España: Por coherente y fiel a sus ideales, los socialistas hicieron renunciar al secretario de su Partido, PSOE

El panorama político español ha dado un gran cambio; no el que se esperaba de un nuevo gobierno, sino otro que no por ser inesperado, se preveía: el paso atrás del Secretario General del PSOE, y líder de la oposición, Pedro Sánchez. En la tarde del sábado día uno de octubre, el líder de la oposición, y líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la segunda fuerza más votada después del Partido Popular (PP), actualmente en el gobierno en funciones, ha presentado su dimisión como jefe del PSOE.

Se veía venir. Pedro Sánchez ha sufrido presiones de todo tipo, desde que en las primeras votaciones de las Cortes de marzo se negara a apoyar la investidura del líder de su partido rival. Presiones encaminadas a que, sin apoyar explícitamente la candidatura del actual presidente en funciones, señor Rajoy, le dejara seguir gobernando. Desde el centro y la derecha le han venido aconsejando, en público y en privado, para que evitara tener que ir a nuevas elecciones dando su apoyo a la candidatura del PP. A esta actitud en favor de la permanencia en el poder del gobierno del PP se han sumado todos los medios de comunicación, incluidos no solamente los conceptuados como de derechas, sino otros pertenecientes a grandes emporios periodísticos que presumen de independientes y cuyo manejo se ha puesto de manifiesto desde que Rajoy no consiguiera ser investido en primeras votaciones como presidente de gobierno, ante la negativa del resto de partidos, incluido Ciudadanos, partido afín.

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Ramón Hdez de Ávila

A Pedro Sánchez en todo momento y en la mayoría de los grandes medios le han llovido las críticas, llegando a veces a los insultos, y en mayor frecuencia calificaciones de “obstáculo”, “irresponsable”, “sin criterio”, “el que impide que haya gobierno en España” … Era considerado como el culpable de la inestabilidad política y otros argumentos por el estilo. Todos los medios abogaban por que, si él no podía gobernar por no obtener la mayoría de los votos, como le sucedía a su rival, Rajoy, dejara gobernar al partido más votado. Pero el líder del PSOE, desde la coherencia que debería marcar su partido, y la suya propia al pretender regenerar el PSOE para poder conseguir más votos en un futuro, ha estado haciendo oídos sordos a tales argumentos, advertencias y ataques por parte de la derecha y de los medios de comunicación, y se ha mantenido en su primera idea del voto negativo, anunciada en campañas y después de las campañas. Postura a nuestro modo de ver la más coherente que podía tener cualquier político, fiel a sus ideales y a sus actuaciones.

Pero parece ser que tales actitudes están muy lejos de ser valoradas en su justa medida ante intereses espurios ajenos a la ética política. Tampoco se le conminaba a que votara “sí”, sino a que simplemente diera su apoyo a tal investidura con su abstención. Pero Pedro Sánchez se ha mantenido en su idea anunciada y coherente: el “NO” a un gobierno del PP. Y así ha sido hasta el final, su final, que quizá sea también el principio del final de un partido más que centenario, como es el PSOE, fundado clandestinamente por Pablo Iglesias en Madrid, en un bar en 1789.

Traicionado por sus compañeros
No solamente desde el PP, interés natural en un partido que a pesar de todo quiere seguir gobernando, y desde los medios de comunicación de la derecha, ha sido atacado el líder de la oposición, sino, lo que es peor, y más grave, desde su propio partido le presionaban para que permitiera que el actual gobierno en funciones siguiera gobernando. El razonamiento podía parecer lógico, ya que el segundo partido más votado, el PSOE con 80 escaños, tampoco podía formar gobierno ni siquiera como en la primera investidura a la que se presentó, con casi una decena de escaños más, aliado con Ciudadanos, podía conseguir más votos afirmativos que negativos, como le ocurrió al PP en las anteriores votaciones, y en las últimas de hace un mes, pese a haberse aliado con Ciudadanos. Esa misma alianza consiguió el PSOE en las primeras votaciones, y no pudo rebasar el número de “noes”. Esa es una de las razones que esgrimen quienes buscan un culpable de la pérdida de votos, fijando sus críticas en Pedro Sánchez por haberse aliado con un partido afín a la derecha, y que se supone es la marca blanca del PP, aunque en ese caso pretendiera alejarse de ese estigma. Un pacto, por tanto, que lejos de servir para algo positivo, como podía ser la investidura, llevó a los socialistas a seguir perdiendo votos y escaños en la segunda elección.

