El fútbol en España es la pasión popular por excelencia desbancando a lo que en el siglo pasado se consideraba el mayor espectáculo: los toros. Hoy los toreros son menos conocidos, incluso criticados de la misma manera que aumentan las críticas y los opositores a la celebración de lo que se llama la “fiesta nacional”, cada vez menos fiesta y menos nacional. Cierto es que la gente sigue yendo a las plazas de toros, pero no es menos cierto que cada vez más público acude en masa, sin importarle los precios de taquilla, a los estadios de fútbol, aunque se televise el partido. Sobre todo si se trata de partidos de máxima rivalidad como el Real Madrid contra el Barcelona, no sólo por ser considerados como los dos mejores equipos del mundo, sino por la competitividad que existe desde hace tiempo entre ambas ciudades.
Son fechas de precauciones y vigilancia en ciudades y pueblos por temor a los atentados terroristas, pues no hay que olvidar que España posee dos ciudades en Marruecos donde más del 90 % de la población es musulmán, Ceuta y Melilla, y entre ambas costas no hay más de 15 klms de separación por el Estrecho de Gibraltar. Por otra parte, la península Ibérica, formó parte del imperio árabe durante ocho siglos, hasta hace cinco, y todavía pervive la añoranza de aquel idílico Edén que era para ellos Al-Andalus, la Andalucía de hoy. Por esa razón y por la locura fundamentalista, en España, como en casi toda Europa, no se ha levantado la situación de alarma y estrecha vigilancia, que se multiplica cuando ha lugar algún acontecimiento extraordinario o de agrupación masiva, como es el caso de las canchas de fútbol.
La figura del delantero centro
En estas semanas la liga española está en ascuas, pues la diferencia entre unos y otros equipos es mínima, y si añadimos que el primero, el Barcelona sacaba antes del partido del sábado 3 puntos al Madrid, es de suponer las expectativas que levantaba.
Se pensaba suspenderlo en un principio para evitar desastres, y suspender el resto de partidos. Pero el fútbol tiene poco menos que la categoría de “bien común”, y podía ser peor el remedio que la enfermedad. No ya porque hubiera algún conato de atentado, sino por la rivalidad entre ambos equipos. Sus respectivos partidarios podían provocar disturbios, y había que evitarlo también. Se desplegó un amplio y numeroso dispositivo de seguridad tanto del gobierno central como de la municipalidad, fuera y dentro del campo, se registraba a todo espectador y se prohibió entrar con bolsas y paquetes de cualquier tamaño o contenido, se registró el bolso de las señoras palmo a palmo, se guardó un minuto de silencio, como en toda Europa, y comenzó el partido como si nada sucediera ajeno al deporte. Y nada sucedió. Bueno. Sucedió que un uruguayo, delantero centro del Barcelona, abrió el marcador, y volvió a repetir y dio en bandeja el tercer gol, que sumados a otro dio como resultado una paliza y un alejamiento de seis puntos sobre el segundo, el Real Madrid, que se quedó, nunca mejor dicho, blanco. Por fuera y por dentro.
Esta semana es una semana futbolera en toda Europa. Se juega en martes y miércoles la conocida hasta ahora como “Copa de Europa”, por su nombre en inglés como la “Champion League”, donde compiten los 16 mejores equipos de este continente, entre dos y cuatro por país. La liga que más atractivo reúne en todos los países. Muy competitiva, donde perder un partido puede significar quedar eliminado. También jugaba el martes pasado el Barcelona, contra otro rival muy poderoso, la Roma, de Italia.
Y de nuevo, un uruguayo reivindicó la entidad del puesto como delantero centro que se estaba perdiendo en esta nueva manera de enfocar el juego que se viene practicando de unos años a esta parte. Jugar sin delantero centro. Quizá se debiera a que pocos jugadores son capaces de aguantar en puesto tan difícil y prefieran diluirse entre las filas de los demás atacantes, todos a la vez, sin delimitar claramente los puestos, donde hasta los laterales-defensas deben “subir”, centrar y si es preciso, chutar a puerta. Parece que se ha olvidado la función de los rematadores, y para el remate, el mejor dotado, por su posición, es o debe ser el delantero centro. En estos partidos se ha visto la efectividad del delantero centro, el clásico “nueve” a la espalda que todos los equipos querían tener y escoger al que fuera el mejor.
Y llegó Suárez de Uruguay
El jugador que ha reivindicado el rescate y la permanencia de ese puesto en cualquier equipo para ser efectivo y ganar, se llama Luis Suárez, y ha tenido que venir a España desde las antípodas para dar esa lección. Luis Suárez no sólo ha sido un “as” jugando contra el Real Madrid, también lo ha demostrado en la liga más competitiva de Europa y del mundo, la “Champion”, donde de nuevo, dos días después, volvió a marcar dos goles, y moviéndose de un lado a otro en el área pequeña para desmarcarse de la defensa italiana, famosa por su conocido “cattenachio”, demostró ser el delantero que ansían los buenos entrenadores y que puede dar triunfos arrolladores a su equipo.
Un viejo entrenador, famoso ya cuando los entrenadores no eran famosos, llamado Helenio Herrera, entrenador entre otros equipos del Barcelona, que también entrenó a varios en Italia, advertía en los entrenamientos y se lo recordaba antes de saltar al campo, que cuando el fotógrafo sacara la foto del portero quería ver a su lado a su delantero centro. A lado del “uno”, debe estar el “nueve”, advertía, que parezca el 19. Quería decir con eso, que entrara o no el balón en la red, el delantero debía estar pegado siempre al portero o cancerbero, como dicen por ahí. Cerca, era la única manera de hacer gol.
Parece ser que esa figura se ha perdido. La razón puede ser -se me ocurre a tenor de lo que me sucedía cuando de colegial practicaba el fútbol-, que es un puesto de mucha responsabilidad en el que se notan los fallos más que en ningún otro, salvo el cancerbero. Y si marca gol, se aplaude y se celebra durante un tiempo, pero luego se olvida por considerarlo normal en tal zona, pero si lanza a las gradas, se critica o si pega en el poste, se le achaca que no ha calculado bien, y se hablará de que si lo hubiera marcado, otro gallo cantaría… pero ese fallo… costó perder el partido. Es el viacrucis del delantero centro como del portero por no parar un disparo… por eso hay tan pocos, y tengan que ir los equipos a buscarlos lejos. Como a Suárez, al Uruguay. Un “as” en dos partidos expectantes e importantes.
Por Ramón Hdez de Ávila*
(Corresponsal de La ONDA digital en Madrid)
* Licenciado en Filosofía y Letras, Ciencias de la Información y Literatura, Profesor de Lengua y Literatura, Periodista y Escritor, con varios libros de historia de Madrid y de España en el mercado.
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