El inconmensurable poder de las mafias de dimensión global, el lavado de dinero y la corrupción enquistada en los estamentos de las instituciones son los tres temas vertebrales de “Un traidor entre nosotros”, el tenso y enrevesado pero bien elaborado thriller de la realizadora británica Susanna White.
El film está inspirado en una novela del escritor inglés John le Carré, emblemático narrador de 85 años de edad y especialista en relatos de espionaje ambientados durante la hoy descongelada guerra fría.
Por supuesto, una muy buena proporción de su extensa obra literaria -que transitó exitosamente los últimos cincuenta años- ha sido trasladada al cine.
Al respecto, cabe recordar los siguientes títulos que fueron adaptados, en la mayoría de los casos con singular éxito, al formato cinematográfico: “El espía que vino del frío” (1965), “Llamada para el muerto” (1966), “El espejo de los espías” (1969), “la chica del tambor” (1984), “La casa Rusia” (1990), “El sastre de Panamá” (2001), “El jardinero fiel” (2005) y “El topo” (2011)
Sin embargo, desde la extinción del mundo bipolar que influyó naturalmente en el tramo tal vez más significativo de su extensa obra, el avezado autor ha mutado su literatura para adaptarse al complejo contexto global del presente.
Contemporáneamente, sus temáticas más frecuentes son la lucha contra el “terrorismo” –groseramente tergiversada por el poder mediático- las secuelas de la disolución de la Unión Soviética y el espionaje en tiempos de hegemonía de las corporaciones empresariales, entre otros tópicos no menos atractivos.
De todos modos, su escritura ha mantenido una identidad artística que la torna siempre intransferible, caracterizada por el talentoso manejo del suspenso como recurso narrativo y la construcción de atmósferas cruzadas por la sordidez.
Esos signos de identidad le han permitido seguir alimentando abundantemente a los guionistas y realizadores y, por ende, a la industria cinematográfica.
Este film, que está inspirado en el texto original “Un traidor como los nuestros” (2010), aborda algunas de los temas nucleares de un presente cada vez más complejo: el lavado de dinero, los paraísos fiscales, la corrupción política y el demoledor poder de la mafia rusa que nació luego de la caída del denominado Socialismo Real.
Aunque esta película está lejos de ser una de las mejores adaptaciones de la profusa producción literaria de Le Carré, tiene igualmente la impronta del emblemático del autor.
En efecto, el film nos impacta desde el comienzo con el asesinato de un contador ruso y de su familia, lo cual aporta los primeros indicios de una tensa intriga en evolución.
Este impactante episodio es el punto de partida de una larga secuencia de acontecimientos, que coadyuvarán a la construcción de un entramado narrativo singularmente enrevesado.
Esta escenografía tiene luego su correlato en la peripecia de una pareja, integrada por el profesor de literatura inglés Perry Makepeace (Ewan McGregor) y su novia Gail Perkins (Naomie Harris), quienes comparten un viaje a Marruecos.
En esas circunstancias, el hombre es abordado por el ruso Dima (Stellan Skarsgård), un multimillonario lavador de dinero para la mafia de su país que se compromete a entregarle valiosa información con destino al servicio secreto británico a cambio de protección. Por supuesto, previamente ambos entran en confianza.
Este contexto narrativo puede ser perfectamente extrapolado a los relatos convencionales cuyos protagonistas son espías que traicionan a sus países y se enrolan en el bando contrario, en línea con la mejor tradición del exitoso género.
Planteadas las líneas argumentales vertebrales del relato, la intriga retrata la complejidad y la extrema sordidez de los propios servicios de inteligencia, donde abundan los personajes siniestros y los juegos de poder.
En ese marco, la historia desestima los esquemas clásicos de esta siempre potente vertiente literaria y cinematográfica, ya que casi nunca está claro quién es el héroe y quién el villano. A lo sumo, es evidente que todos son antihéroes.
No faltan, naturalmente, las recurrentes intrigas políticas y hasta los conflictos familiares de los personajes, lo cual incorpora elementos adicionales de tensión y enriquece el producto.
El rodaje en locaciones de urbanas y montañosas de Francia, Inglaterra, Suiza, Rusia, Finlandia y Marruecos, otorgan a este filme un plausible envase estético que lo torna más atractivo.
Sin embargo y más allá del correcto desempeño del elenco actoral, “Un traidor entre nosotros” no trasciende de un mero thriller de prolija resolución y sin una adecuada progresión dramática, cuyo único propósito es entretener y renovar la vigencia de un género de sólida presencia en la taquilla.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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