En el PSOE, desde hace tres décadas hay una lucha soterrada dentro de sus filas por el poder. Parecía que las aguas llegaron a calmarse cuando los militantes en junio del 2014 votaron al actual secretario general, Pedro Sánchez, un joven de buena presencia, deportista y muy preparado intelectual y éticamente, profesor de universidad, que quería dar una visión nueva y primigenia a un partido que se había confundido con muchas premisas de la derecha.

Era criticado por esa parte, sobre todo por su militancia, que no vio con buenos ojos un pacto -con el C,s-, con parte de la derecha e inservible, y también le llovieron críticas, todavía más duras, por el posible pacto que se suponía llevaría a cabo en esta segunda vuelta con el emergente Podemos. Pacto al que desde un principio se opusieron los antiguos máximos dirigentes de su partido. Al principio lo hicieron tímidamente, pero poco a poco esas críticas y presiones fueron creciendo y haciéndose manifiestas en todos los medios, entre ellas, las del ex presidente Felipe González, que ha sido el impulsor de la caída del nuevo líder Pedro Sánchez. Felipe González, el “hermano cainita”, como le han calificado algunos medios de la izquierda, ha llegado a declarar incluso que “se había sentido traicionado” por Pedro Sánchez, que en sus conversaciones privadas le había prometido que no votaría en contra, sino que se abstendría en las votaciones para investir a Rajoy y consentir un gobierno del PP.

Felipe González también tuvo mucha culpa cuando se iniciaron las negociaciones entre Podemos y el PSOE -la única forma de conseguir mayoría de “síes” y la posibilidad de formar un gobierno de cambio y de progreso-, al abogar porque un pacto entre ambos sería enviar a España al desastre. Quizá por eso Pedro Sánchez no quiso en su momento forzar tanto la cuerda y se mantuvo en su doble negativa, “no” a un gobierno del PP, y “no” a un posible pacto con Podemos. Pero ni dando una de cal y otra de arena, como se dice vulgarmente, ha podido resistir tales presiones. Y así ha llegado, como también había anunciado él mismo, al final, a presentar su obligada dimisión ante la dimisión de casi la mitad de la Comisión Ejecutiva del partido, apoyada por los grandes pesos pesados del mismo, que ya ni pinchan ni cortan, pero que debido a sus cargos anteriores siguen influyendo sobremanera en las decisiones de los siguientes jerarcas de un partido que se decía demócrata, pero cuya cúpula, aunque sea pasada, sigue mandando.

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Felipe González

La dimisión de un líder que prometía, al menos según sus iniciales obras como político de alto cargo, ha afectado mucho en los ambientes progresistas de España. La izquierda, una vez más, se ha dividido, en esta ocasión de manera muy peligrosa. Y el PSOE, al que “se le ha visto el plumero”, como también se dice vulgarmente, quizá acabe siendo un partido minoritario, que si hasta ahora ha ido perdiendo votos ante el empuje de Podemos, y los propios bandazos auspiciados por sus antiguos dirigentes, quizá estos últimos acontecimientos sean el principio de su suicidio. Hay que dejar claro, en contra de los grandes medios de comunicación españoles, que la soga al cuello no la ha puesto su actual líder Pedro Sánchez, sino un correligionario suyo que se ha vendido a las grandes empresas y que engañó a todos los españoles hace 30 años anunciando un gobierno de “cambio”, el que precisamente ahora pregonaba y quería llevar a cabo su sucesor, el joven líder caído, Pedro Sánchez.

Pero esta división “cainita” de los socialistas no es la primera vez que sucede. Desde hace tres décadas hay una lucha soterrada dentro de sus filas por el poder. Parecía que las aguas llegaron a calmarse cuando los militantes en junio del 2014 votaron al actual secretario general, Pedro Sánchez, un joven de buena presencia, deportista y muy preparado intelectual y éticamente, profesor de universidad, que quería dar una visión nueva y primigenia a un partido que se había confundido con muchas premisas de la derecha. Parecía que su cauce iba bien orientado ya, pero los escollos no han tardado en llegar, y tras dos años como líder de los socialistas, muchos de ellos, sin tener en cuenta las bases, le han dado la espalda y le han obligado a dimitir por intereses ajenos al partido y sobre todo, a la ideología que mantenía en vida dicho partido al que Pedro Sánchez quería recuperar.

Por Ramón Hdez de Ávila
Crónica de nuestro corresponsal en España

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