Balance demoledor sin visos de cambiar

Chile | Lúcido, con su rostro moreno y unos ojos escrutadores detrás de los grandes lentes cuadrados, su cuidada barba blanca, el comandante Ernesto Galaz, 92 años, habla de la historia, de su historia, pero también de un Chile que tras más de 25 años de transición desde una larga dictadura, en su opinión no encuentra su camino.

Hace tan solo un par de semanas la Corte Suprema anuló una condena por “traición a la patria” contra el general Alberto Bachelet, padre de la presidente Michelle Bachelet, y cerca de 80 oficiales y suboficiales más de la Fuerza Aérea, dictada por tribunales militares meses después del golpe de 1973.

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Gral. Ernesto Galaz

Entre ellos estaba Ernesto Galaz. Galaz se para de la mesa y va a buscar una foto. Es de un austera placa de granito negro. En letras blancas se leen doce nombres: ”fueron víctimas de malos tratos y torturas en esta Academia en la causa Rol 1-73 de Tiempo de guerra”.

La Academia es la Academia de Guerra Aérea, dónde él, otros oficiales y soldados, fueron torturados en 1973. Y donde ahora está esa placa.

La historia ha sido contada muchas veces. El comandante de la Academia era el general Fernando Matthei, luego miembro de la Junta militar que encabezaba Pinochet. La historia quiso que su hija, Evelyn, disputara la presidencia con Michelle Bachelet, ambas hijas de generales de la fuerza aérea. Solo que uno comandaba la unidad donde el otro fue torturado hasta la muerte y nunca ha querido asumir su responsabilidad por esos crímenes.

Evelyn fue candidata, el pasado domingo, a la alcaldía de la acomodada comuna santiaguina de Providencia, por una coalición conservadora. ¡Y ganó con poco más de 53% de los votos!

GL – La hija del general (r) Matthei, Evelyn, fue candidata presidencial y hoy es candidata a alcaldesa de Providencia. Ud. dijo que era “una burla y una falta absoluta de dignidad para el pueblo chileno. Es como el caso de Keiko Fujimori, la hija de Fujimori que fue candidata presidencial en Perú. Hija de un miembro de la Junta de Gobierno que tortura y mata…” En su opinión, ¿cómo es posible que eso siga ocurriendo en Chile?

  • ­Hay razones varias. Una de ellas es que la transición fue muy peculiar. Había una cantidad enorme de gente a la que no le interesaba el esquema democrático, que prefería seguir con la dictadura. En la época del plebiscito del sí o del no, en octubre de 1988, cuando se discutía la continuidad del régimen, el sí obtuvo el 44% de los votos. Casi la mitad de la población en Chile quería seguir con Pinochet.

La transición fue una salida pactada. En Chile hay un poder fuerte de la derecha financiera. Son pocos, pero hay muchos que medran con ellos. Hay, además, una cantidad enorme de empresas robadas por esta gente y parece que había un acuerdo en el congreso para no meterse en eso. Se apropiaron de las empresas a precios ridículos.

El triunfo del expresidente Ricardo Lagos en segunda vuelta, en el 2000, fue muy estrecho; en la primera elección de Michelle Bachelet, también fue muy estrecho el resultado.

Hay mucha gente que piensa que el gobierno de la Unidad Popular (1970-73) fracasó y no que lo hicieron fracasar. No tienen  idea del manejo que hizo Estados Unidos para hacerlo fracasar.

La cultura democrática no entra en el país, no hay espacio. La gente dice: “no quiero nada con la política”. Ese era el discurso de Pinochet, el de la antipolítica.

43 años después, ¿cuál es el balance del golpe y del mundo construido por la dictadura conservadora?

  • Después del golpe militar se reconstruye el país. Las FFAA se dedican a hacer el trabajo sucio y los civiles se dedican a implantar una nueva forma de vida. Se reconstruye la vida del país. Chile fue un especie de conejillo de Indias del neoliberalismo.

