La izquierda uruguaya tiene decenas de legisladores pero muy pocos son políticos.
No nos referimos a quienes no tienen votantes, no. Esa es otra categoría que, mirada como aporte al sector y al pleno del partido, desde la especificidad de su supuesto saber, bien como, en algunos casos, incluso por su representatividad en lo societario, es de recibo que estén.
Dejamos de lado, asimismo, a quien cruzó el charco a pie y, de momento, recaló en un islote, algo incómodo, mientras procura, o se sustancia con el tiempo, dónde volver a pisar tierra firme (y fértil). Suerte empila para el individuo.
Por político de izquierda entendemos a aquella persona, mujer u hombre, que tiene presencia; ofrece sin más una escucha al desconocido, al diferente, al otro, vamos; aquel que lleva una acción parlamentaria seria, tanto en permanencia cuanto en vocación de servicio. Todo lo cual, convengamos, genera política con pasión, quiebra la rutina, la inercia del vació solo contestatario y declarativo. Además de agregar cierto interés no sólo por informarse en profundidad sobre una variedad de temas, recurriendo a fuentes diversas y confiables, sino también, que está afín a capacitarse sea en lo político como en lo económico.
En suma, que somos de la idea que un político de izquierda, mujer u hombre, requiere ante todo de una dosis adecuada de vergüenza y respeto por el otro. Y eso, que se sepa, se consigue saliendo y encarando, sin relegar, como dijéramos, la tarea parlamentaria y la propia mejora en su capacitación para la función.
Está también la memoria. Memoria que refiere, en este sentido, el recordar activamente a las grandes mujeres y los grandes hombres que dieron la vida y lo mejor de sí por su comunidad, por su país.
Pero sobre todo la izquierda uruguaya lo que no debe olvidar que en el presente es gobierno, por consiguiente, tanto los éxitos como lo que falta resolver, debe de tener ante la sociedad una narrativa tan clara como proactiva. Una futura contienda electoral exitosa, tanto del FA, como de sus candidatos depende de concretar, en lo que resta del gobierno – comenzando en marzo – lo que son déficits evidentes, tanto si son responsabilidad o fenómenos nacionales como departamentales.
Y para esto, machacamos con esto, la manera de honrar su memoria consiste en es respetar al prójimo, a la otra persona, no desde una actitud condescendiente sino de un Yo para con un Tú, reconociéndolos en su diversidad, dignificándoles con un trato digno y unas orejas muy abiertas, llegando a tiempo con las demandas insatisfechas. Y se llega a tiempo, vale reiterarlo, con una autocrítica efectiva que de por resultado el ir corrigiendo, desde ahora, dichas situaciones lacerantes para con nuestro pueblo.
Eso que el Presidente ha dado en llamar política de cercanía.
En la otra vereda, la derecha está que arde porque no tiene relato, porque no tiene, ni tuvo, un programa claro y específico, y su política estriba en tirar piedras y piedras. Como ellos mismos reconocen: “no ilusionamos”.
Pero, atención, eso no debe llevarnos a la complacencia sino a una autocrítica permanente, en cada ámbito procurando subsanar los errores y consecuentemente incidir directa o indirectamente en la mejora de la gestión en las más diversas áreas.
Reconozcamos, también, que en nuestra vereda hay baldosas sueltas y otras rotas. Que no todos tiran para el lado de la gente y que algunos, con el debido respeto, sólo tiran para “su gente”>
En definitiva, para un político de izquierda, su gente es el pueblo. Y a él y por él sale al frente, sin cortapisas, buscando lo mejor para ellos. Es comprensible y de recibo que, además, haga lobby, pero con aquel norte como guía de camino, siempre.
Por: Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo
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