La inflación en el Uruguay ha sido un fenómeno relativamente permanente en los últimos 70 anos, en la mayoría de ellos con cifras de dos dígitos, e inclusive en 1967 y en 1991 con un índice de precios al consumo que alcanzó cifras de tres dígitos. Los países del cono sur no fueron ajenos a este flagelo, no así en el norte de la América Latina. La estudiamos, la analizamos, buscamos causas específicas de dicho fenómeno.
Cuando Europa sufrió el fenómeno de estancamiento con inflación en la década del 70 del siglo pasado, el economista chileno de la Cepal Anibal Pinto, escribía que siempre la América Latina había tomado consejos del mundo desarrollado. Frente a este fenómeno el mundo desarrollado debería tener en cuenta la experiencia y conocimientos adquiridos por nuestra región en los temas de inflación.
Existen posiciones ortodoxas de interpretación de la inflación, e inclusive fundamentalismo en la explicación de la misma y economistas obsesivos con el fenómeno como los denomina Paul Krugman. Entre ellos, el FMI siempre tenía una única y exclusiva interpretación y sus propuestas funcionaban como una especie de recetas, válidas para todo tiempo y lugar. Para los economistas ortodoxos y obsesivos, la inflación es siempre el objetivo central, sea que haya alcanzado el 2%, el 5%, el 15% o el 50%. La causa central es el aumento de la demanda interna que no puede ser atendida por la oferta de bienes y servicios. Este aumento de demanda puede provenir de un origen monetario a través de la expansión de los medios de pago, del déficit fiscal y de los salarios. Las recetas consistían en la restricción monetaria, la eliminación del déficit fiscal a través de la rebaja del gasto público y de la congelación de salarios.
Ideológicamente eran anti estado, que sólo debía atacar la inflación y no debía intervenir para permitir que el libre juego del mercado y el sector privado tuviesen la libertad de obtener ganancias, generar crecimiento y empleo. La congelación de salarios mostraba una ideología anti trabajadores, anti sindicatos y en favor de los empresarios. Esta concepción es lo que expresan distintos economistas ortodoxos, la posición predominante en los grandes medios de comunicación y la de los políticos de la oposición, que proponen la baja del gasto público y de los salarios para contener la inflación. En múltiples ocasiones, desde principios de los sesenta del siglo pasado, hemos criticado estas recetas que no se adecúan a la inflación existente en el Uruguay. El fundamentalismo y la obsesividad no corresponden en la actualidad.
La inflación alta afecta el cálculo económico de los empresarios para realizar sus inversiones, pero estas no han sido afectadas y vienen alcanzando un récord en la historia contemporánea del Uruguay. La inflación alta afecta el poder de compra de las rentas fijas, pero los salarios y las jubilaciones reales han venido permanentemente creciendo.
Iniciamos nuestro trabajo sobre inflación en la Cide alrededor de 1965, donde, siendo jefe de política económica, trabajábamos junto a Alberto Bensión y Juan J, Pereira ( el mingo). Angel Monti el jefe de los equipos extranjeros en la Cide, me ensenó a buscar las causas especificas de los aumentos de precios de cada rubro, lo que después me facilitaría proyecciones en el tiempo.
En 1967 retorné al Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas donde como director del departamento de coyuntura hicimos las primeras publicaciones sobre la coyuntura del Uruguay. Allí continuamos la investigación sobre inflación, basados en autores franceses, y encontramos diversas teorías explicativas, las de demanda, la de costos, la de puja por la distribución del ingreso, la de expectativas, la indexación y la inflación importada, entre otras. A fines de 1967 publicamos con Samuel Lichtensztejn « El FMI y la crisis económica nacional« donde demostramos que las recetas del FMI para combatir la inflación no solamente no la contenían sino que la exacerbaban con elevadas devaluaciones para atender los problemas de deuda externa.
Luego en el «Proceso Económico del Uruguay« junto a Raúl Vigorito, Raúl Trajtenberg, Octavio Rodriguez, Samuel Lichtensztejn, Nicolás Reig y José E. Santías, explicamos la inflación derivada de una puja en la distribución del ingreso, entre ganaderos y exportadores, especialmente de lana, y los trabajadores sindicalizados urbanos. Los laneros retenían sus exportaciones, demandando un aumento del tipo de cambio a través de la devaluación y el gobierno aprovechaba de la misma, para mejorar sus ingresos fiscales a través de las detracciones. La devaluación aumentaba los precios internos de los rubros de exportación que también eran de consumo interno. Aumentaba también los precios internos de los bienes de importación, bienes de capital, insumos y petróleo que afectaban combustibles y energía eléctrica.
La devaluación generaba entonces aumentos de los precios internos y los sindicatos se movilizaban para aumentar los salarios, ya no una vez por año, sino dos o tres veces. Esta era la puja por la distribución del ingreso. En esta situación los industriales se encontraban con aumentos de costos, de las materias primas agropecuarias, de las importadas y de los salarios, por lo que se veían obligados a aumentar sus precios internos para mantener sus niveles de rentabilidad. Esta inflación se multiplicaba posteriormente por acciones especulativas de los bancos privados.
Las inflación actual en febrero alcanzó a 9,82% para los últimos doce meses. El gobierno con buen criterio hace los mayores esfuerzos para que la suba de precios internos no llegue a los dos dígitos, o sea al 10% anual, lo que requeriría nuevos negociaciones con los trabajadores del sector público.
En febrero hay aumentos coyunturales en legumbres y hortalizas por las lluvias e inundaciones afectando la oferta de dichos rubros, por aumentos de tarifas de servicios públicos, especialmente en enero, la de muebles y artefactos domésticos seguramente por el aumento del tipo de cambio en la medida que se trata de productos importados y de educación por factores de costos, como probablemente los incrementos de salarios. No surgen con nitidez elementos de demanda interna como causas específica de la inflación anual. Antes surgieron aumentos de precios internos en los alimentos por la elevación de los precios internacionales de los productos de exportación, y en vivienda en rubros como combustibles, electricidad y gas que sufrieron los aumentos del precio internacional del petróleo, que también influyó en el rubro transporte.
En esencia las causas específicas derivan del aumento de precios internacionales, o sea inflación importada que se puede enfrentar por la vía fiscal, bajando o aumentando impuestos, y especialmente en factores de costos, como la evolución de las tarifas de los servicios públicos y en algunos casos pueden influir la reciente suba del tipo de cambio y en casos específicos a determinar, los aumentos de salarios. Los aumentos del gasto público o el propio déficit fiscal no surgen como variables explicativas de la inflación.
El parlamento votará medidas paliativas y transitorias, para garantizar que no se llegue al 10% de inflación anual, exonerando de IVA a frutas y verduras, a las tarifas de UTE y Antel y a las cuotas que se pagan a las mutualistas por fuera del Fonasa. Soy muy optimista que la inflación no va a ser un tema de la campana electoral. La oposición, los fundamentalistas y los obsesivos se van a quedar con las ganas.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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