Momento de definiciones para la integración regional

Convocados por Enrique Iglesias y la Fundación ASTUR, especialistas de la región en comercio internacional e integración, debatieron sobre “hacia dónde va la integración”.

Para discutir sobre el tema, es necesario atender a los cambios en el escenario internacional, los que están caracterizados por algunos de los siguientes fenómenos:

crisis económicas estructurales de escala prácticamente global, con efectos de contagio cada vez más pronunciados,
crisis políticas, sociales y migratorias profundas que podrían llevar a un cuestionamiento de los valores fundamentales que permiten la vida en sociedad, lo que naturalmente tiene efectos en flagelos como el terrorismo,
descreimiento cada vez más generalizado de las instituciones,
un nuevo mundo en términos de los modos de producción y comercialización (cadenas globales de valor, comercio electrónico, generalización de la robótica, importancia de los servicios, entre otros),
nuevas formas de integración, lo que es claramente visible por los mega bloques y las nuevas disciplinas del comercio internacional,
una aceleración del proceso de globalización en todas sus expresiones.

Este nuevo contexto internacional lleva hacia una reconfiguración del sistema internacional que imperó en los últimos 60 años, Ignacio Bartesaghi1pero del que desconocemos aún su nueva configuración. En este escenario, es mala noticia que algunos procesos de integración de la región atraviesen por dificultades, lo que ocurre notoriamente en el Mercosur, pero que también involucra a otros bloques a nivel internacional, así como organizaciones internacionales y foros políticos de diversa índole, algunos de los cuales podrían enfrentar quiebres definitivos.

Una porción significativa de las instituciones internacionales enfrentan un nivel creciente de reclamos de reformas que contemplen una nueva realidad internacional, situación que no ha sido ajena a los procesos de integración. Al respecto, debe reconocerse que muchos de los bloques no lograron alcanzar un nivel de consensos mínimos, lo que tiene que ver con el incumplimiento de sus objetivos originarios. Este es un aspecto clave que debe ser reconocido cuando se analiza el tema de hacia dónde va la integración regional, especialmente en América Latina y África. Otros esquemas de integración que sí avanzaron y fueron referencia a nivel internacional como la Unión Europea, enfrentan nuevos desafíos, como por ejemplo los nuevos escenarios que se abren a partir del Brexit.

Cabe preguntarse entonces, qué llevó a que algunos de los procesos de referencia internacional y regional atraviesen por dificultades crecientes, e incluso por crisis de legitimidad, como está ocurriendo en el Mercosur por el debate desatado por el traspaso de la presidencia pro témpore a Venezuela. Una posible respuesta podría buscarse en que los procesos de integración no lograron adaptarse a los cambios globales.

En ese sentido, los marcos institucionales inflexibles que son característicos de la integración clásica liderada por las comunidades europeas en la década del cincuenta, no permitieron reaccionar a tiempo frente a una nueva agenda global, la que superó por mucho la capacidad de los Estados e instituciones intergubernamentales y supranacionales. De hecho, desde el año 2004 con la mayor ampliación de la Unión Europea, la aprobación del Tratado de Lisboa y el inicio para la incorporación de Turquía al bloque, se desconoció y omitieron algunas señales que podrían haber adelantado los riesgos de cuestionar uno de los mayores logros de la Unión Europea: los elevados niveles de cohesión.

La integración regional ya no puede ser analizada con marcos teóricos clásicos, es necesario asumir que se está frente a una nueva etapa que está dominada por las tendencias internacionales anteriormente señaladas, las que no pueden ser desconocidas y deben integrarse a las estrategias de desarrollo económico.

En definitiva, debido al estancamiento mostrado por algunos procesos de integración o por la inviabilidad de emprender reformas profundas en los organismos internacionales, se está conformando un sistema institucional paralelo, liderado no solo por procesos de integración de marcos más flexibles y modernos como la Alianza del Pacífico o la ASEAN, sino también por instituciones de diverso alcance creadas por el grupo BRICS, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura lanzado por China, la creación de fondos financieros y acuerdos estratégicos en seguridad, defensa y energía, emprendimientos que imponen un debate sobre el alcance de la gobernanza global.

Parece claro que se está frente a una nueva etapa de la integración económica. En este sentido, los procesos de integración constituidos antes del nuevo siglo, deberán aggiornarse frente al nuevo contexto internacional y probablemente, reformular parte de sus objetivos originarios y alcance institucional, lo que no implica atentar contra lo existente. Por el contrario, se deberá aprovechar la experiencia y desarrollo institucional, pero reconociendo la necesidad de adaptarlas a los nuevos tiempos y evitando imponer políticas públicas alejadas de la nueva realidad económica global.

En la región es claro el caso del Mercosur y de la Comunidad Andina, dos históricos procesos de integración que atraviesan quiebres institucionales profundos y algunos debes de consideración por los bajos niveles de comercio intrarregional, la ausencia de encadenamientos productivos, escasos planes de infraestructura, magra especialización en el comercio de servicios, baja armonización de normas en las nuevas disciplinas del comercio mundial y poco éxito en las negociaciones con países de extrazona, entre otros.

Sin caer en visiones apocalípticas y en simplificaciones sobre la realidad actual, deberá reconocerse la gravedad de la crisis institucional de algunos bloques y la imperiosa necesidad de recuperar niveles de cohesión mínimos, en el entendido de que los procesos de integración son medios para llegar a un fin superior, que es el desarrollo de nuestras naciones. Esta reflexión debe hacerse de forma acelerada para evitar quiebres mayores que impidan la viabilidad de los esquemas de integración, los que son cada vez más necesarios en momentos en que el contexto internacional impone desafíos de mayor calibre.

Para enfrentar este camino y recuperar el sitial que deben tener las instituciones de la región, será necesario contar con liderazgos, especialmente de las economías mayores del bloque, las que deben estar dispuestas a asumir costos políticos. No es posible debatir sobre el futuro de la integración regional sin atender a la posición de las principales potencias regionales. Cabe entonces preguntarse sobre el papel jugado por Brasil en el desarrollo del Mercosur, pero dado el contexto actual, más importante aún, sería conocer cuál es su visión sobre el futuro del bloque.

De cualquier forma, sin liderazgos regionales, empresariales, académicos y sindicales será muy complejo afrontar los tiempos que se avecinan. Es recomendable contar con amplios consensos, trabajos mancomunados y dosis de flexibilidad, pragmatismo, innovación y profesionalismo, que permitan de una vez salir de la retórica integracionista que desde tiempo atrás domina el debate sobre “hacia dónde va la integración”.

 

Por el Dr. Ignacio Bartesaghi 1

1 Director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay. Doctor en Relaciones Internacionales, integra el Sistema Nacional de Investigadores de la ANII. Columna de opinión publicada el 7 de julio de 2016. Por comentarios y/o sugerencias ibartesa@ucu.edu.uy Twitter: @dnii_ucu Facebook: Departamento de Negocios Internacioanles e Integración.  Fuente: FCE. Universidad Católica del Uruguay

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