Si alguien pregunta cuál fue el hecho más importante de la historia de la humanidad desde la escritura, probablemente todos piensen en el primer viaje de Colón. Al fin y al cabo, se dice que el principal hecho contemporáneo, la globalización, no es nueva sino que comenzó con ese viaje.
¿Y si alguien propone que el hecho más importante fue el establecimiento del imperio Kushán? Seguramente le preguntarían: ¿Qué es eso? ¡Si fuera importante se enseñaría en la Secundaria! Sin embargo, hay argumentos para afirmar que fue ahí cuando comenzó la globalización; en un reino fundado por unos nómades en partes de Afganistán tras el desplazamiento de los soberanos griegos sucesores de Alejandro Magno.
Este imperio, lo veremos, conectó China, India, Persia y Roma por primera vez con un comercio estable, propició el intercambio cultural y diplomático y, como si fuera poco, fue clave en la formación la rama mayoritaria del budismo, que hoy predomina en China y todo el Lejano Oriente.
Comencemos por el principio. El norte de Asia puede dividirse en regiones horizontales. Una tundra helada, la taigá boscosa y una estepa rala, que básicamente puede ubicarse el norte del Caspio, el mar de Aral y el lago Balkash y que, de hecho, llega hasta Hungría. Por ella, históricamente deambulaban nómades ganaderos. Separada por una cadena montañosa casi ininterrumpida, al sur de la estepa hay tierras áridas poco habitadas desde la antigüedad, salvo por comunidades de agricultores en torno a oasis o riberas de ríos.
Desde mediados del último milenio a.n.e., los persas extendieron su dominio hasta las fronteras de los montes que delimitan las regiones casi inaccesibles de Tibet y el desierto de Taklamakán. Alejandro Magno, cuando conquistó el imperio persa en los años 334 a 323 a.n.e., tuvo mucho trabajo para dominar las satrapías fronterizas llamadas Sogdiana y Bactriana, antes de poder dirigirse a la India, donde penetró por el valle del río Indo. Al morir Alejandro, sus generales se repartieron las conquistas y así hubo un reino griego más o menos en el actual Afganistán y otro al noroeste de la India.
Hacia el 176 a.n.e., los yuezhi, una rama del pueblo escita que vivía en la actual provincia china de Guanzu, fue hostilizado por sus vecinos xiongnu, que se cree que son los hunos que luego invadirían Irán y Europa. Los yuezhi pegaron la vuelta a las montañas del norte de Sinkiang y tomaron rumbo al oeste. Allí, al parecer le quitaron su tierra a otros escitas que figuran en las crónicas como sakas. Estos, en lugar de seguir rumbo al oeste, que era lo normal y esperable para estos pueblos nómades que sólo se dirigían al Sur en incursiones de saqueo, se trasladaron al Sur, a los reinos griegos de Afganistán. Entretanto, los partos habían dominado Persia y así aislaron a estos griegos del Mediterráneo y les quitaron territorio. Por el Sur, los griegos sufrieron la expansión del imperio Mauria en India.
En su nuevo hogar, los yuezhi pasaron a ser hostilizados por los wuzun, un pueblo ario, y pronto les tocó a ellos tomar el rumbo al Sur, donde desalojaron a los sakas que siguieron hacia la India, hacia donde también corrieron los últimos reinos griegos de Bactriana en el 135 a.n.e. Durante el siglo I, los kushán, una de las cinco tribus de los yuezhi, dominaron a las demás y unificaron su reino. En seguida comenzaron a expandirse hacia Gandara, Cachemira y el valle del Indo.
Un puente global
Como suele suceder, la elite de los nómades adoptó la cultura y el propio idioma griego primero, para luego ir asimilando elementos de la India. Y debe entenderse que continuaban viviendo allí comunidades, artesanos e intelectuales griegos. La época de apogeo de este reino coincide con el reinado de Kanishka I, según algún cálculo, entre el 126 y mediados del segundo siglo de nuestra era. El reino se extendía entonces hasta la desembocadura del Indo y al este por la llanura del Ganges ocupando buena parte del norte de la India. Por el noreste, se habían expandido hasta limitar con la dinastía china Han del Oeste, que había capturado territorio en sentido contrario.
Kanishka es conocido por haber patrocinado el Cuarto -y último- Concilio budista que reunió en sus territorios a quinientos monjes de dieciocho sectas afines a lo que se llamó mahayana, gran vehículo. Budha había usado la metáfora de la barca en el que subimos para cruzar al otro lado en la que dejamos de ver la orilla de la que partimos y se nos borra la orilla opuesta. El primer budismo, hinayana, que quiere decir pequeño vehículo, se centraba en esa búsqueda personal e intransferible de la iluminación. El mahayana, en cambio, creía que Budha volvía periódicamente, hasta una última reencarnación con el nombre de Maitreya. También había muchos otros redentores que renunciaban al Nirvana para ayudarnos, los bodishattva. Ese budismo inclusivo, digamos, permitía a todos subir a la misma barca, el gran vehículo. El Cuarto Concilio, que según la versión más extendida tuvo lugar en Cachemira, habría sancionado un comentario de los libros fundamentales.
