El asesino del cambio

Imaginemos que estamos leyendo un libro de esos que nos marcan por mucho tiempo, que estamos aprendiendo de cada palabra y de cada idea, que es un libro novedoso y que nos motiva a plantearnos cambios en nuestro modo de ver las cosas y en nuestra forma de relacionarnos con los otros, con otros mundos.

En ese libro habitan muchos personajes, cada uno con sus historias y sus intereses, válidos todos, cada uno buscando lo mejor para sí mismo, y algunos también buscando el bien común. Y esos personajes tienen la capacidad de cambiar el destino del resto de los habitantes de la obra.

2-COLUMNISTA-CCCPero, como en todos los libros que nos conmueven, hay un personaje que tiene la habilidad de coartar, cercenar, frustrar, abortar, cualquier avance en la trama.

Es el asesino del cambio
El asesino brutal y despiadado del futuro.
Hay movimientos que inexorablemente se deben dar para avanzar al futuro. Los libros se terminan, los personajes vislumbran su camino, las generaciones pasan. Y así, cuando hemos cerrado la tapa del libro, las oportunidades de cambio se vuelven reales en el mundo real, no imaginario, no de personajes de obra.

Comparo estos personajes de libros con la vida de los ciudadanos de un país, por ejemplo, supongamos, nuestro país. El mundo de afuera no espera.

Nuestros niños crecen, los habitantes necesitan desarrollarse y alcanzar su máximo potencial. Buscan su bienestar, vivir en paz, tener trabajo, poder educar a sus hijos, tener salud y estar seguros cuando salen a la calle.

Un gran desafío para todo aquel que deba encontrar y aplicar las herramientas para asegurar esas condiciones de vida. El ciudadano manda, preside la obra. Confiamos que ese ciudadano, con ese poder, es bien intencionado, tiene las ideas claras, ejerce la autoridad con justicia, no es corrupto, mira hacia “afuera”, hacia aquellos que avanzan y aprende.

Entiende las nuevas reglas de juego del mundo desarrollado, observa que los países se integran, lo que hacen y lo que no, como viven sus ciudadanos, si les va bien o se sienten frustrados, y qué posiciones toman en ese gran ajedrez mundial. Hay que jugar, el tablero existe, y tenemos que jugar nuestra partida.

Ahora, la pregunta trascendental, esa que no podemos dejar de formularnos, la pregunta que define cómo estaremos viviendo en los próximos tiempos. ¿Hacia dónde vamos? ¿A quién seguimos? ¿Qué hacen los jugadores que están mejor parados en el tablero? Debemos tener en claro que es vital seguir a alguien, la realidad nos ubica en un rinconcito de la mesa de juego.

El ciudadano más inteligente y más hábil aconseja seguir a los que están ganando, y no parece una estrategia equivocada. Pero otros buscan otros caminos, se quieren unir a los que están perdiendo, a los que no tendrán futuro, por una solidaridad mal entendida, solidaridad que no es ni con sus hijos, ni con sus nietos.

El asesino del cambio aparece otra vez
Con una ceguera absurda potenciada por un recuerdo de un mundo que ya no existe, ni en los libros, ni en la vida real, se opone a todo avance, al cambio positivo, a jugar en las grandes ligas. Asesinemos al asesino del cambio, que nos hace perder tiempo, que nos envuelve en una ideología antigua, olvidada, que no funciona, que solo ha llevado a la ruina.

Ideología que, supuestamente en aras de la igualdad, discrimina cada vez más, separa a los que crecen y a los que se duermen. Sí, es verdad, estamos en el rinconcito de la mesa, pero estamos, y no podemos dormirnos. Es moralmente inadmisible dejarse estar.

Pongamos la casa en orden, estemos en forma, entrenemos, aprendamos, y apostemos a insertarnos en el mundo, no solamente en la vuelta o en el barrio, abrámonos al mundo, difícil, conflictivo, duro y exigente, pero en el cual, ya no quedan dudas, podemos competir.

Es imperioso hacerlo, solo así el pasado ya no nos podrá extorsionar.

 

Por Lic. Gabriela Tambasco Ramos
Master en Integración Regional y Relaciones Económicas Internacionales, Universidad de Barcelona. Master en Integración y Comercio Internacional, Universidad de Montevideo.

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