En la nota de la semana pasada “El retorno de la democracia” analizamos las bases sustantivas de la política ortodoxa sobre la macroeconomía. Mostramos que las prioridades centrales pasaban por garantizar el pago de los servicios de la deuda, que incluye la atención del equilibrio fiscal, y luego la contención de la inflación. Para ello había una fuerte intervención del Estado bajando el déficit fiscal con mayores impuestos y menores gastos públicos, a lo que se agrega la contención de la demanda interna por la vía de las restricciones monetarias, crediticias y salariales.
Con estas medidas financieras, el crecimiento surgiría del libre juego del mercado y del papel preponderante del sector privado. Para el crecimiento la intervención del Estado sería mínima, buscando que no afecte el papel central del mercado. Para ello se utilizan las rebajas arancelarias, la libertad en el movimiento de capitales, las desregulaciones financieras y así sucesivamente.
En la actual política económica del gobierno del Frente Amplio, los objetivos centrales manifestados por sus principales actores, son la atención de la inflación, la estabilización financiera, la atención de las cuentas públicas o el equilibrio fiscal y la competitividad. Son centrales la política fiscal y la atención a la inflación. No tienen prioridad ni el crecimiento ni el empleo. La ley orgánica del Banco Central del Uruguay contempla nítidamente los objetivos de crecimiento y empleo. Cuando analizamos, en los últimos tiempos, la política macroeconómica de la Reserva Federal de los EE UU constatamos la prioridad al tema del empleo y una clara heterodoxia en la política monetaria, muy expansiva tendiente al aumento de la demanda interna para alcanzar dicho objetivo.
Para atender el crecimiento surgen las exoneraciones fiscales a la inversión, en algunos casos exageradas, como los elevados beneficios que se le otorgan a la industria automotriz. Por ello hemos planteado la necesidad de revisar dichas exoneraciones. Las propias medidas aplicadas pueden estar afectando el crecimiento y el empleo. Las restricciones monetarias para el combate a la inflación tienen pocos efectos sobre la misma, salvo cierta influencia sobre las expectativas de los agentes económicos. Pero en el mercado financiero, la falta de liquidez origina ventas de dólares con efectos de baja del tipo de cambio nominal y su consiguiente atraso cambiario, que termina afectando la competitividad, especialmente de aquellos rubros de mayor valor agregado y contenido tecnológico. Medidas fiscales como la caída de la inversión pública y del gasto público terminan afectando la demanda interna y el propio crecimiento. El uso de las empresas públicas, a través de las tarifas y superávits financieros para atender los equilibrios fiscales también terminan afectando el crecimiento. Estas empresas tienen como objetivo central la prestación de bienes y servicios públicos con eficacia y eficiencia, con los mínimos costos.
Con el crecimiento centrado en altos precios internacionales de las exportaciones se realizaron procesos de redistribución por la vía del gasto público social y por la política salarial.
Una propuesta macroeconómica alternativa debiera incorporar al crecimiento y al empleo entre los objetivos centrales y, según las circunstancias específicas, se definirá su prioridad. Para ello la presencia del Estado es indispensable avanzando en una estrategia de desarrollo, la conformación de una estructura productiva que atienda la inserción internacional y el empleo, para cambiar la estructura de las exportaciones incorporando mayor valor agregado y contenido tecnológico. Habrá que atender procesos de integración, que permita incorporarse a cadenas de valor donde se participe en etapas de mayor valor agregado y contenido tecnológico. El crecimiento se sostendría por la vía de las exportaciones y de la demanda interna.
Se busca atender el crecimiento y el empleo sin descuidar la inflación ni el déficit fiscal. Junto a la política macroeconómica se requiere de políticas sectoriales que atiendan a los rubros ganadores que surjan de la estrategia productiva y el uso de los instrumentos correspondientes, como la crediticia, la ayuda científica-tecnológica, la búsqueda de mercados y así sucesivamente.
La competitividad es también un tema central. Ella es sistémica dependiendo del cambio tecnológico, de la calificación de los recursos humanos, de la obtención de nuevos mercados, pero también de la política cambiaria. Ésta deberá centrarse en mejorar la competitividad y no en la atención de la inflación. La caída del tipo de cambio nominal de $28 por dólar a $19 por dólar no tiene ni fundamentos económicos ni deriva de la evolución del dólar a nivel internacional. Fue influida por la entrada de capitales financieros especulativos y por la decisión del equipo económico en cuidar la volatilidad, pero aceptando un descenso del tipo de cambio para contener la inflación. Hoy el atraso cambiario, con respecto al año 2004, es de alrededor de 40%, medido por el tipo de cambio real efectivo de las estadísticas del Banco Central. Uno de los principales problemas económicos de Brasil fue su elevado atraso cambiario.
Para un país pequeño como Uruguay, que requiere de permanente atención a la inserción internacional, la política cambiaria es muy relevante.
Atender el crecimiento y el empleo no significa descuidar ni la inflación ni el déficit fiscal. Para no bajar el gasto público será necesario incorporar nuevos financiamientos, como modificar la devolución del Fonasa o el impuesto a las herencias y el patrimonio, o modificar algunas exenciones fiscales o una tributación más equitativa entre los impuestos al capital y al trabajo.
La atención de la inflación requiere que no haya bruscas modificaciones en el tipo de cambio y especialmente, analizar los distintos tipos de costos para un control más adecuado. En cada momento hay que analizar las causas de la suba de precios, recordando que tuvimos problemas de oferta por las inundaciones, la suba de las tarifas de los servicios públicos, la presencia de sectores monopólicos y oligopólicos y puede jugar la puja distributiva. Juegan menos los factores de demanda. La inflación actual de dos dígitos se alcanzó con caída del gasto público y del consumo privado.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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