Se ha caracterizado a esta corriente como una especie de budismo populachero, casi carnavalesco, con sus miles de dioses y santos, sus estatuas y sus ritos vistosos. Pero su concepción fue elaborada por algunos de los metafísicos más sutiles que ha dado la humanidad. Y entre sus variantes se encuentra el zen, cuyo fundador alguna fuente antigua dice que venía de Kushán. No se sabe si Kanishka se convirtió, pero apoyó primero la traducción del los libros sagrados del pali al sánscrito -la lengua culta- y luego propició el envío de monjes misioneros a China. Algunos de ellos se dedicaron a traducir los libros sagrados. Esta versión del budismo fue la que prosperó en China y se expandió a Corea, Japón y buena parte del Sudeste Asiático.
Un subproducto de esta renovación religiosa fue la proliferación de imágenes de Buda, cosa que antes se había evitado por respeto. Es el período del arte de Ghandara, provincia montañosa oriental, creado por artesanos griegos que popularizaron en el arte de la India las poses, el naturalismo, los pliegues y hasta detalles ornamentales de la escultura griega. Otras religiones indias como el jainismo y el hinduismo, así como el budismo oriental imitaron esa profusión de estatuas, chicas o gigantescas.
La frontera directa con China, con Persia y la salida al mar, posibilitó que Kushán se convirtiera en un puente de comercio seguro. Se sabe de embajadas indias a Trajano en roma, Chinas a Roma en 99 -que no llegó- y una de Marco Aurelio a China en 166. En el siglo II la seda china estaba de moda en Inglaterra. Roma exportaba tapices de lana, gemas grabadas, camafeos y productos de cristal, material que los chinos no habían aprendido a elaborar. India exportaba a China y Roma perlas, piedras preciosas, especias, algodones y otras telas. Existieron factorias indias en Mesopotamia, Alejandría y en África oriental. En puntos de Asia se alzan desde hace dos milenios estelas que testimonian algún tratado de Kushan con vecinos, escritas en dos o tres idiomas; uno de ellos, el griego.
¿Fue tan importante?
Se puede relativizar que estos logros alcancen para constituirse en el hecho principal de la historia. Desde el paleolítico, los arqueólogos encuentran piedras y herramientas a miles de kilómetros de su origen. ¿Acaso excavaciones soviéticas en Altai no encontraron una tumba de un jefe escita del siglo V a.n.e. con alfombras persas y textiles aparentemente chinos? ¿Y en Mongolia otra tumba con tejidos helenísticos y vajilla de laca china del año 2 a.n.e.? Sí, pero eso no era verdadero comercio, eran recuerdos.
Otro antecedente. En 138 a.n.e., la corte china había enviado a un tal Zhang Qian para buscar una alianza con los yuezhi contra los xiongnu. Pero fue atrapado y tardó diez años en poder escapar. Pudo llegar, pero no logró la alianza. En 119 a.n.e. volvió a salir, esta vez para buscar alianza con los wusun, otra vez sin éxito. Su triunfo fue el relato que escribió sobre “tierras extrañas”. Eso aún no era comercio, sus tribulaciones lo atestiguan. Interesó, sin embargo, a los emperadores a conquistar un corredor al norte del Taklamakán hasta limitar con Kushán y comenzar a enviar embajadores todos los años acompañados por caravanas. Se abrió así, ahora sí, una vía comercial.
Otra objeción es lo limitado de los volúmenes transados. Un camello con 130 kilos de carga avanza solo 50 kilómetros por día. Es cierto, se intercambiaban productos de lujo para minorías, pero su elaboración implicaba a muchos trabajadores. Además, parte del beneficio del comercio es el tráfico de las carteras de recursos, el know how que pudo transformar a las sociedades receptoras.
El reino Kushán terminó debilitado, como los griegos que los precedieron, por una doble presión: el surgimiento de un nuevo reino en India, el gupta, y la toma del poder de una nueva dinastía en Persia, los sasánidas. Estos disturbios entorpecieron el comercio aunque los monjes chinos siguieron usando el mismo camino para peregrinar a la India en busca de libros sagrados. Y, abiertos los mercados, se buscaron los caminos. Los Gupta desarrollaron una política colonial hacia el Sudeste Asiático donde se habían creado estados “indianizados”. Del otro lado, China tenía comercio al Sur desde el siglo V a.n.e., que intensificó y extendió al encontrarse con indios y otros reinos marítimos. Pronto llegó a instalar factorías en la misma India.
Algunos autores fechan el inicio de la globalización algunos cientos de años después, cuando la ruta de la seda se instaló entre la dinastía Tang y el califato Abbásida. Puede ser si se mira el volumen, pero el conocimiento del viejo mundo ya era viejo.
Por Jaime Secco
periodista uruguayo
La ONDA digital Nº 801 (Síganos en Twitter y facebook)
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.