Las fuerzas norteamericanas habían desestabilizado el gobierno de Allende. El que pensaba distinto fue asesinado o echado del país.

En el libro de la periodista Mónica González, “La Conjura”, está descrita toda esa transformación. De ese tiempo viene la ley educacional, las AFP (el nuevo régimen previsional), la privatización de las diferentes industrias. Se impone en Chile un sistema económico y social neoliberal, sin cortapisas, y con eso tiene que vivir la población.

Un crecimiento económico elogiado por esa derecha, pero que no bajó a la población. El modelo siguió también después, con la Concertación (que agrupó a la oposición a Pinochet).

¿Acaso cualquier poblador disfrutó de ese crecimiento? Aquí ha habido una gran mentira sobre el crecimiento del país, sobre quienes han crecido. En las manifestaciones contra las AFP se está dejando en evidencia como un grupo de gente se aprovecha de los recursos de todos los chilenos.

Así que el balance sobre lo que hemos avanzado es pobrísimo. El gobierno de facto refundó el país y esa refundación no fue destruida por los gobiernos democráticos. Durante más de 20 años, los mismos poderes económicos han seguido manejando el país.

Y a 43 años del golpe todavía estamos en una especial de justicia transicional. Se cumple, como decía el expresidente Patricio Aylwin, “en la medida de lo posible”.

El balance es demoledor y no tiene visos de cambiar.

Galaz se refiere también a la situación de las fuerzas armadas chilenas. Le preguntamos sobre los efectos que puede tener sobre las nuevas generaciones de militares las traiciones y crímenes cometidos por unos contra sus hasta entonces amigos y compañeros de armas.

Ud. dice que todas las torturas que uno conoce por las películas se realizaron en la Academia de Guerra Aérea. Dice que lo más lamentable para la institución fue que todos los oficiales y suboficiales fueron torturados por sus compañeros y subalternos. ¿De eso se habla hoy en las fuerzas armadas?

  • De eso no se habla. Es como que no existió. Uno se encuentra con compañeros de curso de la época y nos podemos saludar, pero el tema no se toca. Yo, por malestar; y él, quizás, por vergüenza.

Pero un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos obligó a la Academia de  Guerra Aérea a reaccionar. Se colocó una placa de granito negro con los nombres de los doce condenados por traición y que habían apelado contra ese fallo.

Luego la Corte Suprema de Chile otorgó ese beneficio a todos los demás de los condenados en ese proceso, que eran más de 70. Esa es la resolución del 4 de octubre, que reconoció el error de esos procesos. Lo habían caratulado “Bachelet y otros”, dando a entender que había toda una conspiración organizada por el general Bachelet. Eso no era cierto. El general Gustavo Leigh (comandante de la Fuerza Aérea que integró la primera junta militar golpista) inventó un complot y metió en él a todos los que no simpatizaban con el golpe. Y también a algunos, por venganza. Entre ellos el general Bachelet.

El asesinato del excomandante del Ejército, el general Carlos Prats y su esposa en septiembre de 1974, en Buenos Aires, donde estaban exiliados, me pareció siempre un acto de extrema cobardía, ordenado por el general Pinochet, quien había sido su amigo y subalterno durante años. Lo entiendo como un intento de acallar a todos, de decir: aquí nadie sobrevive si está contra mí. ¿Ud. cree que eso es hoy un tema de reflexión entre los militares más jóvenes?

  • No, porque todavía subsiste el esquema de que la fuerza armada actuó para salvar el país del comunismo. Está dentro de la conciencia genérica de la fuerza armada y lo repiten ciertos líderes de la derecha.

Hablan de como se venció al comunismo. Cuando no hay argumento para explicar los problemas se acude al comunismo internacional. Hay que ser bastante pobre para no saber que hace rato el comunismo internacional se murió.

 

Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Santiago de Chile para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr

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