En varias entrevistas, Diego Lugano afirmó que no quiere ser Presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol.
Sea por lo que fuere que no quiera, es evidente que el cargo de Presidente de la AUF últimamente mucha incidencia no ha tenido. Pasaron cinco presidentes durante la segunda “era Tabárez”. Permaneció el cuerpo técnico y la empresa dueña de los derechos televisivos.
Sin embargo, hace apenas veintiocho años, cuando nadie decía que el doctor Tabaré Vázquez podría llegar a ser Presidente de la República, cuando ni siquiera era candidato a edil y ni el más heterodoxo de los dirigentes del Partido Socialista, que Vázquez integraba, lo proclamaba con posibilidades de ser al menos diputado del sector, Washington Cataldi, el ya veterano pero histórico por antonomasia operador político del batllismo en el fútbol y dirigente de primer nivel internacional durante décadas, se fijó en Tabaré con ojos de pitonisa (aunque entrecerrados por el humo del cigarro que llevaba siempre pegado a sus labios). Se había lanzado el nombre de Tabaré Vázquez, entonces Presidente de Progreso, en una asamblea de la AUF para presidir la Asociación. Tras la asamblea, Cataldi realizó definitorias declaraciones a la prensa. El antiguo hombre fuerte del entonces gobernante Partido Colorado, de Peñarol e incluso de la FIFA, el prototipo por excelencia del dirigente político futbolístico que la sociedad uruguaya engendró, el doctor abogado regordete y macizo, de traje clásico y andar taconeado, que hablaba con el pitillo colgándole de la comisura de los labios, sentenció: “No, Tabaré Vázquez Presidente de la AUF, nunca. Sería mucho menos grave tenerlo de Presidente de la República”.
Acaso Cataldi pensó en dos cosas. ¡) El cada vez menor margen de acción que tiene un Presidente en estas repúblicas. 2) El largo plazo de la operativa batllista en el fútbol, que le había deparado cincuenta años de catapulta de cuadros políticos a todos los niveles de gobierno.
El control del fútbol por un sector partidario era más perdurable e independiente que la Presidencia de la República.
Lo nuevo, lo que Cataldi no pudo prever, es la corporación de futbolistas disputando esos espacios. Sin cambiar de ejemplo, hoy Progreso está presidido por el más talentoso de los futbolistas surgidos de su barrio y su cantera: Fabián Canobbio. Y el fútbol como catapulta política se trasladó de los viejos partidos a los empresarios.
En los tres países más sureños de nuestro continente, Argentina, Chile y Uruguay, en los últimos diez años hubo en la Presidencia Nacional, tres empresarios que se hicieron notorios por el fútbol; ninguno de origen empresarial futbolístico. Mauricia Macri, actual Presidente de Argentina, de origen empresarial automotriz, Tabaré Vázquez, actualmente por segunda vez Presidente de Uruguay, médico y empresario médico y Sebastián Piñera, en Chile, quien no es suficientemente improbable vuelva a la Presidencia de su país el año próximo, de origen empresarial financiero. Ninguno de los tres pasó por la Presidencia de su respectiva federación o asociación nacional de fútbol.
Por cierto que Tabaré es de signo diferente y a veces opuesto a Macri y a Piñera, pero ya nadie es lo que Cataldi temió que Tabaré fuese en la AUF, un articulador de medio siglo de formación de cuadros de la sociedad civil, con sentido partidario.
Y ése, aunque resulte simpático, es otro síntoma de la pauperización de la política en estas sociedades.
En el fútbol el batllismo jugaba de locatario, incluso entre rivales (desde Atilio Narancio en Nacional hasta José Pedro Damiani en Peñarol, de Justino Carrere Sapriza en Rampla a Luis Tróccoli en Cerro) y en el campo jugaba de visitante con los liceos departamentales como cuña en el control de esa sociedad civil por los estancieros blancos. Ésa, la enseñanza, era el flanco que más le golpeaban. “¿No hemos visto a las autoridades escolares editar y recomendar lecturas anárquicas a maestros y niños? ¿No se las impuso, con carácter compulsivo, cual si se tratara de un nuevo evangelio? (…) ¿No se ha hecho, acaso, tesis de la repartición soviética del haber de los particulares? ¿No ha salido el propio gobernante con la paparrucha de los cultivos también obligatorios? (…) El batllismo le facilita al comunismo su avance.
Trabaja para que en la universidad haya profesores comunistas. En las escuelas primarias maestros soviéticos. Hace que algunos de sus parciales redacten y publiquen pretendidos textos escolares con descarada orientación comunista”, escribía la prensa opositora en 1932.
El fútbol y la enseñanza. Había gente que sabía que abandonarlos es abandonar la sociedad civil.
Pero en realidad, el único dirigente muy notorio de fútbol con partido de raíz marxista que hubo antes de Tabaré, fue Celestino Mibelli (además futbolista), del viejo River y tampoco en la enseñanza era todo tan rojo como lo veía la prensa blanca.
Entre los jugadores sí. Siempre. Desde la Selección campeona olímpica…
(continúa)
Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo
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