronta hollywoodense.
Empero, aunque el romance ocupa un lugar de privilegio en la trama cinematográfica, el verdadero disparador del relato es el trágico conflicto que consume cuerpos y almas inocentes.

En esas circunstancias, la violencia y la guerra se transforman en el elemento movilizador de todas las pasiones humanas, con un denominador común: la supervivencia.

Así lo asumen los protagonistas de esta impactante narración, que destila sentimientos encontrados y contingencias dramáticas, con la intransferible marca de fábrica del cine de industria.

Más allá de su indudable aliento épico –que intenta sin lograrlo emular a obras maestras del género de la talla de la inolvidable “Lawrence de Arabia” (1962), este film apunta primordialmente a narrar una verdad recurrentemente soterrada.

No en vano el relato transcurre en escenarios estremecidos por la demencia de la guerra, en cuyo contexto millones de personas perdieron la vida sin comprender cabalmente los orígenes del enfrentamiento armado que sumió al planeta en una auténtica hecatombe.
El director y guionista Terry George ensaya una afinada lectura de esos removedores acontecimientos, que condensa con intenso realismo y verosimilitud.

En una línea argumental que apuesta fuertemente a la taquilla acorde a las demandas del mercado, resulta inevitable incurrir, en algunos pasajes, en tentaciones maniqueístas, más allá de la indudable honestidad del planteo.

Acorde a esa premisa puramente mercantilista aunque no despojada de rigor histórico, la película abunda en escenas de acción, en las cuales resalta el excelente trabajo fotográfico y de montaje, así como una sugerente música incidental.

Tal vez sin proponérselo, el realizador establece un parangón entre contiendas militares y hasta culturales con ese triángulo amoroso, que aporta la cuota de mayor emotividad del relato.

Aunque el romance parezca un elemento meramente subsidiario y hasta irrelevante al meollo de la historia, es evidente que constituye uno de los núcleos de mayor atracción para los espectadores amantes del cine de consumo masivo.

No obstante, “La promesa” es igualmente un film elaborado con indudable esmero, que depara momentos emotivos merced a un reparto actoral altamente calificado.

 

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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