Mis fronteras, nuestros límites

Por estos días, el ajuste o corrección fiscal con sus franjas de aumento han ocupado el centro del escenario político.

Entre tanto tiroteo discursivo de prensa y redes lo que realmente sucedió fue una clara señal de gobierno de izquierda o progresista. Sin crecimiento económico, también es necesario gobernar. La receta histórica que conoció siempre el Uruguay fue la única concepción socialista que aceptan de muy buen grado los empresarios, socializar las pérdidas, democratizar el reparto impositivo llegando hasta los salarios más bajos.

El aumento eterno del IVA, ese impuesto al consumo donde en 9-walter-200x230tiempos prehistóricos de la economía uruguaya era del dieciocho por ciento y como oráculo bíblico aumentaba porque era democrático, pagaba más el que consumía más.

Los uruguayos nos habíamos olvidado, pero también y a pesar de las democráticas restricciones impuestas por los economistas de los partidos tradicionales, se disparaban los índices de desocupación, era costumbre que ésta se ubicara en dos dígitos haciendo que aquella afirmación de Mark sobre la necesidad de un “ejército industrial de reserva” para el sistema fuera “credo” para el sistema neoliberal y hasta estoy tentado a pensar que más de un economista con poder decisorio se sentiría marxista por cumplir con las aseveraciones del señor de barba.

La nueva situación pone al gobierno del Frente Amplio por tercera vez frente a un escenario adverso en la economía. Quizás la memoria nos haga trampas y olvidemos, pero recién asumido el gobierno frenteamplista además de lidiar con los males “heredados”,  como atenuante diré, que no existe gobierno que llegue que no tenga una herencia pesada dejada por su predecesor, tuvo varias problemas que atender.

La caída de COFAC, ni bien asumió el FA, trajo el primer dolor de cabeza financiero, podríamos agregarle la crisis energética, ahora que andamos esquivando molinos de viento ni nos acordamos. Hubo que comprar de apuro generadores para paliar el problema. La sequía hacia lo suyo. Además de privarnos de generación barata, teniendo que comprar petróleo caro para generar con la Central Batlle energía, nuestros productores padecían la falta de agua y por supuesto le reclamaban al gobierno respuestas. En aquel marco comenzó a gobernar el FA.

La crisis del dos mil ocho hizo temblar el mundo financiero. Estados Unidos y Europa vieron derrumbarse sus economías, sin embargo, como novedad el continente dependiente, el pequeño país más dependiente aún vio transcurrir  esa feroz crisis sin inmutarse, sin detener nuestros índices de crecimiento.

Algunos méritos tendrán que atribuirse a nuestros gobiernos frenteamplistas. Hoy nos enfrentamos a una situación inédita. No heredamos una carga pesada, nuestro gobierno, aumentó la producción, diversificó los mercados, aumento sus reservas, disminuyó la desocupación pero estamos frente a un escenario recesivo.

¿Qué hacer entonces? Me parece francamente inédito que un gobierno diga que los dineros para las políticas sociales no se tocan, se baja el IVA, y los aumentos de impuestos esta vez no serán democráticos,  por suerte, serán desiguales, solo pagarán los que ganan desde determinado  cantidad para arriba.

Este gobierno de izquierda se ve por primera vez interpelado como fuerza de gobierno en un escenario de no crecimiento. El estado uruguayo debe ser eficaz, pero más que eficaz debe ser justo.

Allí está mi frontera, puedo entender como parte de la sociedad que el modelo dominante o aceptado por la mayoría avale, permita, o hasta estimule el reparto desigual de la riqueza, aunque no me guste, aunque imagine que es posible vivir en sociedad sobre nuevos paradigmas. Vivir sin que nadie carezca de lo necesario para vivir.

Pero el sentido de gobernar por izquierda es interpelado en momentos como estos.

¿Retrocedemos?, ¿aplicamos las mismas recetas conocidas? ¿o nos plantamos y defendemos las conquistas, algunas tímidas?

Allí está mi frontera, mis límites tienen al Uruguay con empresas públicas fuertes, con consejos de salarios que defiendan el poder adquisitivo de los trabajadores, con sistema impositivo que redistribuya la riqueza de manera más equitativa que los avatares a la que nos somete la economía de mercado.

Viendo como nuestros “vecinos” resuelven sus crisis, no puedo menos que reafirmar “nuestra singularidad histórica”, hasta creo que la regresión económica no será impedimento para la continuidad del gobierno del Frente Amplio.

Sin embargo, si bien “mis fronteras” me dicen menos que esto no, “nuestros límites” operan como un freno.

Los medios de comunicación que frente a la globalidad informativa y la expansión tecnológica poseen un poder de llegada infinito a la sociedad marcan tendenciosamente los sucesos. Exageran algunos, esconden otros.

La “inseguridad” de palabra que define lo opuesto a lo seguro o estable, pasó a ser un estado de situación instalado en nuestra sociedad. El bienestar material logrado por amplios sectores se ve amenazado por delincuentes violentos, armados, que roban y matan. Parece que ser que ese paraíso de playas que tenemos, de autos nuevos que complejizan el transporte, de oferta cultural diversa que poseemos, de centros comerciales que se multiplican. Todo eso está en jaque. Pegadito al bienestar logrado está el miedo a perderlo. Los sistemas de vigilancia por cámaras, se muestran eficaces para limitar al delito, su proliferación en algunas zonas desalienta a los malvivientes y trae tranquilidad a quienes circulan por esas zonas.

Sin embargo lo único que hizo una cámara instalada de Cibils y la Boyada fue registrar una ausencia. Una muchacha que se levantaba de madrugada para ir a trabajar a un “barrio seguro” en Pocitos, vivía en el barrio Maracaná, la cámara solo registró que no llegó nunca a la parada del ómnibus, solo eso, Dayana, de veintidós años, mamá de una nena de dieciocho meses fue hallada muerta, veinte días después de desaparecer.

La tecnología demora en llegar a la periferia para defender la vida, sin embargo, la televisión nos muestra que para calmar a los televidentes “inseguros” mandamos escuadrones de policías para pacificar y la televisión registra al ómnibus incendiado y el estado policial instalado en el barrio para pacificar, como si solucionara la violencia, el delito.

Poca cobertura mediática tuvo la maestra que viajaba en el ómnibus vandalizado y sin embargo conocedora del barrio, maestra de varios de los que “asaltaron” al colectivo intercedió, evitando que las agresiones fueran mayores.

Alli están nuestros límites, los límites del estado no deben detenerse en las periferias, abrimos nuestras fronteras económicas al mundo, pues bien, que nuestra sociedad sea abierta en la misma medida. No estacionemos nuestra sensibilidad en nuestro bienestar, somos una sociedad pequeña, tenemos maestra/os, profesores, medica/os, socióloga/os, ese ejército es el que debe ocupar la periferia.

Allí están nuestros límites, la construcción democrática de izquierda no debe detenerse en ninguna periferia. Estamos ante la posibilidad inédita de elaborar una experiencia nueva. Salir de las lógicas donde el consumo y el confort marcan la agenda.

 

Por Walter Martinez
Columnista uruguayo

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